Turner Prize: el arte de escandalizar
El premio, que cumple 30 años, recibe elogios por su atrevimiento, pero también duras críticas.
Los legos en la materia se preguntan si las creaciones de muchos artistas contemporáneos se pueden considerar verdadero arte o es una manera de llamar la atención en una sociedad cada vez más mediática. O una tomadura de pelo. Pregunta de actualidad si se visita una de las exposiciones de los finalistas del Turner Prize en Derry, Irlanda del Norte -designada este año Ciudad de la Cultura británica- localidad que la organización ha elegido para mostrar las obras finalistas.
Uno de los más prestigiosos galardones de arte contemporáneo, el Turner es también el de mayor expectación. No ya por el arte que se exhibe, sino por el escándalo de algunos de sus trabajos. Instaurado por la Tate Gallery de Londres en 1984, el premio ha ido adquiriendo fama a cada edición. Y esta, que se fallará el 2 diciembre del 2013, es su trigésima entrega. El galardón lleva el nombre del pintor inglés Joseph Turner, un artista del XIX que también provocó posturas encontradas por su obra rompedora.
Los Turner nacieron de la mente de un grupo de mecenas encandilados con la nueva onda. Y decidieron apoyar a los creadores noveles. Cualquier artista británico menor de 50 años puede participar. Y si no eres ciudadano de las islas, también: basta con que trabajes allí o lleves una temporada viviendo en su terruño. La sustanciosa cantidad que recibe el agraciado, casi 30.000 euros, animaría incluso a más de uno a nacionalizarse.
Lo atractivo de los Turner es su posicionamiento por el arte no convencional. Crear a la antigua apenas tiene cabida. En las distintas categorías del premio -pintura, escultura e instalación, fotografía y vídeo- lo que prima es el impacto. Y el escándalo está asegurado. En sus 30 años artistas hoy consagrados como Roger Hiorns, Anish Kapoor, Damien Hirst o Tracey Emin hicieron sus primeros pinitos.
Las citas más comentadas tuvieron como protagonistas a Damien Hirst, en 1994, con una vaca y su ternero embalsamados dentro de dos tanques de formol o, en otra participación, un tiburón. Tracey Emin, integrante del Grupo de Jóvenes Artistas británicos, desafió a la crítica con una cama a medio hacer rodeada de botellas, ropa, preservativos usados y sábanas ensangrentadas. Una oda al desenfreno con final en el catre. Chris Ofili, que presentó un acrílico en los Turner, incomodó en Nueva York con una virgen María elaborada con excremento de elefante, todo un insulto para el gobierno municipal del entonces alcalde Giuliani. La polémica de estos galardones requiere también de presentadores polémicos. La Tate escoge cada año a un personaje para hacer la presentación de los Turner, preferentemente alguien que atraiga a los focos. En el 2003 le tocó a Madonna, que no defraudó con un discurso que un sector calificó de grosero.
El premio gozó de presencia gallega en el 2010, cuando la coruñesa afincada en Londres Ángela de la Cruz quedó finalista por After. En este trabajo hacía convivir en armonía la escultura y la pintura.
Los candidatos del 2013 son Tino Sehgal, Lynette Yiadom-Boakye, David Shrigley y Laure Provoust. El primero presenta la performance These Association, en la que una nave vacía es lugar de encuentro entre personas. El jurado destacó a Lynette Yiadom-Boakye por sus intrigantes retratos de personajes imaginarios. David Shrigley pretende conectar con la percepción del público con un desenfadado modelo escultórico que evoca al Manneken Pis, ahora miccionando en un caldero. El inglés fusiona en David Shrigley: Brain Activity cuadros, fotografías y vídeo. Por último, la francesa Laure Provoust, con Wantee y un conjunto de instalaciones en las que un vídeo muestra cómo se alimentan los pájaros, se ganó las simpatías del jurado por su mezcla de sorpresa e imaginación.
Cuatro candidatos para el premio Turner que, sin duda, impulsa al estrellato a los jóvenes y vanguardistas talentos. Que haya escándalo y cuanto más ruido mejor, quizás sea lo que importa.