Cultura debate la salida de España de un tapiz que perteneció a Enrique VIII
El estudio previo a la posible venta y exportación de la pieza, en manos de un coleccionista español, ha revelado su gran valor para el patrimonio nacional.
Los ojos de Enrique VIII miraron este tapiz que acaba de aparecer en España. Es único, y pertenece a una colección particular española. Está siendo analizado por los responsables de la Junta de Valoración y Exportación de Bienes Culturales, porque el coleccionista madrileño al que pertenece solicitó el año pasado un permiso de exportación para esta obra con el fin de proceder a su venta. Todo parece indicar que su importancia y el sentido común harán imposible su salida de España.
Según ha podido saber ABC de fuentes de este órgano consultivo del Ministerio de Cultura, las pesquisas han llevado a los técnicos a concluir que se trata de un tapiz que perteneció al rey Enrique VIII de Inglaterra y que figura en un inventario de Hampton Court de 1547. Lo singular de esta pieza, titulada «Quema de libros de los gentiles en Éfeso», de unos 3,5 por 2,5 metros, es que está bordado con hilo metálico de oro y que fue diseñado por el gran pintor y grabador flamenco Pieter Coecke van Aelst especialmente para el rey. La única pega es que el tapiz perdió la cenefa en algún momento de su agitada historia.
Aunque es parte de una serie sobre la vida de San Pablo destinada a los monarcas de su tiempo, lo cual ya lo convierte en una joya del patrimonio, tiene otras características únicas. Coecke realizó una primera serie sobre San Pablo para el rey Francisco I de Francia, que constaba de siete piezas. Los expertos dicen que fueron creadas hacia 1529 bajo la influencia directa de Rafael y sus «Hechos de los Apóstoles». A las marcas de estilo de Coecke se añaden rasgos orientalizantes que el artista trajo después de su viaje a Constantinopla.
Bordado con oro.
A finales de la década de 1530, Enrique VIII adquirió una nueva edición, también con hilo de oro, a la que el artista flamenco añadió dos escenas más, hasta el total de nueve. Son esta de la quema de los libros y una «Lapidación de San Esteban». Cuando el monarca inglés recibe sus tapices sobre la vida de San Pablo, la figura de este apóstol es el gozne sobre el que gira el cisma anglicano. Abjurando del poder papal, que desciende de San Pedro, San Pablo es la figura a reivindicar por el rey británico. Tras años de agitación, Inglaterra se inunda de ejemplares de la Gran Biblia vernácula, y Thomas Cromwell afirma el poder real en esta reforma.
Se da la circunstancia de que un sobrino de este estadista, Olivier Cromwell, será el responsable, un siglo después, de la decapitación del rey Carlos I en 1649. Y tras la ejecución puso a la venta las colecciones reales, incluidos estos tapices de San Pablo que había comprado Enrique VIII, cuya pista se pierde en la que se llamó «la almoneda del siglo». Y por caprichos del destino, lo mismo ocurriría después de la Revolución Francesa con la serie de siete tapices de hilo de oro que Coecke había confeccionado para Francisco I de Francia.
Volviendo al siglo XVI, a partir de los cartones del mismo artista flamenco se realizaron otras series -ya sin hilo de oro, solo con seda y lana-, algunas de cuyas piezas figuran en las colecciones de nuestro Patrimonio Nacional. Pertenecieron a María de Hungría y las heredó su sobrino Felipe II. Pero, en todo caso, no tenemos esta escena de la quema de libros en la vida de San Pablo.
La decisión inminente.
La Junta de Valoración y Exportación de la Secretaría de Estado de Cultura tiene sobre la mesa los datos recabados para tomar la decisión, en su próxima reunión de febrero, de permitir, en su caso, o denegar el permiso de salida de esta pieza única para su venta. Y parece que abordará el problema en su próxima reunión, inminente. Pero varios expertos consultados por este periódico consideran improbable que el órgano consultivo pueda decidir algo distinto a proteger esta joya del patrimonio.
Entre las razones que se aducían a favor de su salida figuraba el hecho de que no se conocía su origen (esto ha cambiado) y también que ha perdido su cenefa, la tira que le servía como marco. En esa tira es donde se solían firmar estas obras -tanto el artista como el taller en el que se confeccionó.
En contra pesa el valor singular de un tapiz bordado en oro de una calidad. incuestionable. Además, aunque no proceda de las colecciones reales españolas, complementa el conocimiento de algunas piezas fundamentales de tapicería del Patrimonio Nacional. Desde la Junta, su presidente, Simón Marchán, confirmaba anoche a ABC que la pieza está en estudio («hay muchas peticiones»), pero no recordaba los extremos sobre su origen.
Por si esto fuera poco, hay otro argumento de interés historiográfico muy llamativo. El profesor Carlos Ruiz Souza, de la Universidad Complutense, afirma que esta pieza no se puede dejar salir de España porque está «en la encrucijada de una historia que debemos reivindicar hoy: las relaciones entre las Coronas inglesa y española a finales de la Edad Media».
Líos de familia.
Enrique VIII estuvo casado con Catalina de Aragón -hermana de Juana la Loca-, a la que abandonó por Ana Bolena. La hija de ambos, María Tudor, se casaría en 1554 con Felipe II -a su vez nieto de Juana la Loca-. Pero para dar aún más relieve al momento en el que la Junta de Valoración debate la salida de este rico tapiz en el centro de una época tan llena de historia, cabe destacar que en 2014 se cumplen 800 años de la muerte de Leonor de Inglaterra, reina de Castilla tras su boda con Alfonso VIII. Además, según subraya Ruiz Souza a ABC, las relaciones continúan cuando Catalina de Lancaster, nieta de Pedro I de Castilla, quiere desposar al Heredero Enrique de Trastámara, el primer Príncipe de Asturias.