La moda masculina se libera
La pasarela de Milán abre una apuesta por lo informal y por la demolición de convenciones para el invierno de 2014.
En un mundo cada vez más atenazado por las convenciones, Donatella Versace apuesta porque los hombres se disfracen de algo tan incongruente como cowboys motoristas para romper con ellas. Su colección para otoño / invierno 2014 parece tomar a un campeón de rodeo e integrarlo en la banda motera de los Ángeles del Infierno. Con el desfile del sábado, Versace ponía una nota festiva a las ya muy optimistas noticias que estos días se cruzan en Milán sobre la posible venta de un 20% de la compañía, por una cifra entre 250 y 850 millones de euros, a un fondo con participación italiana y catarí. Una transacción que engrosaría la fortuna de Allegra, la hija de Donatella y principal accionista. No es extraño que la familia esté de buen humor.
La capital de la moda italiana organiza, desde el sábado y hasta el próximo martes, una cita llamada a reclamar su hegemonía en el universo del vestir para hombre. Con 71 colecciones y casi 40 desfiles en cuatro días, Milán saca pecho ante los británicos, que hasta el 8 de enero celebraron la cuarta temporada de su joven pasarela masculina. También ante sus vecinos florentinos, que acaban de cerrar la 85ª edición de Pitti Uomo, la feria más importante del sector. Pero esta vez la mera exhibición de cifras no parece suficiente y Milán también quiere jugar la partida de la modernidad.
A menudo, se acusa a la pasarela milanesa de ser conservadora y poco creativa. Tal vez por eso Stefano Pilati, un italiano que pasó ocho años en París al frente de una firma tan legendaria como Yves Saint Laurent, quiso introducir algo de “majestuosidad” a su segunda incursión en el imaginario de Ermenegildo Zegna. Un vídeo que partía del espacio exterior —Gravity también hace estragos en la moda— para terminar en el lugar que acogerá la Exposición Universal de Milán en 2015, introducía una propuesta que aleja a la firma del convencional terreno de los trajes para la oficina. Siluetas inesperadas en las que las chaquetas se transforman en bufandas o que mezclan referencias tan alejadas como la carrera espacial y el estilo campestre británico son su forma de insuflar informalidad y nervio creativo al inapelable dominio italiano de la confección y el textil masculino.
La apuesta por lo informal es constante. Tomas Maier incorpora pantalones de bajo abullonado, como los de chándal, y otros guiños atléticos al impecable vocabulario de Bottega Veneta. “La colección trata sobre la versatilidad y la facilidad”, asegura el alemán. Aunque no resulte evidente a primera vista, sus abrigos reversibles apuntan en la misma dirección que los hombres con coronas de Dolce & Gabbana (inspirados por los normandos que invadieron Sicilia en el siglo XI): nadie quiere parecer excesivamente grave y, mucho menos, corporativo.
Toca aparentar ligereza y aflojarse tanto el cinturón como la corbata. Esta, como corresponde a cada oleada de relajación, se bate en retirada. Cuesta encontrarla en la mayoría de los desfiles y, cuando finalmente aparece, es de una forma pervertida. Miuccia Prada cubre los cuellos de sus modelos con pañuelos de seda anudados lateralmente. La de Prada es una propuesta sin tiempo, acompañada por una sincopada y experimental combinación musical de piezas de Nina Hagen, de Kurt Weill o sacadas de los espectáculos de Pina Bausch. La banda sonora, seleccionada por Fréderic Sanchez e interpretada por el grupo L’Usignolo, resultaba tan ajena a las reglas conocidas como sus extraños y sombríos conjuntos. Siluetas con sabor a expresionista y en las que colisionan pantalones fluidos, bufandas de pelo, chalecos acolchados y zapatones.
Hay que admitir que no todo el mundo se mueve con la misma gracia en este nuevo marco de improvisación y libertad. Allí donde se atasca el equipo creativo que ha tomado el relevo de Jil Sander (tras la tercera salida de su propia firma), triunfa Massimiliano Giornetti. El director creativo de Salvatore Ferragamo logró que sus modelos parecieran elegantes y naturales mientras trotaban al ritmo de Pulp con chaquetas cortas que exhibían las caderas y botas que enredaban con los bajos de los pantalones. Las americanas cruzadas con cinturón evocaban las chaquetas deportivas del principio del siglo XX de una forma contemporánea y muy poco nostálgica.
Aunque nadie se ha esforzado tanto por quitarle a Milán la pátina de oficinista gris de una bofetada como John Varvatos. El estadounidense cerró su presentación junto a la banda Kiss. Es difícil resultar menos convencional y corporativo que Gene Simmons y compañía.