Obras de arte con envoltorio gris
La galerista Oliva Arauna reabre su local tras 18 meses de clausura por orden municipal.
Han sido 18 meses negros, pero Oliva Arauna reabre el 9 de enero con más ilusión que nunca. Muchos pensaban que el parón decretado por el Ayuntamiento acabaría en cierre definitivo. No contaban con el tesón y la capacidad de resistencia de la prestigiosa galerista. La luminosa fachada que originó la discordia ha sido trasformada a base de más hormigón y menos cristal y, por fin, ya tiene todo listo para abrir sus reinventadas puertas con una exposición colectiva dedicada a sus fieles artistas: Alfredo Jaar, Per Barklay, Juan Carlos Robles, Botto & Bruno, Jorge Molder, Zwelethu Mthethwa, Adriana Molder y Alexandra Ranner. Por fuera, el local de Barquillo, 29 es menos cosmopolita. Por dentro, seguirá siendo el escaparate artístico del mismo primer nivel que tuvo durante 19 años en el barrio de Salamanca y en Chueca desde 2004.
Pero en este duro año y medio, no solo ha desaparecido la trasparencia de la fachada. Oliva Arauna prefiere no evaluar las pérdidas sufridas en un tiempo en el que el sector sufre uno de sus peores momentos por la crisis y por las consecuencias del IVA del 21% que ahora graba las ventas. “Me ha afectado muchísimo, claro. Tantos meses de cierre pueden llevarse cualquier negocio por delante. Soy optimista y, lejos de lloriquear, prefiero echarle ilusión y reabrir con toda la energía posible”.
Aunque se resista, confiesa que en el camino, además de ventas, ha perdido algunos artistas que no han tenido paciencia y han buscado otras galerías. Prefiere no dar sus nombres. También tuvo que despedir a dos de las cuatro personas que trabajaban con ella y confiesa que no toda la profesión la ha apoyado. “Sí he recibido el calor de la mayor parte de mis colegas. Pero me ha dolido la actitud de unos pocos que, lejos de preguntarme, han preferido darme por muerta y asegurar por ahí que cerraba. Eso es tan incierto que no solo abro ya mismo sino que estaré en Arco y en Maco”.
Cuando contempla la nueva fachada, comenta con resignación que la palabra que le viene a la cabeza es vulgaridad. “El edificio se ha despersonalizado. Por fuera, nada incita a deambular por las obras que expondremos dentro. No hay belleza. Pero quien acceda encontrará unas salas cargadas de creación, eso sí”.
En la denuncia interpuesta por un negocio de ocio próximo a la galería y asumida por el Ayuntamiento, se argumentaba que la fachada incumplía el Plan General de Ordenación Urbana con respecto a la recuperación de elementos histórico-artísticos. “Cuando compré el edificio, aquí solo había neones propios del local nocturno con espectáculos de drag queens. Se me exigía respetar el aspecto original de la fachada; algo imposible porque no se conservan fotografías antiguas y la calle Barquillo no es famosa por sus edificios y aceras, como ocurre en otros lugares”.
Lo cierto es que todo se fue enredando. Perdió el contencioso administrativo que interpuso y acabó renunciando a su llamativos ventanales. “Ha sido un tiempo malísimo. Ahora abro aunque la licencia definitiva aún no la tengo. Me he sometido a sus dictámenes y espero que los problemas hayan terminado”, confiesa cruzando los dedos.
Pese a todo, Oliva Arauna no se arrepiente en absoluto de su dedicación al negocio del arte aunque, por orígenes familiares y entorno, son muchos los que la veían más en el ámbito empresarial. Su inequívoca vocación de galerista se fue incubando con el tiempo y ya no se imagina a sí misma en otra actividad que no sea el vivir en medio del arte contemporáneo. “La palabra clave para mí es ilusión. con ella empecé y la mantengo intacta”.