Cultura pública: subvencionada o rentable
El Ayuntamiento quiere instituciones más sostenibles. Los gestores subrayan la función pública del arte.
La cultura pública, ¿ha de ser sostenible por sí misma, o puede (y hasta debe) generar déficit mientras cumpla su función social? En esencia: la cultura, ¿producto de rentabilidad o artículo de primera necesidad?
En una semana en que se ha anunciado una posible privatización del Teatro Fernán Gómez, la no celebración del Festival de Jazz, un serio descenso de visitantes en el Museo del Prado y el enésimo cierre de cines en la almendra central (esta vez, los Renoir Cuatro Caminos), dos trenes en plena marcha van a chocar en este reportaje, con un contexto ineludible: la crisis, que todo lo lleva a los extremos.
El primero lo conduce, abriendo juego, un personaje sin pelos en la lengua, clave en la política cultural municipal de hoy mismo, Fernando Villalonga, ex delegado de Las Artes y actual presidente de Macsa (Madrid Arte y Cultura). Que dice: "La crisis es una oportunidad, hay que terminar con un modelo clientelar que entiende la cultura como los servicios sociales, impuesto de arriba abajo, con tintes de elitismo y quemando dinero público a espuertas. Hay que abrirse a lo privado".
Al otro lado del ring, entre otros, Miguel Munárriz, periodista, escritor... y recién destituido, por Villalonga, como director del Teatro Fernán Gómez, que el Ayuntamiento "planea privatizar", y que sostiene: «Los teatros ya se pagan con los impuestos del ciudadano. La rentabilidad, para los empresarios. En la cultura debe funcionar la rentabilidad del espíritu. Si lo privatizamos todo, no pagaremos impuestos, ¿no? Y encima hablan de una red clientelar... ¡Que presenten pruebas!».
Al fondo, quizás poniendo paz en el conflicto, nada menos que Miguel Zugaza, rector del Museo del Prado, el gran portaaviones de la cultura en la ciudad, que lleva años trabajando con patrocinadores y ha llegado a un umbral de autofinanciación enorme, nada menos que un 60%, según sus cifras: "Lo deseable es equilibrar lo que debe dar el Estado con la dimensión que puede dar la sociedad civil y la iniciativa privada". Y luego remata, sin lamentarse: "Es cierto que en España el grupo social cercano a la cultura no es tan grande como en países vecinos".
Villalonga, que hasta llegó a enfrentarse a Paloma O’Shea, mujer de Emilio Botín, por negarle una subvención a la Escuela de Música Reina Sofía, dispara su discurso como una ametralladora: "Lo que no es sostenible es mamandurria", sostiene, recordando su cercanía liberal a Esperanza Aguirre.
Cambio de modelo.
"Estamos en pleno cambio de modelo, y lo estamos empezando en Madrid. La cultura pública lleva funcionando igual desde el franquismo: todo a déficit. Sin tener en cuenta lo que le interesa al ciudadano. Con una élite cultural impuesta por una red clientelar muy cercana a los grandes grupos industriales, y que se reatroalimenta: se pasan los teatros entre ellos. Todo el mundo lo ve, pero nadie hace nada porque luego se envuelven en la bandera de la privatización y no hay quien lo cambie. Pero lo estamos empezando a cambiar. Esto es insostenible", remata. A Villalonga le encantan las pendencias, claro está. "Es que los políticos siempre han comprado tranquilidad con el dinero de la cultura", apostilla, por si quedara alguien por no darse por aludido.
El Fernán Gómez, por ejemplo, costó al Ayuntamiento tres millones anuales y recauda poco más de 900.000 euros, según cifras del Consistorio. "En ese teatro hay que explotar el restaurante, la cafetería, colaborar con lo privado, y hay que aprovechar su lugar en Colón y usarlo como plinto para el debate ciudadano", explica.
Contraataca Munárriz: "Si ellos no saben cómo gestionar, que se vayan, que no privaticen. Lo que pasa es que son unos gestores culturales nefastos. Si hay que despedir gente, que se despida. Si hay que prejubilar, que se prejubile. Pero no se puede privatizar porque entonces volverá el teatro comercial, que además ni siquiera sería rentable aquí: nosotros dábamos un 95% de la taquilla a las compañías, y por eso les compensaba venir aquí. Ahora, ¿vendrá un empresario privado a gestionar esto? No lo creo. En las salas privadas se les da a las compañías un 40% de la taquilla. ¿No será que estos privatizadores tienen otros intereses, gente a quien quieren favorecer?".
Madrid sin jazz.
Munárriz, además, asegura que "en el último año, del Ayuntamiento de Madrid, no recibimos más de 150.000 euros". Pasemos a otro campo de pruebas: el Festival de Jazz, abortado abruptamente el jueves pasado. "Lo que pasó con el jazz", vuelve Villalonga, «ejemplifica perfectamente la red clientelar. Contratamos al que lo hacía en Barcelona, Tito Ramoneda, para empezar de cero... y cuando nos dimos cuenta, éste ya estaba montándolo con Javier Estrella, el que lo hacía aquí siempre. Querían que el Ayuntamiento les pagara las salas, los equipos de sonido y hasta la publicidad. ¡Querían llevarse el 100% de la taquilla! Señores: lo público no está para esto. Ya lo haremos cuando se pueda».
Los aludidos lo niegan y aseguran que había compromisos ya adquiridos con el Consistorio, pero el tren Villalonga no va a parar aquí: "Nosotros estamos haciendo colaboración público-privada buena en Matadero, con Red Bull y La Casa del Lector, por ejemplo. Y de las instituciones estatales, quien mejor lo hace en Madrid es el Reina Sofía, que es ejemplar".
¿Cómo se organiza la pinacoteca de la Glorieta de Carlos V? «Buscamos vías de todo tipo, sobre todo porque la aportación pública ha bajado en los últimos cuatro años un 45%», cuentan allí. "Hacemos exposiciones con otros museos para compartir gastos, alquilamos algunos espacios, organizamos visitas privadas y tenemos muchos patrocinios: la muestra de Dalí, por ejemplo, la esponsorizó Abertis, tenemos acuerdos con La Caixa, con la Fundación Santander y anunciaremos grandes nombres en breve...".
La autofinanciación del museo dirigido por Manuel Borja Villel ronda el 30% del presupuesto total, con la entrada a ocho euros (El Prado llega a los 14) y «franjas todos los días gratuitas: por ejemplo, cualquier día a partir de las siete de la tarde». La solución del mecenazgo aparece en el horizonte como el maná, quizás la única manera de sostener el enorme edificio cultural.
Miguel Zugaza, el rector de El Prado, tiene una anécdota jugosa al respecto: "Hablando con mi homólogo en el Metropolitan neoyorquino, le pregunté cuántos fondos les aportaba la ciudad de Nueva York. ‘Nada, nada, el Ayuntamiento no nos da nada’, me dijo. ‘Anda, ¿nada de nada?’, le pregunté. ‘No, sólo nos paga la luz y el agua, nos cuida los jardines, nos hace toda la intendencia...’. ‘Y eso, ¿cuánto dinero es?’, le pregunté. ‘Oh, bueno, unos 50 millones de dólares anuales’... Imagínate", termina.
Zugaza tiene una visión panorámica de la cuestión. "En EEUU llevan años intentando que los museos sean públicos y no dependan tanto del patrocinio privado, y en Europa llevamos años intentando justo lo contrario, conseguir acercar a la sociedad civil a la cultura».
"Y está bien que la sociedad civil entre, pero sin sustituir lo público: lo ideal es encontrar un equilibrio entre lo que tienen los anglosajones y lo que tenemos aquí: un balance sería lo mejor".
Un ejemplo de esa flexibilidad: ¿le preocupa que El Prado haya perdido un millón de euros de ingresos en el último año? "Oh, siempre, incluso cuando crecíamos, he mantenido que no se puede medir el éxito en las cifras de visitantes. Lo más importante es cumplir con una función que es, al final, pública".