El falsificador suicida
El galerista Detlef Gosselck acaba con su vida después de que se supiera su secreto: falsificaba arte.
El cadáver fue identificado pocas horas después de su hallazgo, dentro de un coche en el bosque de Trebbin, en Brandenburgo, una zona apartada a la que rara vez acceden, como mucho, los miembros de los clubes hípicos de los alrededores durante sus excursiones a caballo. Se trataba de un maestro de escuela jubilado de Berlín y propietario de una galería de arte, Detlef Gosselck, de 73 años de edad. Una vez archivada la identificación en el sistema informático de la policía, apareció la alerta. Se trataba del mismo hombre cuya casa había sido registrada por la policía solamente unos días antes y que había terminado confesando ser un falsificador de obras de arte. El fiscal encargado del caso parte de la hipótesis de que se trata de un suicidio.
Tanto su esposa como sus muchos conocidos en la escena del arte berlinesa sabían Gosselck que en su juventud mantuvo una relación amorosa con Lou Albert-Lasard, una conocida pintora expresionista que, antes de conocer a Detlef, había sido amante de Rainer María Rilke. Eso es lo que el maestro de escuela, que hablaba de ella familiarmente como "la Lou", había contado y así lo habían creído todos.
Tras su jubilación, dijo que quería dedicarse a su auténtica pasión y abrió la galería ART.DEGO en el barrio de Schöneberg de Berlín. Trabajaba con artistas radicados en la capital alemana y de vez en cuando, a partir de 2003, sacaba al mercado alguna de las obras de Lou Albert-Lasard, siempre de los años 20, y que ésta le habría regalado antes de su muerte en París, en 1969, según su versión. Con estas ventas habría llegado a ganar, según cálculos de la Fiscalía, unos 100.000 euros. También regaló algunos cuadros, por ejemplo a una vecina, que decía sentirse "abrumada por su generosidad", según declaraciones a Tagespiegel.
El caso es que los cuadros fueron pasando de mano en mano hasta que levantaron sospechas en la casa de subastas Villa Grisebach, una de las más importantes de Alemania. "Nos llegaron varias ofertas al mismo tiempo de obras muy, muy parecidas, y comenzamos a sospechar", ha relatado la directora de ventas Micaela Kapitzky. El registro de la galería no dio resultado alguno, pero una posterior visita a su casa por parte de la policía, permitió encontrar el sello que supuestamente garantizaba que la obra pertenecía al legado de la pintora franco-alemana. Dos días después de este registro, Gosselck confesó que él mismo había pintado los cuadros, alrededor de 100.
Tras el interrogatorio de la policía, no volvió a casa y su mujer denunció la desaparición 72 horas más tarde, pero no volvió a verlo hasta que la llamaron desde el depósito de cadáveres.
La policía busca ahora a los compradores de acuarelas, óleos y litografías que Gosselck puso en circulación que suelen mostrar motivos de la vida cotidiana del Berlín de los años 20. Muchas de estas obras fueron subastadas por buenas causas. "Estamos consternados por su muerte, apoyó nuestra obra social durante 14 años y las donaciones de las subastas han hecho mucho por mucha gente", ha declarado un portavoz de la iglesia evangélica de Berlín. Hace solo un año, el propio Gosselck, martillo en mano, habría dirigido con gracia y acierto una subasta en la Iglesia de la Santa Cruz, del barrio de Kreuzberg.