El Reina Sofía reivindica a Wols, un artista maldito
El museo exhibe, hasta el 26 de mayo, 90 obras de este verso suelto en la Historia del Arte, que tuvo una vida de novela.
«Ver significa cerrar los ojos». Este aforismo encierra toda una filosofía de entender la vida y el arte. También este otro: «En cada instante, en cada cosa, está la eternidad». El autor de ambos es uno de los creadores más enigmáticos de la Historia del Arte, un artista maldito, un outsider. Quizá por ello ha permanecido siempre en un segundo plano. Su verdadero nombre es Alfred Otto Wolfgang Schulze (Berlín, 1913-París, 1951), pero es conocido como Wols, sobrenombre que tomó de los restos de un telegrama que encontró. El Museo Reina Sofía inaugura una exposición sobre este artista, «Wols. El cosmos y la calle», que permanecerá abierta hasta el 26 de mayo.
El propio título de la muestra alude a dos partes bien diferenciadas en la producción de Wols. Por un lado, la línea, con 41 de susdibujos y acuarelas cosmológicos que, junto a sus lienzos (6) -hay una buena selección de préstamos de la Menil Collection de Houston-, son claramente abstractos: en ellos crea construcciones con formas biológicas y orgánicas. Fueron realizados durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra. Requieren tiempo para admirarlos, que el visitante se detenga un instante, sin prisas. Por otro lado, la luz, con sus fotografías (29), que hizo entre 1932 y 1938, y que representan en esta muestra «la calle», lo cotidiano. Tanto en unos trabajos como en otros, se da un interesante juego entre figuración y abstracción. Las obras figurativas se tornan abstractas y viceversa. Además, se exhibe una decena de libros que ilustró Wols. Entre ellos, de Artaud y, especialmente de Sartre, con quien mantuvo una estrecha amistad.
Una figura bisagra.
Explica Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, que Wols fue «una figura bisagra, al margen de corrientes establecidas», y que tuvo «una vida de novela, muy precaria, con una pobreza extrema. Fue perseguido tanto por Alemania, su país de origen, como por Francia, su país de adopción». Tuvo problemas de alcoholismo, que le provocaron delirios. Si echamos un vistazo a su biografía, en efecto no debió pasarlo nada bien. Declarado desertor por Alemania y deportado a Francia, en 1939 ingresó en un campo de internamiento. Su salud se fue deteriorando mucho, pero en 1951 se envenenó al consumir carne podrida. Falleció, prematuramente, a los 38 años.
El comisario de la exposición, Guy Brett, subraya «el inigualable sentido del detalle» en las obras de Wols. La mayoría se hallan en colecciones privadas. Pese a que trabajó como fotógrafo durante más de una década, sus instantáneas (muchas coquetean con el surrealismo y siempre fueron para él una fuente de experimentación) no se conocieron ni expusieron durante mucho tiempo. El propio Wols no les daba ningún valor y trabajaba con materiales de mala calidad, de ahí que se hayan deteriorado mucho y no se conserven en las mejores condiciones. «Pero ahora se han recuperado como el cuerpo principal de su obra», apunta el comisario. Wols retrató a muchos de los grandes nombres del surrealismo, como Tzara, Erns, Masson... Su interés por la fotografía nació en la Bauhaus. En 1932 asistió a una clase y Moholy-Nagy le aconsejó trabajar en París como fotógrafo. Lo hizo, pero lo compaginó con sus otras grandes aficiones: la música, la escritura, la pintura...