Los Torreznos y el absurdo cotidiano
El Centro de Arte 2 de Mayo organiza la primera exposición individual de este dúo de performers, con el reto de exponer entre las paredes de un museo una forma de arte ajena a él por naturaleza.
Bajo el castizo nombre de Los Torreznos, Rafael Lamata y Jaime Vallaure llevan 15 años trabajando juntos en el terreno de la performance. O Cuatrocientos setenta y tres millones trescientos cincuenta y tres mil ochocientos noventa segundos. Así se titula la exposición, su primera individual, que les dedica el Centro de Arte 2 de mayo de la Comunidad de Madrid, como si todo este tiempo juntos constituyera una única performance -en alusión a su pieza 35 minutos, en la que simplemente cuentan de 1 a 2.100 en voz alta, usando distintos registros vocales y expresivos-.
“La exposición, más que ocupar un espacio, se extiende a lo largo de un tiempo”, explica el comisario y director del centro, Ferran Barenblit. Sin duda, exponer performance en un museo resulta paradójico, y ahí está el reto: “Parece que el objetivo del arte del siglo XX ha sido crear la obra concebida como imposible de ser coleccionada y exhibida. Mientras tanto, la historia del trabajo curatorial y el de los museos parece precisamente lo contrario: coleccionar y exhibir la obra que ha sido concebida como imposible de ser coleccionada y exhibida. Presentar una exposición individual como esta responde a esta búsqueda”, reflexiona el comisario.
Durante las 15 próximas semanas, pues, Los Torreznos “estarán sin estar” en el museo, ocupando a través de la megafonía espacios comunes como el vestíbulo, los ascensores y los aseos con diferentes piezas sonoras, un formato que encaja con el carácter verbal de sus performances. “La palabra y el sonido son las herramientas básicas de nuestro trabajo”, explica Lamata. Con ellas, este dúo desnuda el absurdo que inunda nuestros actos cotidianos y las convenciones sociales y políticas, reduciéndolo a sus elementos más básicos. “Nos interesan los comportamientos humanos imbricados en una cotidianidad que parece que parece que va rodada pero que, en realidad, no rueda tan bien”, afirma Vallaure.
Como consecuencia de este proceso de simplificación que resalta el sinsentido, surge inevitablemente el humor. Pero es eso, una consecuencia, nunca un fin: “Colocar las piezas de una determinada manera evidencia las estupideces y flaquezas de los humanos. Eso hace reír y es una buena herramienta comunicativa, pero no somos ni pretendemos ser humoristas”, aclara Lamata.
Además de las piezas sonoras, Los Torreznos realizarán performances en días concretos, como Las Posiciones, El Desplazamiento, que dialoga con el contexto de ARCO; La Economía, a modo de cierre de la exposición, y La Cultura, que reflexiona en torno a la construcción del individuo y que tendrá lugar durante el curso de la Universidad Popular organizado por el museo. Asimismo, durante el período de desmontaje y montaje de exposiciones en el museo, del 6 al 9 de marzo, LosTorreznos invadirán el espacio en construcción, habitualmente cerrado al público, con un trabajo que, bajo el título La visita guiada, presenta una recopilación de sus piezas videográficas: ABC de la performance, Siete cuentos para la cárcel de Carabanchel, 35 minutos, De Perejil a Diwaniya, Election Night, Ejercicios para cruzar fronteras, Las Fronteras y Los Suicidas.
El catálogo de la exposición es, en realidad, "más importante que la exposición", explica Barenblit. Es un libro de casi 500 páginas que repasa la trayectoria de Los Torreznos, con textos firmados por expertos como Miguel Copón o Isidoro Valcárcel Medina. Lo más peculiar del volumen es que no recoge ni una sola fotografía, pues, como dice Vallaure, "el relato oral de lo sucedido es más eficaz que el microsegundo que consigue congelar la fotografía".