“El museo tiene la obligación de reescribir la historia”
Al frente de un centro asediado por los recortes y en plena ampliación, el gestor, nuevo presidente del Comité Internacional para Museos y Colecciones de Arte Moderno y Contemporáneo, propone una revolución para encarar el futuro de la institución.
Bartomeu Marí (Ibiza, 1966), licenciado en Filosofía, emigró a Bélgica en 1989 sin casi acabar los estudios. Después de cinco años en una fundación de arquitectura, volvió a España para trabajar con Vicente Todolí en el IVAM, y a finales de 1995 fue elegido director del centro de arte Witte de With, en Rotterdam. Allí pasó seis años. Antes de regresar a Barcelona en 2004, dirigió el proyecto de constitución del Centro Internacional de Cultura Contemporánea en la Tabacelera de San Sebastián. De ahí, al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), donde fue jefe del departamento de exposiciones hasta 2008, cuando, tras la marcha de Manuel Borja-Villel al Reina Sofía, fue nombrado director. Ahora a Marí le toca gestionar una etapa del museo barcelonés a la vez convulsa y estimulante: con severos recortes presupuestarios, pero también con sustanciales ampliaciones del espacio y de las colecciones. Su logro más reciente ha sido su nombramiento como presidente del Comité Internacional para Museos y Colecciones de Arte Moderno y Contemporáneo.
Pregunta. ¿Qué función tiene ese Comité Internacional?
Respuesta. Es una organización profesional que engloba museos de todo el mundo, desde los más conocidos (Tate o MoMA) hasta los de más reciente creación. Son mis colegas de otros museos los que me han elegido presidente por tres años, y fundamentalmente el reto es mantener la excelencia intelectual de los debates que la organización promueve sobre el futuro de la institución museística en el mundo. Y desde esta persectiva se ve claramente que la crisis atenaza el viejo mundo, pero que los nuevos mundos tiene biorritmos muy diferentes. Asia, África, Sudamérica están adquiriendo voz propia. Oriente Medio y África van a ser las arterias de las nuevas áreas de creación artísica e institucional. Iremos a África a buscar inspiración y nuevos modelos de relación entre producción cultural y ciudadanía.
P. ¿Por qué Barcelona no es más estimulante en el escenario del arte contemporáneo? ¿Qué puede o debe hacer un museo como el MACBA en este contexto algo apático?
R. Barcelona es una ciudad moderna que digiere con dificultad el impulso de la vanguardia. El MACBA debe aportar gusto por el riesgo y hábito de la nuevo, para imaginar que el mundo puede ser de otras maneras. Si el MACBA físicamente es un cubo blanco, ideológicamente ha superado completamente la ideología moderna que lo creó. Lo ha superado porque interroga la producción artística que pone en cuestión el arte moderno en su sentido más clásico. El arte contemporáneo no está hecho sólo para el ojo, implica otros sentidos, especialmente el oído y el tacto. Es como si pusiéramos carne y piel al museo, lo dotamos de una sensibilidad total.
P. En cuanto al oído, hicieron ustedes una exposición en el año 2011 sobre arte sonoro…
R. ¡Volumen! situaba la voz humana como materia prima del arte, una invención de las vanguardias de principios del siglo XX que ahora empezamos a entender. Fue una declaración de intenciones que tendrá una continuidad muy importante, ahora y en el futuro. Y esa continuidad incluirá la tradición de la performance, las formas efímeras de arte, el no-teatro, las otras danzas. Me interesan los formatos que se nutren de temporalidades concretas donde el tiempo es una materia más, no solo una condición de nuestra existencia.
P. Se ve en las inauguraciones que el museo se llena, pero uno tiene la sensación de que es gente ya convencida, de un tipo de juventud muy determinado y que, en fin, los discursos artísticos operan como una decoración, como una retórica y no afectan al meollo de la vida real ni de la conciencia ciudadana.
R. Ese es el pasado. El museo de hoy trabaja para todos, y esto no lo digo en sentido ecuménico sino desde la idea de participación en un proceso de maduración sensible e intelectual de nuestra sociedad. Creo que para que nuestra sensibilidad madure y nuestra alfabetización visual se complete, la experiencia del arte es esencial. Si la literatura contribuye, ayuda a percibir el arte, el arte nos enseña a leer. El arte es a nuestra experienca del mundo lo que el latín a las lenguas romances: el arcano de todo. Todo proviene de las prácticas artísticas, y en muchos casos, además son saqueadas y desvirtuadas. Gran parte de la publicidad con la que nos bombardean procede de los hallazgos de los artistas. En realidad, el arte tiene un vínculo con la realidad, con lo cotidiano, muy intenso.
P. La crisis ha afectado mucho, en lo financiero y por tanto en la posiblidad de crecer, incluso de programar, a museos como el MACBA. ¿Cómo ve ese museo dentro de cinco años?
R. Será mucho más independiente de las aportaciones públicas, de las subvenciones, y se financiará más con sus propios recursos. Será como una gran esponja con múltiples entradas y salidas, y en su entorno tendrán lugar numerosos acontecimientos simultáneos, desde los más convencionales (exposiciones) hasta hechos que no tienen nombre todavía. La imagen de la esponja va asociada a la idea de absorber y de devolver al exterior aquello que su entorno va generando. Y dentro de cinco años el MACBA será una de las instiutuciones más celebradas de nuestro entorno. Será un lugar social y estará hecho por sus usuarios. Será un espacio donde conciliar conocimiento y placer, opinión y emoción. E insisto en la idea de dotarlo de carne y piel, darle un sistema nervioso donde las impresiones fÍsicas se convierten en ideas, y las ideas, en acciones.
P. ¿Cómo definiría el cambio que ha impreso usted al Macba, en relación a la etapa de su antecesor, Borja-Villel, que hizo una programación muy alusiva a la idea de revolución?
R. De él aprendí mucho, pero me inspira todavía la figura de Pontus Hultén, que fue uno de los primeros directores del Centro Pompidou pero que trabajó largamente desde el Museo de Arte Moderno de Estocolmo. Hultén vinculó las vanguardias de principios de siglo con las de su tiempo, la segunda mitad del siglo XX. Yo todavía creo que el cambio de lo colectivo es una suma de cambios de subjetividades, y creo que nos está costando demasiado romper con las autoridades de los últimos 50 años. El museo tiene la obligación de reescribir la historia permanentemente. Cada generación reescribe el relato que hereda de sus predecesores.
P. ¿Qué supone para el museo la incorporación del edificio del FAD?
R. Es nuestra primera ampliación. El centro de gravedad del museo se encontrará en una plaza pública, en el centro de Barcelona y con una gran oportunidad para reinventar el museo. La plaza es un organismo vivo e imprevisible donde rigen las leyes del azar. Nos ayuda a considerar que la cultura de nuestra ciudad, de nuestro país, ya no es blanca y masculina: es babélica y politeísta…