Cinco días de fuegos artificiales
Hay pocas ferias de arte en el mundo que desde su nacimiento hayan producido tanta letra impresa (el soporte es lo de menos) como Arco. Y este año nos disponemos a celebrar la número 33.
"Ya mucho tiempo”, como dijo con resignación Luis Eduardo Cortés, el presidente de Ifema durante la enésima presentación de la feria. Son solo cinco días, del 19 al 23 de febrero, durante los que parece que todo el mundo se volviera loco en una fiesta sin fin donde al final lo único que queda son los fuegos artificiales. Muchos galeristas y artistas reconocen que si vivieran de lo que venden en la feria tendrían que cambiar de profesión. Pese a ello, todos parecen estar dispuestos a tirar la casa por la ventana y pocos renuncian a viajar estos días a Madrid, cueste lo que cueste.
Durante las vísperas y no digamos durante los días del acontecimiento, no hay suplemento cultural, web especializada o no o cadena de televisión que se resista a dar pista a lo que ocurre dentro de los pabellones 7 y 9 de los recintos feriales. No ocurre así (o al menos de manera tan estrepitosa) en otras ferias del mundo igual de importantes o más que la de Madrid. Mejor no citar para evitar suspicacias.
La confusión entre evento cultural y puro negocio, que es lo que se busca en una feria, está en su origen, en aquellas primeros Arcos organizados por la incansable Juana de Aízpuru en unos años en los que España era un erial cultural en general y artístico en particular. Pero luego han ido pasando muchas cosas, todo se ha ido normalizando y Arco sigue con el mismo aire de fiesta setentera de sus orígenes. Año tras año, la gente se cansa hasta de opinar. Los propios galeristas responden cansinos sobre la supuesta reducción del IVA y parecen esperar a que el largo trago de estos cinco días concluya cuanto antes dejándoles los riñones intactos.
Para este año, los animadores de la fiesta (Luis Eduardo Cortés, Carlos Urroz) aseguran que lo van a pasar muy bien. “La mejoría de los principales indicadores de la economía” aseguran firmes “, unido a las reformas de la fiscalidad para la compra de arte, dibujan unas condiciones favorables para una edición que se verá dinamizada con la presencia de un importante número de coleccionistas privados, el compromiso de compra de colecciones extranjeras y el retorno de grandes galerías internacionales”.
El presupuesto para el evento es de 4’5 millones de euros y de ahí destinan un millón para invitar a lo que ellos llaman 500 coleccionistas y prescriptores de todo el mundo. Son potenciales compradores y animadores (periodistas en su mayor parte) que permanecen en Madrid una media de tres días alojados en hoteles de lujo y a los que se somete a una auténtica maratón por las muchas exposiciones que estos días se celebran en la ciudad, cenas y encuentros con los vendedores y sus artistas. La feria tiene las expectativas de recibir 100.000 visitantes y de que éstos se dejen 80 millones de euros en la capital española.
Hasta últimísima hora no se sabe si gente tan importante podrá aterrizar o no en Madrid, pero en las vísperas está confirmado que vendrán Anita Zabludowicz, Patricia Sandretto, Jorge Pérez (PAM Miami), Rolf A Hoff y Solita Mishaan. Suele haber un cupo de multimillonarios que confirman pero prefieren que su nombre no se de a conocer, de manera que habrá que esperar a reconocerles por los pasillos de los pabellones.
Otro grupo notable de visitantes lo constituyen los los directores de museos extranjeros,incluidos sus patronatos. Este años vienen más de 150 directores, comisarios de bienales y otros profesionales relevantes, que participarán en distintos ámbitos y programas de la Feria y, sobre todo, aprovechan para dar a conocer sus respectivas instituciones y proyectos.
Algunos artistas también participarán en actos ajenos a la venta directa de su obra. Una nueva sección titulada Artists’ Talks, vinculada a #Opening dejará oír las voces de Lara Almarcegui, Julieta Aranda, Dora García, Jorge Méndez Blake, Felipe Arturo, Fernanda Fragateiro, Alessandro Balteo, Fernando Bryce o Dan Graham.
Al final, se venda o no se venda, la fiesta habrá sido un éxito aunque alguno se vaya chamuscado por tantos fuergos artificiales.