Cara a cara con el nuevo 'velázquez'
Es alto, grande y espectacular, aunque en sus casi 400 años de vida haya sufrido los vaivenes de una existencia accidentada que ha dejado huellas precisas sobre su piel.
Mutilaciones, cortes, golpes, agua, pero también áreas casi perfectas. La visita de EL PAÍS es su primer encuentro cara a cara con la prensa.
Por eso, el museo Yale University Art Gallery ha decidido sacarlo de la oscuridad del almacén en el que ha vivido durante los últimos 70 años y presentarlo en privado en la cuarta planta de ese inquietante edificio diseñado por el gran Louis Kahn, que alberga los espacios principales del museo en New Haven (Connecticut).
Allí, en una sala de estudio silenciosa, rebosante de libros de arte, una niña de pómulos rosados mira de frente al visitante mientras una mujer con manto amarillo y un hombre de barba canosa, con un gato y un perro durmiendo a sus pies, intercambian miradas y la enseñan a leer. Son los protagonistas del lienzo de 168 - 136 centímetros La educación de la Virgen, cuya reciente atribución a la etapa sevillana de Velázquez, realizada por el conservador de arte europeo del Museo de Bellas Artes de San Diego, John Marciari, y defendida en un ensayo en la revista española Ars Magazine, ha provocado un sonado revuelo entre quienes se dedican al complejo arte de las atribuciones pictóricas.
Laurence B. Kanter, conservador jefe de pintura europea de la Yale University Art Gallery y jefe de Marciari hasta que este cambió de institución en 2008, es el hombre que vela por la salud y el futuro de una obra que muestra a santa Ana y a su marido Joaquín enseñando a leer a una Virgen aún niña. Kanter no tiene dudas sobre la autoría de este lienzo, que vivió desde los años cuarenta en el almacén de la Yale University Art Gallery bajo el epígrafe Pintura de la escuela española del siglo XVII y cuyo personaje central mira directo a los ojos del espectador, aunque ese sello tan velazqueño aún no haya sido corroborado por el Museo del Prado, la máxima autoridad en este campo. "El estudio de Marciari es una invitación abierta a los expertos de todo el planeta para que vengan a ver el cuadro y den su opinión. Hemos sido muy cuidadosos en la investigación precisamente porque sabemos la repercusión que puede tener la aparición de un nuevo velázquez, pero queremos que los expertos se pronuncien. Necesitamos ayuda. Primero para corroborar la autoría, aunque nosotros ya no tengamos dudas, pero queremos tener una opinión lo más sólida y unánime posible. Además, es especialmente importante estar de acuerdo para restaurar el cuadro, puesto que si es un velázquez los métodos de restauración difieren de los genéricos".
Kanter, con la pasión que caracteriza a aquellos afortunados que aman su trabajo -lleva más de tres décadas dedicado a estudiar la pintura europea de los siglos XIII a XVI, con especial énfasis en la pintura italiana-, explica con todo detalle los retos que se presentan para la restauración de esta joya que tendrá un espacio reservado en la ampliación del museo, que se abrirá en 2012. "El artista sevillano era excepcional. Pintaba utilizando diferentes capas de color y por tanto, en zonas como la del manto amarillo de santa Ana, muy deteriorado por sucesivas limpiezas mal hechas -es probable que el lienzo estuviera en un altar y el humo de las velas manchara el área y se limpiara una y otra vez, disolviendo capas de color-, la restauración será muy complicada".
Además, hay puntos en los que esas capas han desaparecido dejando al descubierto las intenciones del autor, como ese manto que pintó alrededor de la cabeza de la santa y del que después decidió borrar una parte que hoy vuelve a estar a la vista. "En ese caso, ¿qué habría que hacer? ¿Dejar el manto entero o pintar encima como hizo Velázquez? Ahí ya entramos en cuestiones éticas porque, aunque él tapó esa parte de ese manto, hoy al desnudo también lleva su firma. A veces lo difícil es decidir qué no hacer".
Kanter recorre de arriba abajo el lienzo indicando los puntos de "genialidad absoluta" del artista, como ese plato de cerámica "con ese volumen y esa luz tan realista de la izquierda", o esa silla en la que "unas pinceladas te hacen sentir la materia... Esa es la magia de Velázquez". Kanter fue el primero en fijarse en la categoría de este lienzo cuando al asumir su cargo en 2002 revisó todas las obras almacenadas en los sótanos de la Yale University Art Gallery y rescató varias de ellas "por su alta calidad" y con el objetivo de restaurarlas. "Así descubrimos también obras de Fra Angélico y Van Dyke a las que nadie le había prestado atención. Dos años después, Marciari comenzó a trabajar conmigo y se fijó en el cuadro. Fue él quien llegó a la conclusión de que podía ser un velázquez. Yo le apoyé, pero no estaba del todo convencido. Sin embargo, después de pasarme dos días en la exposición que la National Gallery de Londres le dedicó al artista en 2006, todas las dudas se volatilizaron. Ver reproducciones no sirve".
Ante la propuesta que algunos expertos han lanzado de celebrar un congreso para discutir la pieza, Kanter no se muestra muy convencido. "Lo importante no es que opine mucha gente, sino que opinen quienes realmente saben, que es muy diferente. Y son pocos". Pero asegura que, si el Museo del Prado considerara que lo mejor es llevarlo a Madrid y analizar la obra en el contexto de su colección, apoyaría la iniciativa. No obstante, ¿qué ocurriría si el Prado no corroborara la autoría? "Entonces tendrían que decirnos quién es el autor, porque no hay duda de que este es un cuadro de muchísima calidad, y si no es de Velázquez, estaríamos ante un nuevo maestro de nombre desconocido hasta ahora".