Lecciones para convertir al artista en emprendedor
Esta conversación arranca como empiezan todas las conversaciones en este país llamado industria cultural española: “España necesita una nueva Ley de Mecenazgo ya, porque necesita ayudar a sus productores”. Las comillas son de Rosina Gómez Baeza, que sigue al pie del cañón después de tener papel protagonista en el desarrollo del arte contemporáneo durante estas tres décadas democráticas.
Lejos de tirar la toalla o de jubilarse, después de pasar por Laboral tras abandonar su indestructible dirección en ARCO y de diluirse en otros tantos proyectos, regresa a la trinchera de la cultura con un proyecto insólito por estas tierras: Factoría Cultural, un “vivero de emprendedores de industrias creativas”, que abrirá en marzo en Matadero Madrid. Tienen una sala en la nave principal, junto a la entrada. Esperan que el modelo se replique pronto por toda la geografía española.
El espacio, como no podía ser de otra manera, estará diseñado con arquitectura efímera y en él se impartirán las lecciones para hacer que la cultura sea una industria, no sólo un producto. “España no ha tenido nunca una industria del lujo: no hemos tenido fábricas de cristal, de muebles, de porcelana, de perfumes. No, España ha prestado poca atención al ámbito suntuario. Es así. Mientras en Francia, Alemania, Italia, fíjate qué marcas hay en esos países. Nosotros, no. Ahí hay un nicho que debemos investigar y potenciar”, explica.
Pero para eso, insiste, es imprescindible la voluntad política que haga posible la reforma del mecenazgo. Habla de la moda y del calzado como primeros pinitos de esa industria creativa que Rosina tiene en mente. Es el camino que marca la Unión Europea y ella tiene información privilegiada. “Sé que el término Industrias Culturales y Creativas no es un término que se conozca excesivamente en España, pero existe. Ha sido definido por la Unión Europea, que incide mucho en este campo que es sinónimo, para ellos, de innovación”, cuenta la primera directora de ARCO. “Creo que la UE es consciente de que estábamos perdiendo fuerza en la creatividad, que es el paso previo para la innovación”.
Privado y público.
“Sé escuchar y esperar. Es importante escuchar y saber que hay que esperar para lograr los frutos”, ese debe ser uno de sus secretos. Otro es vestir de gris claro. Hoy no ha podido, porque no tenía la raya en su sitio, pero el gris es “un between”, un paso intermedio entre lo público y lo privado, un color sin absolutos. “Deberíamos propiciar ese encuentro entre lo público y lo privado porque uno de los problemas de España es que ha dependido en exceso del Estado. Desde luego, las galerías han vivido del coleccionismo institucional y en parte del coleccionismo privado. ¿Cómo es posible que haya gente que rechace la ayuda y presencia de lo privado en la cultura? Son posturas decimonónicas”, remata Rosina Gómez Baeza.
La idea que ahora arranca ya quiso implantarla hace años en Asturias, con el apoyo del presidente Areces, pero no pudo ser. En Matadero, dice, se respira un clima de libertad creativa y eso es interesante porque “el mundo del arte quiere actuar en libertad”. Quizá haya pasado demasiado tiempo lejos de las políticas culturales de la capital, quizá sea demasiado optimista.
El político, ese escollo con el que siempre choca la cultura. ¿Esta escuela es sólo para emprendedores culturales o también se admiten gestores políticos que quieran o estén implicados en la cultura pública? Rosina, sonríe. Pero no quiere ir por ahí… “A los políticos les pedimos ayuda, pero no albergo la pretensión de educar a la clase política. Sería una pretensión vana. Soy positiva, pero no tanto”.
Así que Factoría Cultural abrirá sus puertas el próximo 10 de marzo, con la intención de abrir un espacio de trabajo multidisciplinar para 118 puestos, “dotado de tecnología avanzada”. Ya está abierto el plazo para presentar los proyectos de los aspirantes a residentes, para desarrollar sus empresas en tres áreas de actuación vinculadas: el ámbito digital, el de comunicación y de las artes. El objetivo es hacer de la cultura algo sostenible y un medio de vida. Que además de alimentar, dé de comer.
Cultura en incubadora.
Vuelve Rosina, con esa vehemencia contenida, a examinar cuáles son las faltas de este país: “A España le ha faltado pensamiento estratégico. Es complejo, porque requiere mucho criterio y exige conocer y acercarse a muchas realidades y hacer esto requiere mucho tiempo y mucho interés”.
Ahí llegamos a otra de las paradas importantes de este “centro de excelencia”: el auto análisis, la crítica de los objetivos alcanzados. Otro aspecto al que tampoco somos aficionados. En el caso del arte y los museos, la meta es establecer el encuentro entre el artista y la sociedad. “Si esto no se cumple, no sirve”.
Está convencida de que los creadores trabajarán en un medio afín, con herramientas para hacer sostenibles sus ideas, en “un espacio de inspiración”. Dos años de formación. Todo suena estupendamente. Un ambiente estimulante, una asistencia total para buscar las ayudas de la UE, del ministerio de turno, etc. Habrá un tribunal que evaluará el proyecto final. Han creado tres fases para el crecimiento de las empresas: “Preincubación, incubación y aceleración”. Cada emprendedor tendrá que abonar 225 euros, aunque hay rebajas para los equipos numerosos.
“La cultura es determinante a la hora de proyectar una imagen saludable de un país. ¿Si no apoyamos a la cultura en qué nos quedamos? ¿Cuál es el futuro?”, la pregunta lleva remitente y ya se imaginan quién es.