Calder, Miró, Perejaume, Magritte, Klein y Hockney miran al horizonte
El horizonte como elemento recurrente en el arte protagoniza una muestra en la Fundación Miró.
Joan Miró se alojaba muchas veces en el Hotel Majestic del Paseo de Gracia y después de comer, cuando la gente aprovechaba para echar la siesta, él prefería deleitarse con un “Paisaje” de Modest Urgell que colgaba en una de las paredes del hotel. Urgell fue su maestro en la Escuela La llotja y reconocemos muchas conexiones entre profesor y alumno. “Sin Miró esta exposición hubiera sido imposible; Miró como un gran pintor del horizonte de la mano del gran Urgell”, comenta Martina Millà, comisaria de “Ante el horizonte” que reúne en la Fundació Miró, gracias al patrocinio del BBVA, una variopinta selección de sesenta obras que reflejan el horizonte.
“La primera sala está dedicada a esta admiración de Miró hacia Urgell con dos cuadros de ambos artistas que se miran frente a frente, y, como contrapunto, me he permitido colgar una obra de Perejaume que es un gran conocedor de la historia del arte catalana”, justifica Millà que ha rastreado hasta la infinidad para conseguir que el espectador se sorprenda ante los diálogos que propone.
Después pasamos al horizonte en el contexto germánico, suizo y escandinavo con obras de Paul Klee, August Strindberg y Anna-Eva Bergman. Y seguimos con Francia donde en pleno siglo XX se cocinaron las vanguardias. Aquí tenemos la primera grata sorpresa cuando descubrimos un Calder sin título de 1930. “Lo pintó en París donde conoció a Miró y lo hemos incluido como un americano muy afrancesado”, subraya Millà que ha colocado este objeto de deseo, que actualmente es propiedad de la Calder Foundation de Nueva York, junto a “Les Collines bleues” de Édouard Vuillard. El espectador salta de una época a otra de forma anacrónica pero siempre con la intención de hallar un diálogo.
No falta un momento de recogimiento con una mirada espiritual del horizonte con tres obras de artistas interesados en el pensamiento religioso y esotérico: Yves Klein, Marc Chagall y Ettore Spalletti. O del paisaje industrial o postindustrial con piezas de Baselitz o Hockney.
Los hermanos Chillida.
Martina Millà resalta el debut de los hermanos Chillida en una misma exposición. “Por primera vez podemos admirar dos obras de Eduardo Chillida y su hermano Gonzalo juntas, una frente a la otra también en un diálogo intencionado”.
La conversación más lineal y más moderna es la que mantienen Dan Flavin, con un largo neón que da luz azul, y Carl Andre que propone un dique de madera de cedro cuyas medidas coinciden a la perfección con la separación de dos paredes del espacio expositivo del edificio de Sert.
Y como traca final, la comisaria guarda con celo dos obras maestras que forman parte del epílogo de esta gran aventura por diferentes horizontes. René Magritte ofrece una espectacular propuesta de un castillo volando sobre el mar, “Le Château des Pyrénées”, y Claude Monet inmortaliza “Les Rochers de Belle-Île, la Côte Sauvage”.