El hambre de pintura en la transición española
Una exposición en el Retiro destaca a cinco grandes protagonistas del incipiente panorama artístico de los setenta.
Entre finales de los 70 y comienzos de los 80, en plena transición política española, varios artistas protagonizaron una vuelta a la pintura con la vista puesta en vanguardias históricas europeas (Picasso, Matisse) y estadounidenses (De Kooning, Motherwell) . No actuaron como grupo sino que cada uno buscaba su propia originalidad en medio de una sociedad en la que todo estaba por hacer. En aquellos años, ellos fueron los protagonistas casi absolutos del incipiente panorama expositivo que empezaba a vivirse en este país: Alfonso Albacete, Miguel Ángel Campano, Ferran Garcia Sevilla, Juan Navarro Baldeweg y Manolo Quejido son los cinco protagonistas de la exposición Idea: Pintura Fuerza. En el gozne de los años 70 y 80, que hasta el 5 de noviembre se puede ver en el Palacio de Velázquez del parque del Retiro.
Con paneles blancos cortados en formas geométricas, las grandes salas del palacio han sido divididas en cinco partes con una decena de obras de cada artista firmadas entre 1976 y 1984. Una instalación de Juan Navarro Baldeweg, Interior V. Luz y metales (1976), sirve de nexo entre las obras expuestas. El columpio sobre el que gira esa pieza es una invitación al balanceo por un mundo en el que deslumbra el color de cuadros de gran formato en los que la figuración convive sin estridencias con la abstracción.
Acompañado por todos los artistas, salvo Campano, el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, explica que el sentido de la exposición es recoger una serie de prácticas artísticas que se dieron en España en un periodo que va desde los cinco años posteriores a la muerte de Franco hasta la aprobación de la Constitución. “Son artistas cuya obra está en los intersticios de diferentes maneras de representación. “Se fijan en la realidad exterior y se fijan en los grandes maestros (Poussin, Velázquez) desde la ambición de la práctica pictórica. Contemplando ahora estas obras, vemos que mantienen intacta toda su frescura”.
Borja-Villel añade que esta exposición está relacionada con la colección permanente del museo que afecta a este periodo pero que, sin embargo, no incluye a estos artistas. “La colección irá cambiando cada 14 meses. Nada está cerrado. Exponen en este espacio y este es el Reina Sofía”.
El historiador Armando Montesinos, comisario de la exposición cuenta que ha tratado de hacer un ensayo sobre una época más que una muestra colectiva de los artistas de aquél periodo. “Es un tiempo enormemente activo, pero débil en sus infraestructuras. Los espacios museísticos de arte contemporáneo eran escasos y las galerías, incipientes. Si embargo, la creatividad era desbordante. Se buscaba la internacionalización a toda costa y se pensaba en un mercado que por entonces no existía”.
Los elegidos para la exposición son artistas cuya única conexión aparente es la búsqueda individual de su propia estrategia creativa. Los orígenes artísticos e incluso geográficos habla de la disparidad entre ellos. Ferran García Sevilla (Palma de Mallorca, 1949) mallorquín residente en Barcelona, explica que él provenía del arte conceptual, pero que, en los 70 se decidió por la pintura. Primero con grandes empastes y después con capas más finas en las que volcaba toda su ironía y sarcasmo.
Alfonso Albacete (Antequera, Málaga, 1950) tiene sus orígenes en el arte Pop y en el conceptual, aunque a finales de los 70 elige una forma de expresión en la que lo figurativo se mezcla con lo abstracto. Sus paisajes de huertos o naturalezas muertas, son un claro ejemplo de ello. Albacete, que como el resto de sus compañeros, sigue volcado en la pintura, asegura no sentirse olvidado por las instituciones. “Estamos en en esta exposición y, sobre todo, estamos en la memoria de mucha gente”, responde para zanjar cualquier polémica.
Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939) arrancó también en el ámbito conceptual y la abstracción postpictórica. Su participación en los famosos Encuentros de Pamplona y en la bienal de Venecia de 1978 le decantaron hacia el mundo de la instalación y de ahí, a la entrega total al mundo de la pintura con composiciones cargadas de color en la senda de Matisse o Picasso. “Toda esta obra que veo aquí no ha envejecido. Mantiene la misma vitalidad con la que salió de nuestras manos hace tantos años”.
Manolo Quejido (Sevilla, 1946) realizó sus primeros trabajos en el ámbito del Expresionismo y de la poesía visual. Su inmersión definitiva en la pintura se produce en los 70 con sus series de cartulinas en las que mezcla el realismo con el pop. “El problema era como seguir pintando después de haber visitado el Museo del Prado”, se pregunta. “La búsqueda personal era la única solución”.