Arte de los 80 y 90: de la ilusión al desencanto
El Museo Reina Sofía inaugura una nueva exposición de su colección, la que agrupa el arte de los 80 y 90. Algunos de los artistas de la exposición reviven las décadas del gran cambio en el arte en España.
La mínima resistencia es el título de la primera película que hizo el conocido tándem Fischli & Weiss. Fue en 1980, cuando los dos artistas suizos se habían establecido en Los Ángeles y empezaban a ser conocidos por hacerle fotos a unas salchichas, las Wurst Series. Con el mismo sentido del humor se vistieron de oso y rata para aquella primera experiencia con el vídeo. Dos personajes que fueron protagonistas, también, de El camino correcto (1983) y de Oso y Rata (2008). Componen una trilogía dedicada a la civilización, la naturaleza y la alta cultural, que hoy guarda la colección del Museo Reina Sofía, que cedió a los artistas el Palacio de Cristal en 2009, quienes colgaron del techo los míticos disfraces que les hicieron famosos preguntándose: ¿Son los animales personas?
Mínima resistencia es, también, el título que Manuel Borja-Villel, Rosario Peiró y Beatriz Herráez han dado a esta cuarta revisión de la colección del museo centrada en los 80 y los 90. Décadas cargadas de fechas clave: la llegada del Guernica a España en 1981; el inicio de ARCO y el triunfo socialista en el 82; la creación del Centro de Arte Reina Sofía y la inclusión de España en la Unión Europea en 1986; la exposición Magiciens de la terre y la caída del muro de Berlín en 1989; la Expo en Sevilla, los Juegos Olímpicos y los Carryings de Pepe Espaliú del 92; la Bienal del Whitney del 93; la exposición Años 90. Distancia cero ideada por José Luis Brea en 1994...
Es la primera de las revisiones previstas en el museo y presenta algunas de las nuevas adquisiciones hasta ahora no mostradas. El guiño a Fischli & Weiss tiene mucho que ver su capacidad transgresora del absurdo y la parodia, su reivindicación en el lado amateur del arte y su búsqueda constante de lugares de resistencia en la creación artística. Un hilo conductor y una posición que comparten muchos artistas nacionales e internacionales, más de 60 en total, que dan cuerpo a esta exposición: de Mike Kelley a Rogelio López Cuenca, de Louise Lawler a Patricia Gadea, de Pello Irazu a Jo Spence, de Miralda a Raymond Pettibon...
A cinco de ellos les preguntamos por el significado de esos años 80 y 90 en el arte, por su recuerdo de esa época en la que en España estaba casi todo por hacer. Una breve historia del arte contada en primera persona.
Ángel Bados.
Recuerdo como si fuera ayer la Documenta VII, durante el verano de 1982. Tenía como marco la pintura europea del momento: Barceló, Baselitz, Sandro Chia, Arnulf Rainer... Aludía a la "gran destrucción", lo que los teóricos llamaron después "lo real es lo político". Algo que llevó a que los artistas nos replanteásemos constantemente qué había pasado. Los 80 fue una suerte de fiesta, de trabajo en el estudio, que compartía con amigos como Txomin Badiola o Pello Irazu. Dejé Pamplona para trasladarme a Bilbao en 1984 y fue una alegría poder compartir con otros artistas un espacio de trabajo y un constante debate. Teníamos la referencia de Oteiza y a menudo yo pensaba mucho también en Beuys.
Luego llegaron los 90 y todo cambió. Todo se canalizaba mediante la tecnología y la caída del muro en 1989 provocó un cambio total en la política. En el transcurso de una década a otra, cada artista tuvo que buscar su propia vía y afectó al trabajo que habíamos llevado a cabo años antes en el estudio. En España aparecieron los primeros museos, la primera feria, lo que hoy conocemos como industria cultural. Para bien y para mal. Para bien porque los museos y las exposiciones abrieron el arte al público, aunque pasado el tiempo hemos visto que toda esa actividad necesita de una producción y recursos que no tenemos. Desde los años 80 el artista lleva reivindicando un compromiso social y político, un arte político, aunque hoy esa idea hay que cogerla con pinzas. Pasa por un compromiso que es difícil de encontrar. ¿Qué le sucedió al arte español? Cada artista está tratando de saberlo de la manera más humilde posible...
Juan Ugalde.
La década de los 80 y la de los 90 fueron muy diferentes entre sí. Los 80 fue una época de ilusión: el fin de la dictadura y la eclosión de la Movida en Madrid, llenaron el ambiente de ganas de hacer algo nuevo, algo distinto. Veníamos casi de la nada y fue una eclosión. Por aquél entonces a todo el mundo le interesaba el arte y la cultura. Todos sabíamos que era una asignatura pendiente. Fue fantástico vivirlo. Junto a Patricia Gadea, Mariano Lozano y Dionisio Cañas, creamos el colectivo Estrujenbank. La idea había surgido en Nueva York, donde fuimos en 1986, aunque nuestra primera aparición fue en la galería Buades de Madrid en 1989. Por aquél entonces el Ministerio de Cultura ayudaba a los artistas... A España venía gente de fuera y el arte español interesaba. Fue un momento en el que el arte rompió muchas barreras y se amplió mucho el concepto de lo artístico.
En los 90 la ilusión fue cayendo. Fue el momento del disparate, de las Olimpiadas del 92 y los macro eventos culturales de pacotilla. Una España en crisis en la que ya sonaba "que todo va bien". Apareció el "arte político". A nivel cultural, las muchas iniciativas que había en Madrid fueron pasando a ser un caciquismo local. Hoy el artista casi tiene que pagar por exponer y el tema de las ayudas en un desierto absoluto. Con el paso de los años, se ha abierto una fractura entre el arte y la sociedad. En los 80 había un interés cultural extraordinario, mucho más alto de que hay ahora. Cada vez más vamos a una sociedad de consumo con la cultura por los suelos.
Cabello/Carceller.
Es difícil recordar el arte por décadas, cada uno tendrá una visión distinta. De los 80 poco podemos decir nosotras (como equipo lo nuestro son los 90 en adelante)... pero hubo mucho neo-(lo que fuera) y poca reflexión en el ambiente. Para quienes estudiábamos entonces en Madrid, la sensación de haber perdido 5 años de tu vida aprendiendo nada. Un ambiente extraño, superficialmente moderno, pero con un fondo rancio. Lo mejor, el optimismo; lo peor, todo lo que el optimismo escondía.
Los 90 fueron diferentes, exposiciones como El sueño imperativo, comisariada por Mar Villaespesa, o libros como El andrógino sexuado de Estrella de Diego anunciaban un cambio radical, parecía que íbamos hacia un lugar al que después no hemos conseguido llegar, en gran medida por lo espectacular del arte en los 2000 y su provinciano despilfarro. Los primeros 90 supusieron para nosotras el descubrimiento de lo queer, de la filosofía de la estética y la teoría del arte, de las prácticas activistas, de las artistas feministas de los 70, del trabajo en colaboración... apoyándonos en ello intentamos resquebrajar un entorno conservador (sobre todo en Madrid), que se resistía a las prácticas artísticas comprometidas. Y se resistió duramente, porque aquello que la teoría promovía no tenía un equivalente en la producción más visible, no era fácil ser artista teórico y nuestros referentes sí eran artistas teóricas.
Fue salir fuera lo que nos ayudó a articular un lenguaje interdisciplinar, alejado de un formalismo vacuo, y a defender unas prácticas que cuestionan los modos hegemónicos de representación, más allá de la imagen, que emplean la teoría sin complejos. Vídeos como Bollos, que ahora exhibe el Museo Reina Sofía, fueron absolutamente incomprendidos, pasando prácticamente desapercibidos, y muchos trabajos de los años 90 ni siquiera se han vuelto a exponer, aunque algunos de ellos han tenido mejor recepción y han sido analizados más fuera del país que dentro. En fin, como nos anticiparon las Guerrilla Girls, siempre hemos trabajado sin la presión del éxito.
Rogelio López Cuenca.
Recuerdo los 80 con la indulgencia que tiene uno con su propia juventud. Siempre tiende a verla como algo más interesante, confundido por el entusiasmo de la energía juvenil. Antes de los primeros escarceos con el mundo del arte, mis intereses eran literarios y musicales. Si eras alguien con algo que decir, había que hacerlo vinculado a la música rock. Éramos un grupo de gente, estudiantes en su mayoría, que nos conocimos en 1977, la época del punk... fue un momento de ruptura radical con la política y la cultura con mayúsculas, y esa ruptura se hizo sin la seriedad moral de la intelectualidad al uso sino como una fiesta, un carnaval. Así pasamos la transición y el “desencanto” y así nos pilló la institucionalización de la Movida: los dirigentes culturales, entre la desorientación, la ignorancia y las ganas de hacer cosas empezaron a prestar atención a gente como nosotros, que no teníamos la más mínima pretensión de hacer arte, simplemente estábamos viviendo... que es el modo en que se hace la cultura de tu tiempo, siempre, cotidianamente, colectivamente.
Todo esto fue antes de que apareciera internet y cambiara el modo de relacionarnos. Por aquel entonces intercambiábamos casetes por correo y diversas áreas culturales estaban mucho más interrelacionadas. En cada provincia había un revista literaria. Madrid empezó a ser un sitio al que ir. Creo que en esa década es cuando más visité la ciudad.
En los años 90 los fuegos artificiales se fueron desvaneciendo. Siempre insisto en que todo dimensión artística tiene una política. En ese momento la exposición que supuso el regreso al escenario político fue El sueño imperativo. Recuerdo que fue escandalosa. Fue un momento en que vimos nacer una industria cultural con la creación de centros y museos abiertos en cada provincia de España. Aunque pronto entró en crisis, hasta hoy. Que se estén dirigiendo centros de arte y museos desde la política, la privatización en la cultura, es síntoma de la muerte de un modelo.
Pep Agut.
Los 80 fue para mí una etapa de formación, de hecho acabé la facultad en el 84. Hubo un boom totalmente mercantil en el mundo del arte que luego se trasladó a un debate más serio en los 90. Esa eterna pregunta de ¿qué es el arte? Se responde mucho mejor en los 90 que anteriormente. Muchos de los artistas que surgimos en ese momento, encontramos una puerta abierta para el debate. La pieza que hay en la exposición, La distancia cero, dio título a la exposición que hizo José Luis Brea en el Centro de Arte Santa Mónica en 1994, Años 90. Distancia cero. Resumía mis pesquisas durante aquellos años y concentra la problemática sobre la representación que es central en mi trabajo.
Hoy la situación del arte ha cambiado mucho. Primero por la eclosión de internet. Los niveles de información son mucho más grandes y complejos, pero deben servirnos como algo positivo. Genera la posibilidad de trabajar en equipo. El mercado del arte también ha cambiado mucho; se ha convertido en un juego de superestrellas y eso asfixia un poco a los artistas que estamos lejos de estas cuestiones. Artistas que no sólo elegimos producir objetos y venderlos.