El regalo millonario de Francis Bacon a su amante español, un banquero 40 años más joven
Un amigo del artista revela que obsequió antes de morir con casi tres millones de euros a su novio, José Capelo, a quien retrató en un tríptico que cuelga en el MoMA.
El 28 de abril de 1992, el pintor Francis Bacon murió en la clínica Ruber de Madrid. Los médicos le habían recomendado que no realizara aquel viaje a la capital de España. El artista británico tenía 82 años y un cuadro de asma cada vez más grave. Él pensaba que el calor del sur le secaría los pulmones, y quería visitar a los maestros Goya y Velázquez en el Prado. Pero, sobre todo, fue un viaje sentimental. Hacía cuatro años que se había enamorado de un joven ingeniero español en una fiesta en honor del coreógrafo Frederick Ashton (1904-1988). Quería verle.
El español José Capelo es el protagonista de una de las obras más importantes de Bacon, el Tríptico 1991 que cuelga en el MoMA de Nueva York, y el año pasado una galería suiza sacó a la venta una obra suya titulada «Retrato de José Capelo». El financiero español llegó a la cena en honor a Ashton casi de figurante, según contaba este domingo Barry Joule, amigo del artista, a «The Sunday Times». Habían fallado a última hora el cantante Freddy Mercury y el coreógrafo Rudolf Nureyev, y Capelo sedujo tanto a Bacon como a Ashton, uno de los más famosos bailarines ingleses.
Capelo tenía 35 años y el pintor 78. «Hay que pensar que no es nada normal que alguien de 35 años como José tenga una relación conmigo. ¿No lo ves? Tengo 40 años más que él», confesó Bacon a su amigo, colaborador y ocasional chófer Joule, que acaba de desvelar el contenido de las grabaciones que realizó de sus conversaciones con el artista. Durante cuatro años, Capelo y Bacon (1909-1992) mantuvieron un noviazgo que les llevó a viajar por todo el mundo. El español realizó su pasión por el arte y por la obra del pintor. Bacon, por su parte, descubrió el modo de vida de España e intentó aprender español.
En el que sería su último viaje con su amado, ya en Madrid, el pintor decidió hacer un espléndido regalo a su joven amante: tres millones de euros (dos millones de dólares entonces, equivalentes a cuatro millones de dólares hoy). La misma cantidad que regaló, además, a la hermana de este. Así lo han revelado ahora las grabaciones de Joule, que las donará a la Tate Gallery, como ya hizo en 1998 –en contra del deseo expreso del artista– con más de un millar de bocetos y dibujos que rescató de su estudio a la muerte del pintor.
«Qué loco fui de hacerlo».
«A menudo pienso qué idiota, qué loco fui de hacerlo», le contó a Joule en relación a sus generosos obsequios. «Y después pienso, qué más da, ya está hecho», le dijo. Bacon accedió a la publicación de las grabaciones pero le pidió que esperara al menos a que pasaran doce años de su muerte. Joule ha esperado veintidós. Y su contenido ha sacado a la luz nuevos detalles del intenso amor español del pintor británico. En noviembre, su obra «Tres estudios de Lucien Freud» se convirtió en la más cara en la historia de las subastas, al ser adquirida por 142,4 millones de dólares. Según «The Wall Street Journal», su nueva dueña sería la exmujer de un magnate de los casinos de EE.UU.
Michael Peppiatt, amigo y biógrafo de Bacon, definió a Capelo como alguien «muy apuesto, bien educado, socialmente sofisticado y con una buena posición económica. Hablaba varios idiomas y le interesaba la pintura», según explicó en su día a ABC. «Fue para Bacon un regalo inesperado, una fuente fresca de energía, y para Francis fue un gran placer descubrir el modo de vida español», recordaba en este diario el autor de la biografía más valorada sobre el pintor, «Francis Bacon. Anatomía de un enigma» (Gedisa).
Capelo mantuvo siempre un celoso silencio de su relación con el pintor. Y poco se sabe de este empleado de banca moreno y atractivo, excepto que quiso mantener su homosexualidad en secreto. El historiador del arte australiano Reinhard Hassert, que conoció mucho también a Bacon, ya se refirió al amor del pintor por el español en noviembre de 2012, según recordaba esta semana el «Daily Mail». El propio Bacon llamó al australiano desde Madrid. Le explicó que había ido a visitar a Capelo en contra de las órdenes de su médico, Paul Brass. Y le dijo que mantenía sus planes de viajar a verle a París después. Tres días después, Hassert escuchó en la televisión que había muerto en Madrid de un ataque al corazón.