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David Afkham: «Sin la cultura no somos nada. Es lo que nos define como personas»

David Afkham: «Sin la cultura no somos nada. Es lo que nos define como personas»

El nuevo director principal de la Orquesta Nacional de España dirigirá este fin de semana un programa que incluye obras de Schoenberg, Wagner y Mahler.


Atractivo, carismático, audaz, altamente cualificado y apasionado por los retos. Este podría ser el perfil de James Bond, pero nos referimos a David Afkham (Friburgo, 1983), el nuevo director principal de la Orquesta Nacional de España (ONE), que comenzará a ejercer tal responsabilidad la próxima temporada, por espacio de tres años. Su solidez como músico, a pesar de su juventud, su energía y su brillante futuro le hicieron acreedor del interés de los responsables culturales de los dos últimos Gobiernos (el pasado, con el PSOE, y el actual, con el PP) para ficharle en sustitución de Josep Pons, quien había concluido su contrato. A eso se sumaba, punto importante, el buen feeling creado con la agrupación nacional, que recibió con gran satisfacción la elección (truncada inicialmente con el cambio de gobierno y resulta favorablemente después).


Tras su nombramiento y presentación oficial el pasado mes de mayo, el director alemán se pone por primera vez al frente de la ONE este fin de semana con un exigenteprograma que incluye las «Cinco piezas, opus 16» de Schoenberg, «Wesendock Lieder», de Wagner (con la participación de la contralto Nathalie Stutztmann), y la «Primera sinfonía “Titán”», de Mahler.


La personalidad de la orquesta.

Aunque todavía le quedan unos meses para incorporarse a su titularidad, Afkham ya ha perfilado y comentado de manera pública algunos de los objetivos al frente de la ONE, como el de que esta tenga un sonido propio. «Mi intención no es crear un sonido nuevo –matiza en una entrevista con ABC–, la idea es sacar la personalidad de la orquesta en el contexto de cada compositor. Debe tener un estilo diferente cuando toca Brahms, Mahler, Schoenberg o Chaikovski».


Una labor para la que es preciso conocer muy bien a la formación, y a cada uno de sus músico. «Sí, es verdad. Pero creo que ya la conozco, pues la he dirigido en más de diez ocasiones. Sé cómo reaccionan, cómo pueden tocar. Me siento muy feliz cada vez que me reecuentro con ella», asegura. «Algo relacionado con el sonido –continúa– es que tienen una maravillosa energía, es muy intensa, brillante y eso es algo que siempre espero cuando vuelvo».


Fueron precisamente estas cualidades las que enamoraron al director alemán. «Para mí es muy importante el carácter y las personalidades de los músicos, y estas me gustan mucho. Es una combinación fantástica para hacer música juntos».


En el debe, o entre los aspectos que habría que mejorar, se refiere a la «flexibilidad» de la orquesta. «Tener diferentes estilos. También la idea de la música de cámara. Es fundamental que los músicos se escuchen los unos a los otros, y a partir de ahí crear juntos una sinfonía completa. Eso es importante. Esto es un viaje. Veremos que pasa...».


Comparado con Gustavo Dudamel, asegura que son amigos «y he trabajado con él muchas veces. Me gusta mucho, pero yo no soy Gustavo. El peligro de las etiquetas mediáticas es caer en ellas. Yo trabajo con la música y con la orquesta, y se la acerco al público. Esa es mi labor». Con muchas expectativas volcadas en él, la presión no supone un problema. «Todas las semanas cada vez que dirijo siento presión. Sí me siento algo nervioso -reconoce-, porque sé que existen esas expectativas, pero más que sentir presión, yo lo llamaría energía positiva».


Sin salida.

Aunque empezó estudiando con 6 años violín y piano, con 15 años de decantó por la dirección de orquesta. «Buscaba algo más que solo tocar, algo que hice mucho. Estaba interesado en otras cosas además de la música: idiomas, historia... Buscaba algo que reuniera todo aquello que me interesaba. Mi gran pasión era trabajar con mucha gente. Cuando tocas el piano estás solo. Cuando probé la dirección me anamoré y ya no había escapatoria», bromea.


A lo largo de su trayectoria, ha colaborado con directores de la talla de Valery Gergiev o Bernard Haitink, de los que ha recibido valiosos consejos. El más importante para él, que sigue con devoción «que hay que servir siempre a la música, al compositor, a los músicos y dejar que salga de ellos el sonidos. Yo no soy el líder, es algo que hacemos juntos. El sonido no viene de fuera, tiene que surgir del interior de la orquesta, de los músicos. Esa es mi filosofía. Yo no soy un dictador que impone, el sonido tiene que salir de dentro de la orquesta. Yo no soy importante».


Con 30 años, Afkham pertenece a una nueva generación de directores muy alejados del estilo dictatorial de sus predecesores. «Ahora es más democrático, no como sucedía con Karajan, Klemplerer, Fürtwangler, que eran los líderes. Pero la base es la misma, darlo todo por la música, por la orquesta... Para mí es lo más importante. No tiene nada que ver con el show, con los medios de comunicación..., lo que cuenta es la música».


En cuanto a la relación con el público, el director alemán alerta: «Tenemos que tener cuidado para que el arte no quede al margen de la sociedad, como algo reservado solo para los especialistas... El arte debe estar dirigido y servir a la sociedad, y esta debe reclamarlo. Deben estar al mismo nivel, tanto los que reciben el arte como quienes lo realizan, pues nuestras raíces son las mismas. Todos formamos parte de una misma sociedad. Y, por encima del dinero, el materialismo..., los seres humanos no somos nada sin el arte. Es el arte es el que nos define como personas».


En su nueva aventura con la ONE, tampoco se olvida de su coro con el que espera abordar «bellos programas». «Quiero tener una relación muy cercana tanto con él como con la orquesta, como si fueran mi familia. Ese es mi objetivo».


Schoenberg, Wagner y Mahler.

Las tres piezas que sonorán este fin de semana representan un exigente programa para la ONE. «Quería hacer Mahler con la orquesta, porque todavía no lo había abordado con ella, con la que sí había trabajado a Strauss, Brahms, Bruckner... Y me gusta su 'Primera sinfonía', en la que era joven pero en ella ya se puede escuchar al Mahler posterior. Sucede lo mismo con la obra de Schoenberg, 'Cinco piezas, opus 16'. Era una de las primeras obras escritas en el periodo de la atonalidad. En ella se puede escuchar también al Schoenberg más antiguo y también al más reciente. Y con Wanger pasa lo mismo. en 'Wesendock Lieder' (compuestos sobre poemas de Mathilde Wesendonck, de la que estuvo enamorado el compositor mientras componía 'Tristán e Isolda') Se puede escuchar el pasado y el futuro. 'Tristán...' fue una revolución. Todas ellas están relacionadas de una manera simbólica con la muerte, la lucha, la resurrección... Todas ellas tienen en su interior conexiones y paralelismos. Me parecía bonito e interesante interpretarlas juntas y acercárselas al público».


Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: ABC (SUSANA GAVIÑA / MADRID) | Fecha: 10/01/2014 | Ver todas las noticias



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