Delicias vienesas
Los años del psicoanálisis, el Jugendstil, Klimt y compañía protagonizan el otoño de la National Gallery.
A principios del siglo XX el arte dio el gran vuelco de lo tradicional y figurativo a lo abstracto y moderno. Simplificando todavía más el asunto, el cuadro 'Las señoritas de Avignon', de 1907, de Pablo Picasso es la llave que abre la puerta a la modernidad, surgida en Europa y expandida a EEUU. Este enfoque histórico tuvo una buena representación en el retrato producido en Viena alrededor de 1900. El género, la ciudad y la época son los acertados ejes de la exposición 'Facing the modern. The portrait in Vienna 1900' (Encarar lo moderno. El retrato en Viena en 1900), que se exhibe en la National Gallery de Londres del 9 de octubre al 12 de enero del 2014.
Con la modernidad en el arte llegó también el contenido psicológico y/o la representación de sueños y frustraciones en imágenes coherentes o incoherentes. La cara, el espejo del alma, y con ella el retrato generado en Viena es un hilo conductor adecuado para recorrer la transición del arte clásico al moderno. "Esta exposición es innovadora porque se ciñe al retrato y se desglosa en temas que van de los antiguos vieneses, a la familia o al amor y la muerte y cada uno de estos temas precisa unas técnicas artísticas distintas", explica Gemma Blackshaw, comisaria de la estupenda exposición que reúne unas 80 obras procedentes de Europa y EEUU.
Junto a los artistas de renombre como Gustav Klimt, Egon Schiele, Richard Gerstl, Oskar Kokoschka y Arnold Schönberg se presentan otros de menos conocidos pero igualmente relevantes al paso de los viejos cánones del arte a los nuevos o de los viejos vieneses a los nuevos habitantes de la ciudad, capital del imperio austro-húngaro y cruce de culturas, religiones y minorías étnicas. Anton Romako, Frederich von Amerling, Elena Luksch-Makowsky o Ferdinand Georg Waldmüller son algunos de los artistas redescubiertos por los pintores modernos de la ciudad a principios de siglo.
En este grupo de nombres menos conocidos destaca Teresa Feodorowna Ries de la que se incluye un autorretrato de grandes dimensiones de 1902 en el que desafía aquella sociedad dominada por los hombres. "El autorretrato de Teresa exhibe la sexualidad y ferocidad de la mujer fatal, que en los hombres es también creatividad, y ella, con su obra, se muestra igual de voraz que ellos, enfatiza su sexualidad al mismo tiempo que enseña la ansiedad de las mujeres en una sociedad en la que los valores liberales de cultura y educación se están cuestionando", comenta la comisaria de la muestra sobre uno de los cuadros que preside la sala dedicada a la 'Atracción de los artistas'.
El papel de los mecenas del arte, la importancia de las familias burguesas, el judaísmo o los acontecimientos históricos que llevaron a la Primera Guerra Mundial palpitan por debajo de los lienzos y los óleos de los personajes retratados entre el siglo XIX y XX en Viena. A Oskar Kokoschka se le quejaron muchos de sus patrocinadores que le encargaron retratos para apoyar a los nuevos artistas aunque no les gustase el resultado de sus obras. Un claro ejemplo de este patrocinio a lo nuevo fue la petición de la familia Munk a Gustav Klimt para que inmortalizase en un cuadro a su hija, fallecida en la juventud. Klimt hizo varios intentos que no gustaron a los padres de la difunta, incluida la imagen 'Ria Munk en su lecho de muerte'. Y al final pintó (sin acabar) 'Retrato póstumo de Ria Munk III', de 1917-18, que aún sin finalizar satisfizo a la familia. Ambas obras se incluyen en la exposición.
Las sexta y última sala de la muestra está dedicada a 'Final y fracaso', el final del imperio y las obras de arte sin acabar o trucadas por los acontecimientos históricos y la Primera Guerra Mundial.