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Egipto: guerra abierta a los grafitis de la revolución

Egipto: guerra abierta a los grafitis de la revolución

Las autoridades quieren instaurar multas y penas de hasta cuatro años de cárcel. Desde 2011, las pintadas se han convertido en un 'arma' de reivindicación ciudadana.


Hasta el 25 de enero de 2011 los muros egipcios fueron un erial en mitad de un país secuestrado por polis y corruptos. Aquel día, el primero del levantamiento contra Hosni Mubarak, el cemento rompió a hablar. Desde entonces no ha callado. Las tapias han gritado los episodios más crudos de una transición enmarañada, nunca acabada. Ahora las nuevas autoridades, surgidas de la asonada que desalojó a los islamistas de la presidencia, amenazan con amordazar los grafitis a golpe de multas y trena.


"Los poderosos detestan la libertad de expresión y quieren reescribir la historia. Los grafitis son el fruto más palpable de la revolución", relata a EL MUNDO Gamal Eid, director de la Red Árabe para la Información de los Derechos Humanos. El Gobierno interino, autor de la draconiana ley que restringe el derecho de manifestación y ha incendiado la calle, trabaja en una nueva norma que declara la guerra a los grafitis que han florecido en estos últimos tres años de vértigo.


El proyecto prohíbe las pintadas "difamatorias" en los muros de instituciones públicas y privadas y fija penas de hasta cuatro años de cárcel y multas de 100.000 libras egipcias para los infractores, además de la confiscación del material utilizado. Castigos extremadamente severos si se compara con la impunidad que disfrutan policías y militares involucrados en la sangrienta represión de las protestas.


La tarea de 'cazar' a los insurrectos recaerá en comités vecinales, ha detallado el ministro de Desarrollo Local Adel Labib, general de la policía retirado y gobernador en tiempos de Mubarak. El objetivo -arguye el adalid de la norma- es erradicar de las calles las pintadas islamistas que acusan de "traidor" y "asesino" al comandante en jefe de las fuerzas Abdelfatah al Sisi, el "hombre fuerte" del país.


"Pero ¿qué pasará con los grafiteros que luchan desde hace años contra el ejército y a los que tampoco les gusta Al Sisi?", se pregunta Don Karl, editor y escritor alemán que publicará la próxima primavera 'Walls of Freedom' (Muros de libertad, en inglés), una completa obra sobre el fenómeno grafitero egipcio desde su génesis en la revolución de 2011.


"Hay un temor razonable a que se intente acabar con los revolucionarios después de terminar con los islamistas. Ese parece ser el plan, pero probablemente las autoridades tendrán que hacer frente a una nueva oleada revolucionaria antes de poder aplicarlo", agrega. Y advierte: "Si el régimen es tan estúpido como para tocar a estos artistas, empujará a la gente a las calles".


Pintadas contra 'el relato oficial'.

No es la primera vez que los grafitis son el blanco de la censura. Desde el ocaso del dictador, las obras han desafiado el relato oficial recordando el rostro de los fallecidos en las protestas o de los torturados hasta la muerte en las comisarías de todo el país; denunciando la brutalidad policial o alzando la voz contra las matanzas perpetradas por el ejército como la que en octubre de 2011 sesgó la vida de una veintena de cristianos coptos a las puertas de la sede de la radiotelevisión pública.


Incluso se han rebelado contra los bloques de hormigón colocados por los uniformados en el centro de El Cairo para cerrar el camino hacia el cuartel general del Ministerio del Interior. Poco después de que su instalación convirtiera el corazón de la ciudad en un laberinto, una legión de dibujantes garabateó en el cemento transeúntes bajo un arco iris o la imagen de la calle tapiada.


"Además de haber dado salido a quejas y demandas de cambio, los grafitis se han convertido en una herramienta de comunicación muy importante desde el 'día uno' de la revolución, empezando por algo tan simple como proporcionar información de seguridad o mensajes destinados a los manifestantes hasta explicar declaraciones constitucionales en los muros", esboza Karl.


"Si no se está familiarizado con el grado de propaganda y distorsión 'orwelliana' de la realidad por parte de los medios de comunicación estatales y privados, puede ser difícil entender cómo los murales de la revolución han tenido un impacto tan grande sobre el pueblo egipcio", añade.


Con la televisión y la prensa rendidas a los generales, los grafitis mantienen viva "la historia que el 'estado profundo' trata de ocultar", sostiene Karl. De hecho, algunas de las pintadas han sufrido ataques furibundos. Otras, en cambio, han ido actualizándose al ritmo de una mudanza democrática repleta de fugaces avances e inesperados retrocesos. "Ha sido una explosión. La mayoría de los artistas nunca había pintado un grafiti antes de la revolución. No hubo tiempo para aprender y se terminaron desarrollando algunas técnicas únicas", explica Karl. "Definitivamente hay un estilo egipcio", resuelve.


Esta insólita revolución urbana -tan vibrante como el desafío al poder que aún palpita en las arterias de El Cairo- vive amenazada ahora por la cal de unas autoridades que no toleran la disidencia, ya sea en la calle o sobre los muros. "Banksy no es bienvenido en el nuevo Egipto", lamenta una conocida bloguera egipcia. "Al final es la gente de los barrios la que puede impedir el trabajo de un grafitero si no le gusta. Pero no la policía", sentencia el artista Teneen.

Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: El Mundo (FRANCISCO CARRIÓN | El Cairo) | Fecha: 29/11/2013 | Ver todas las noticias



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