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No es país para coleccionistas

No es país para coleccionistas

El porqué de la escasa tradición coleccionista en España, del siglo XVI a la actualidad.


Corría el siglo XVII. Reinaba Felipe IV (1605-1665) y nuestro país, a la cabeza de un imperio global, vivía un momento brillante de la historia del coleccionismo. La nobleza y la corona atesoraban un gran patrimonio pictórico y promocionaban el arte a través del mecenazgo. Cuatro siglos después, Europa, como hacía entonces, mira hacia España deslumbrada por sus vitrinas; aunque ya no es arte lo que exponen, sino un repertorio de triunfos deportivos y casos de corrupción.


La historiadora del arte María Dolores Jiménez-Blanco rastrea en un estudio ('El coleccionismo de arte en España. Una aproximación desde su historia y su contexto') los motivos de la escasa tradición coleccionista privada en nuestro país. La investigación, promovida por la Fundación Arte y Mecenazgo de La Caixa, dibuja una panorámica desde el Siglo de Oro hasta la actualidad.


El coleccionismo particular, destaca la autora, cumple una labor social más allá de la mera "acumulación de patrimonio". Una visión extendida en el ámbito anglosajón, "donde se ve a los coleccionistas como benefactores", dice Jiménez-Blanco, pero que no ha calado en nuestro país. El estudio desvela que la modesta y 'silenciosa' actividad privada de este sector se debe a varios factores históricos.


La falta de tradición.

Tras el auge de los siglos XVI y XVII, la idea de una élite coleccionista se esfumó y el mecenazgo fue desapareciendo. El siglo XIX constató el declive. La actividad de la burguesía, más débil, y del Estado, que no se preocupó por el arte contemporáneo en sus museos, "no tomó el relevo a la aristocracia y la realeza". Además, grandes obras empezaron a salir de España a causa de la decadencia económica y la desprotección del patrimonio nacional. Los coleccionistas internacionales se frotaron las manos.


A mediados del siglo XX algunos coleccionistas empezaron a dar visibilidad a su labor, pero no se produciría un cambio importante hasta la Transición. "En los años 80 hay un entusiasmo por participar en esa nueva etapa de la cultura española", explica la historiadora, "y proyectar una imagen renovada del país". El sector público y algunas grandes empresas se lanzaron a la piscina. En 1988 se creó el primer museo consagrado al arte contemporáneo, el Reina Sofía.


No obstante, la euforia institucional de los 20 años siguientes "se llevó a cabo sin tener clara la sostenibilidad de su programa de actividades o de la colección", señala el estudio. En ese afán de "normalizar e institucionalizar lo moderno", de entrar de golpe en el siglo XXI, la proliferación de centros de arte "no respondió a una maduración orgánica de la cultura del país", señala Jiménez-Blanco.


La poca sensibilización social.

En los años 80 la figura del coleccionista empezó a tener cierto reconocimiento, proliferaron las ferias y la colaboración con las administraciones (la apertura del Museo Thyssen-Bornemisza en 1992 es un ejemplo de ello). Pero el país sigue lastrado por la falta de "una sensibilidad social arraigada e ininterrumpida". "La educación", dice la autora, es la pieza clave para que los ciudadanos "sientan el arte como propio" y valoren la labor del coleccionista.


"Hay que desterrar la idea de que el coleccionismo tiene siempre que ver con grandes cifras", destaca al hilo de la desorbitada subasta del tríptico de Bacon que tuvo lugar esta semana. "Es más importante la continuidad que la bengala", continúa. La entrada de Rusia y China en el mercado del arte lo está distorsionando y está promocionando un coleccionismo de talonario mecido por las modas.


Regulación dispersa y fiscalidad "hostil".

Y con el IVA hemos topado, como no podía ser de otro modo. Con el 21%, que nos sitúa en clara desventaja en el mercado internacional, "se fomenta la lejanía más que el acercamiento" al coleccionismo, sostiene Jiménez-Blanco. El otro caballo de batalla del sector es una Ley de Mecenazgo que el Gobierno anunció para finales de 2013...


La regulación es "dispersa, descoordinada y no responde a las necesidades actuales", denuncian. En la presentación del estudio 'El mercado español del arte en 2012', también de la Fundación Arte y Mecenazgo, sus promotores llegaron a afirmar que, con sus trabas legales, Hacienda promueve el dinero negro en el arte. Si las medidas fiscales fuesen "menos hostiles", dicen, otro gallo cantaría.

Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: El Mundo (E. VASCONCELLOS | Madrid) | Fecha: 18/11/2013 | Ver todas las noticias



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