La especulación se ceba con los pintores jóvenes
El mercado está ejerciendo una presión enorme sobre los artistas jóvenes. Los resultados de las últimas subastas de Phillips de Pury, Christie’s y Sotheby’s revelan que la especulación se está cebando con la carrera de muchos creadores que apenas rozan la treintena.
Sobre todo se da en pintores. Porque si hasta hace poco la pintura estaba relegada en el gusto del mercado parece que vuelve por sus fueros, y los coleccionistas andan ávidos por descubrir al último chico maravilla. La última sensación. El último pelotazo.
En la subasta de Phillips de Pury en Londres de la semana pasada (coincidiendo con la feria de arte Frieze) al menos el 20% de los artistas del catálogo tenía menos de 40 años. Y fue este segmento el que registró las revalorizaciones más altas. Veamos algunos números y algunos nombres. Ryan Sullivan (Estados Unidos, 1983) vendió February 5th, 2011 (2011) por 98.500 libras (116.000 euros), cuando su estimado inferior era de 40.000 libras. Lo curioso es que sus obras —básicamente pintura sobre látex— pueden comprarse ahora mismo por una cantidad más baja en su galería londinense Sadie Coles. Argucias del mercado. Otro artista que también se anotó su récord personal fue Rashid Johnson (Estados Unidos, 1977). La suya es una propuesta de pintura con mucho peso conceptual que gusta bastante entre los coleccionistas. En su caso adjudicó la pieza Sun Goddess (2009) por 122.500 libras (143.700 euros). El estimado bajo era de 60.000 libras.
Unas cifras y unas revalorizaciones similares se vivieron en Sotheby’s. Alex Hubbard (Estados Unidos, 1975) conseguía en su primera aparición en una subasta que Dead in Pompeii (2011) fuera adquirida por un coleccionista anónimo por 98.500 libras (116.000 euros), cuando su horquilla de precios oscilaba entre 40.000 y 60.000 libras. Récord del artista. Por su parte, Nate Lowman (Estados Unidos, 1986) vendió Pink Altima, 2005, por 206.500 libras (243.000 euros), frente a un precio estimado inicial de 40.000 libras y la pintura Politics, de la candidata al Turner Price, Lynette Yiadom (Londres, 1977), en su estreno en subasta, conseguía 52.500 libras (61.900 euros). El doble de lo previsto. Y Óscar Murillo (a quien hemos dedicado una entrada en este blog) descorchaba su pieza Champagne por 212.500 libras (250.000 euros). ¿El precio máximo esperado por esta obra del cotizado pintor colombiano? 60.000 libras.
La fotografía de la especulación es muy nítida. Artistas jóvenes (en la treintena), que trabajan con pintura, casi todos estadounidenses y representados por galerías fuertes. ¿Podrán soportar sus incipientes y frágiles carreras tanta presión? ¿O se desbaratarán como muchas otras? “Siempre trabajamos de forma responsable con las galerías e incluso directamente con los artistas para asegurarnos que los precios son los adecuados y que las obras se exhiben de manera correcta”, reflexiona Beatriz Ordovás, directora asociada en el departamento de Arte de Posguerra y Contemporáneo de Christie’s Londres. ¿Pero de verdad es así?
Cuenta a través del correo electrónico Alexandra Schader, directora de Arte Moderno y Contemporáneo de Sotheby’s, que lo que estamos viendo es “una celebración de lo nuevo”. Coleccionistas deseosos de hacerse con obra —escasa en el mercado primario y con lista de espera— de artista jóvenes como Wade Guyton, Nate Lowman, Óscar Murillo o Alex Hubbard. “Los resultados [de las últimas subastas] fueron fantásticos. Y no son aleatorios, sino un reflejo de una importante labor por parte de estos artistas y sus galeristas. Más que presión sobre los creadores es un reconocimiento de su obra”, narra Alexandra Schader. Y remata: “Es la primera vez que un conjunto de jóvenes artistas ha despuntado tanto”.
El mantra que repiten en las casas de subasta una y otra vez es que estos artistas jóvenes y caros no solo están respaldados por las galerías y su propio trabajo sino también por instituciones y colecciones privadas potentes. Ya saben. Rubell Family Collection (Miami), The Saatchi Gallery (Londres), Colección Jumex (México DF), De la Cruz Collection (Miami), SFMOMA (San Francisco) o el Whitney Museum (Nueva York). Son nombres que se repiten. ¿Es una garantía suficiente? “Desde luego que no, hay multitud de artistas que han tenido un comienzo fulgurante, con precios elevados y cierto reconocimiento institucional, que han visto como en poco tiempo su trayectoria, debido a esa sobreexposición, se diluía como un azucarillo en café caliente”, observa el coleccionista Marcos Martín Blanco.
Tras ese comentario rápidamente acuden algunos nombres a la cabeza. Richard Billingham, Suling Wang, Jan de Cock, Erik Schmidt, Sandro Chia, Enzzo Cucchi... Historias, todas ellas, que nos recuerdan que la de artista es una carrera de larga distancia y no de 100 metros, y que tanta presión sobre los precios supone asumir un enorme riesgo.