El Prado, gabinete de maravillas
El proyecto 'Historias naturales' busca crear un diálogo entre la naturaleza y el arte. El artista Miguel Ángel Blanco establece conexiones de significado entre una veintena de obras y más de un centenar de elementos animales, vegetales y minerales.
Al abrigo de la noche, las brujas invocan a Satán en 'El aquelarre' de Francisco de Goya. La presencia del demonio se materializa en un macho cabrío que las acoge y guía. La obra, conocida también como 'El Gran Cabrón' (1820-1823), forma parte de las 'Pinturas Negras' del artista, y conecta el averno con el Museo del Prado desde 1889.
Por primera vez desde entonces las hechiceras del óleo cuentan con los elementos necesarios para que sus ritos surtan efecto: una cornamenta negra y anillada de alcélafo macho (una especie de antílope), una mamba venenosa, dos sapos y una salamandra sumergidos en etanol, un esqueleto de murciélago del siglo XIX y un rarísimo pedazo de azufre cristalizado que evoca el 'aroma' de Satán. Junto a él descansa una pezuña de la 'Gran Bestia' (de alce), el único 'ingrediente' que, en lugar de provocar el mal y la enfermedad, es capaz de combatirlo.
Este altar de magia negra es una de las instalaciones que componen 'Historias naturales', un proyecto del artista Miguel Ángel Blanco que busca crear un diálogo entre una veintena de obras del museo y un centenar de piezas procedentes en su mayoría del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC.
Con esta exposición/conversación, el Prado rinde homenaje a sus orígenes en su 194 aniversario. El edificio diseñado por Juan de Villanueva debía albergar el Real Gabinete de Historia Natural, o así lo había dispuesto Carlos III poco antes de morir. Pero cuando el museo abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1819 en sus salas no había animales ni vegetales, sino cuadros de El Greco, Velázquez y Goya.
Detalles que pasan desapercibidos.
"¿Qué podemos aportar a la colección permanente?", se pregunta en voz alta el expresivo comisario de la muestra. "Que la gente se fije en detalles de los cuadros que pasan más o menos desapercibidos". Un unicornio, un paisaje en último plano, unas piedras preciosas a los pies de un Cristo crucificado, un toro. Uno como el de 'El rapto de Europa', que en realidad es el dios Júpiter transfigurado.
La obra de Rubens (copia del original de Tiziano) se enfrenta ahora al toro de Veragua, un ejemplar conservado por el taxidermista Luis Benedito a principios del siglo XX. El animal, procedente de una casta fundacional del toro bravo, no fue lidiado, así que la presencia de un 'semental' en la misma sala en la que bailan 'Las tres gracias' establece más tensiones aún entre las obras naturales y las pictóricas.
"La historia del universo ha entrado en el Museo del Prado", anunciaba el artista a comienzo de la visita. Y la primera instalación no podía ser sino un guiño al poder omnímodo de la naturaleza frente a los límites del ser humano. Un águila imperial sobrevuela en posición de ataque una escultura en bronce del emperador Carlos V, una metáfora de que "el poder natural es muy superior al poder político", señala. La pieza bautizada 'Carlos V y el Furor' muestra al rey pisando a un hombre encadenado y encolerizado, y alude a las victorias del monarca durante su reinado.
Extrañas relaciones.
Algunas de las conexiones que propone el artista no son tan evidentes. En el caso de 'Las Meninas', la instalación exige una elaborada pirueta mental. Eso, o una explicación: Blanco ha colocado un gorrión albino en una esquina del cuadro de Velázquez. El animal, dice, parece salir volando del paisaje de la sierra de Guadarrama que el sevillano pintó en un cuadro contiguo. Tanto el pájaro como el sevillano tienen algo de 'rara avis', y de ahí el vínculo, apunta. ¿Cómo se quedan?
'Historias naturales' enfrenta también un esqueleto de delfín con una Venus romana, los bosques de Botticelli (en 'La historia de Nastagio degli Onesti') con pedazos de madera fósil, un tríptico sobre el pecado de El Bosco con una caja de 75 insectos, "una legión de ángeles caídos", señala el artista... "Como firma del proyecto", dice, cierra el recorrido con una de sus obras, uno de sus libros-caja.
Blanco recolecta hojas, cortezas, resina y otros elementos durante sus paseos por el bosque y crea pequeños 'paisajes de bolsillo'. Uno de ellos, elaborado con "materiales de tinieblas boscosas" durante una noche en el Pirineo catalán, dialoga con tres pinturas flamencas del siglo XVI. Escenas de montaña que tienden al infinito. Asíntotas del 'gabinete de maravillas' en el que, dos siglos más tarde de lo esperado, se ha convertido el Museo del Prado.