Una examante de Basquiat subasta 45 obras del artista
Salen a la venta 45 obras de Basquiat que cartografían una época en la que comenzaba a dejar las marcas del artista que podría haber sido. Tenía 18 años y todavía no se había convertido en el creador que agitaría la escena neoyorkina durante los años ochenta.
No había fotos ni trabajos compartidos con Warhol o lista de espera de galeristas para ficharlo. Ni dinero, ni triunfo. Ni siquiera andaba por allí Madonna. En aquellos días, entre 1979 y 1980, quedaba un chico de origen haitiano, criado en una familia con recursos económicos, en contra de la creencia general, que buscaba su lugar en el mundo del arte y que pasaba de dormir al raso en Washington Square Park a hacerlo en los cochambrosos apartamentos de sus amigos. Empezaba, eso sí, la fuerza centrípeta de las drogas. En 1998, a los 27 años, moriría de una sobredosis de heroína.
Pero en aquel tiempo, antes del final, antes de que aparecía el éxito y después el mito, vivía en el East Village neoyorkino con Alexis Adler, seis años mayor y con quien tenía, según narra la propia amante de Basquiat, una relación abierta. La casa —el primer hogar estable del artista después de escapar del piso familiar de Brooklyn en infinidad de ocasiones a partir de los 15 años— tan destartalada como uno pueda concebir, se nutría de arte. En las paredes, en el suelo, en los muebles, en las puertas, en el frigorífico… Había trazas de su caligrafía, sus símbolos y sus imágenes por todas partes. Las primeras señas de identidad de su trabajo.
“Dejaba muestras de su arte allí por donde pasaba”, recuerda Adler, quien, después de graduarse en el Barnard College, trabajaba en un laboratorio de parasitología cuando conoció a Basquiat. La memoria también la lleva a contar cómo en ocasiones pensaba que el suelo parecía anegado cuando en realidad era pintura lo que corría sobre las baldosas. La relación duró poco. El artista dejó la casa después de que Adler conociera a otra persona. Sin embargo, el trabajo en el laboratorio de su amante acercó a Basquiat al mundo de la química y la biología a través de los libros de textos con los que estudiaba su compañera. Fórmulas y enunciados que utilizará en sus trabajos futuros. Pero también le aproximó a ciertas drogas. Uno de sus amigos de entonces, Al Díaz, contaba como Basquiat tomaba fenobarbital, un barbitúrico inventado por Bayer a principios del siglo XX y que en el laboratorio de Adler se usaba para sedar los animales con los que hacían experimentos.
De esta relación tan corta, intensa y autodestructiva proceden esas 45 obras que vende la casa de subastas Christie’s el próximo mes de marzo en Nueva York y que Adler (quien sigue viviendo en el mismo apartamento que compartió con Basquiat) ha guardado durante más de tres décadas. Lo hará en una doble entrega. Los tres lotes más importantes se subastarán el jueves 6 y el resto en una puja por Internet que durará dos semanas y que comienza el 3 de marzo. La sala espera recaudar entre dos y tres millones de dólares (1,46 y 2,20 millones de euros) por un conjunto bastante insólito de piezas.
Adler ha conservado una pintada que Basquiat hizo directamente sobre una de las paredes de la casa. En el muro se lee “Olive Oyl” y busca comprador por 400.000 dólares (293.000 euros). Hay otros lotes singulares. Un radiador que el artista encontró en la calle y en el que pintó la palabra “Milk” se vende a partir de 300.000 dólares (220.000 euros). Aunque la obra más cara es una puerta de baño gris en la cual hay un coche, un corazón coronado por una cruz y el lema “Famous Negro Athletes”. Christie’s pide por ella entre 800.000 y 1.200.000 dólares (587.000 y 881.000 euros). La subasta se completa con objetos tan dispares como camisetas pintadas, cuadernos repletos de textos, anotaciones, números de teléfonos de los amigos así como algunos rudimentarios collages.
Esta es solo una parte de las obras y los objetos que reflejan aquel año, porque no todo lo que creó Basquiat en el apartamento de su antigua amante ha sobrevivido. El artista pintaba encima de sus propias pinturas, y lo que creaba un día lo destruía otro. De la misma forma, como recuerda Adler, también se perdió un frigorígico decorado con las palabras: "Grape Jelly" (gelatina de uva).
Lo interesante de esta venta es que muestra una parte de Basquiat antes de ser Basquiat. Es imposible que, con solo 18 años, mientras experimentaba con sus símbolos, grafías e imágenes, imaginara el recorrido que iba a tener su trabajo. Difícil suponer que pasados los años un coleccionista desembolsaría 49,8 millones de dólares (36,9 millones de euros) por la pintura (Dustheads) de un chico que murió cuando apenas empezaba a desarrollar un lenguaje artístico propio. El arte, la vida y el éxito económico son caminos que rara vez discurren en paralelo.