La Cultura en el centro del desarrollo
A lo largo de las últimas décadas, la UNESCO ha profundizado en la idea de que, en un modelo deseable de desarrollo, la Cultura ocupa un lugar central. No solamente porque es un vector que fomenta el desarrollo, sino que además es una referencia que orienta el modo en que se diseñan las sociedades. Cualquier sociedad es un modelo complejo, en el que la presencia de la cultura se encuentra, de forma transversal, junto a la economía, la política y la religión. Cada uno de esos elementos puede ser dominante y estructurador de los otros; pero también podemos encontrar distintas formas de articulación en las que no exista la predominancia de ninguno de ellos.
En la sociedad contemporánea existe una tendencia a ver el lado económico como referencia. No es sólo una herencia de teorías y prácticas capitalistas o marxistas, se ha convertido en una evidencia que está más allá de la teoría, la interpretación o la práctica, como si cualquier otra perspectiva fuese marginal.
Hoy vivimos con dureza la certeza de la economía. Ella es la protagonista de las preocupaciones básicas de lo cotidiano y para una parte significativa de nuestros conciudadanos es el centro de sus limitaciones. No podemos ignorar las evidencias de la economía, pero tampoco podemos dejar que oculten la presencia de otros componentes básicos de la organización de la vida personal y social.
En la actualidad, la Cultura ha demostrado ser un elemento que contribuye, de forma significativa, con una economía compuesta que es, a su vez, economía del conocimiento, de la creatividad y digital. Una economía hecha de textos, de contenido audiovisual, de sitios web, de libros, de películas, de juegos en plataformas digitales; una economía que incluye a la música, el teatro y la danza; formada por mercados artísticos, diseño, arquitectura, derechos de autor y todo el ámbito de la propiedad intelectual, del patrimonio, el turismo cultural, etc. Lo que representa la economía de la cultura en los modelos económicos y el porcentaje que supone del PIB de los países más desarrollados es creciente y relevante.
Además, la Cultura se ha revelado como un instrumento clave en la reducción de la violencia juvenil, en la mejora de la habitabilidad de las ciudades, en la mejora de la salud física y mental, de los modelos de organización de la educación, en todos los niveles, desde la infantil hasta la universidad, de la comprensión entre las diferentes etnias, religiones, grupos y géneros. La Cultura es manifiestamente factor de cohesión social, de identidad y base para el pluralismo y la calidad de vida.
La comprensión de estos datos valida su papel como elemento estimulador de las sociedades, como elemento útil al servicio de la política, la economía, la religión o como parte integrante, correlacionada y directamente vinculada, de un modelo de desarrollo.
Estamos tendiendo puentes entre España y Portugal, entre Portugal y España, o entre Portugal y España y España y Portugal, para no colocar ninguna jerarquía en nuestra relación. Estamos tendiendo puentes, caminos, recorridos, lugares, mediante la presencia de la Cultura. Creemos que la construcción de las relaciones entre los dos países que comparten la “Jangada de Pedra” (la balsa de piedra que decía Saramago), que es la Península Ibérica, puede tener en el centro de su desarrollo la Cultura. Un centro ciertamente compartido e interrelacionado con la economía, pero en el centro.
Hablamos de una evidencia que solo es válida mediante el reconocimiento, a través de la acción y por el propósito, el pensamiento y la convicción asociados a la práctica (y de igual manera se hará evidente si lo pensamos al revés).
El pasado 10 de octubre inauguramos juntos la Mostra Espanha 2013 en Portugal. En breve tendrá lugar la Muestra de Portugal en España y también ahí esperamos estar juntos.
Atravesamos un tiempo de enormes desafíos. En la complejidad del presente, situar la Cultura en el dentro del desarrollo es, más que una hipótesis a sopesar, una decisión política pertinente. Más allá de los antagonismos partidarios, más allá de los debates entre Gobierno y oposición. Tener en la Cultura un punto de consenso significa tener un espacio de llegada, de partida, de encuentro, en un momento en el que el encuentro es más que una necesidad.
No es fácil ese lugar de encuentro. Pero es un barco que se prepara para navegar, en este tiempo, en el que los nuevos descubrimientos son más una geografía interior y una búsqueda de nuevos modelos de desarrollo, que la Cultura se puede convertir en una casa del tamaño del mundo.