El MoMA ampliará su colección permanente de videojuegos
El museo ampliará su colección permanente de videojuegos de 14 a 22 títulos a partir del próximo 13 de febrero.
14 no eran suficientes. El MoMA— que ya había desempolvado clásicos de las recreativas como Pac-Man (1980) y Tetris (1984), aventuras gráficas para el PC como el Myst (1993) y juegos retro de actualidad como el Canabalt (2009)— ampliará su exposición permanente de videojuegos en ocho títulos, hasta 22 a partir del próximo 13 de febrero. “El plan siempre ha sido ampliarla como una de nuestras exposiciones permanentes”, afirma Kate Carmody, conservadora del museo en el Departamento de Arquitectura y Diseño. “Queremos enfatizar la importancia del videojuego desde el punto de vista del diseño y la interacción”.
Los marcianitos del Space Invaders (1978) conviven con violentos clásicos de la lucha uno contra uno como Street Fighter 2 (1991) en estas nuevas incorporaciones a la muestra. Pero la mayor novedad es la presencia de un fenómeno muy reciente de la nueva ola de indie games, los videojuegos con un perfil más artístico creados por pequeños equipos de desarrolladores de pocas personas. Minecraft (2012), sensación que ha vendido más de 33 millones de copias digitales gracias a ofrecer al usuario una especie de LEGO a gran escala con el que disparar su imaginación, también se encuentra en esta nueva lista. El espíritu de selección de esta ampliación, según el MoMA, se basa en “escoger juegos no solo porque cumplan estéticamente los valores dignos de nuestra colección, sino también porque introducen nuevas categorías de investigación y nuevas formas de abordar el diseño”.
Pero estos “valores” se han encontrado con unos inesperados antagonistas: los propios diseñadores de videojuegos. Gurús del mundillo de los indie games critican sin tapujos esta selección. Jonathan Blow, creador del Braid (2008), el juego que se considera fulcro de la revolución indie en el sector, ha tildado tanto a la selección del MoMA como a la del Smithsonian de “un poco malas y vergonzosas”. Para este diseñador “demuestran un desconocimiento total de por qué los videojuegos son un arte”. Raúl Rubio, cabeza visible del estudio español Tequila Works que se encuentra preparando uno de los juegos indie más esperados de Playstation 4, Rime, es más moderado en expresar el mismo rechazo: “La selección es ‘curiosa’. A veces una palmadita en la espalda hace más mal que bien”.
Si la lista del MOMA concebida por la comisaria Paola Antonelli no deja satisfechos a los propios creadores del medio que aspira a ser reconocido como un arte, el mundo de la cultura fue aún más virulento. Jonathan Jones, crítico de arte de The Guardian, atacó frontalmente a la fase uno de la propuesta del museo. Bastaba leer título y subtítulo: Perdóname, MoMA, los videojuegos no son arte y exponer el Pac-Man y el Tetris con Picasso y Van Gogh es el Game Over a cualquier comprensión real del arte. Antonelli, forzada a dar respuesta a los continuos ataques, fue igualmente rotunda en su defensa: “Creo que el diseño es la mayor de las formas en las que se expresa la creatividad”, afirmó la comisaria en una charla online para el portal electrónico Ted. “Quiero que la gente entienda que el diseño es mucho más que sillas bonitas”. Ya desde el post oficial del museo, en el que presentaba la propuesta, Antonelli dejaba poco espacio a las dudas: “¿Son los videojuegos arte? Claro que lo son”. Kate Carmody, su mano derecha en la muestra, se defiende igualmente: “Consultamos a la industria, los creadores y a expertos. Dedicamos mucho tiempo a elaborar una selección basándonos en una excelencia estética y en el diseño”.
El próximo 13 de febrero, los visitantes que suban a la tercera planta del MoMA podrán ponerse mandos a la obra. Un combate entre bolas de fuego y patadas voladoras, construir su fuerte para resistir el asedio de los monstruos o eliminar con paciencia numantina fila tras fila de invasores pixelados. Y la cuestión será si sienten eso que están haciendo como un arte. Desde el MoMA son tajantes. Como afirma la subcomisaria de la muestra, no hay marcha atrás: “Tenemos 22. Llegaremos a los 40”.