Feliz matrimonio de conveniencia
Juanjo Oliva exhibe un modelo que combina industria y diseño en la última jornada de la MBFWM.
La de Juanjo Oliva para El Corte Inglés es la más conseguida de las colaboraciones entre industria textil y diseñadores que ha presenciado la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. Es cierto que estos matrimonios de conveniencia resultan tan infrecuentes como necesarios, pero la excepcionalidad no resta importancia a su logro. En 2002 Juan Duyos unió fuerzas con la extinta Don Algodón y hace dos años Carmen March ocupó la dirección creativa de Pedro del Hierro Madrid con la que participa desde entonces en la semana de la moda de Nueva York. La pasarela de Ifema acogió, además, otras dos propuestas híbridas: la de Carlos Díaz en connivencia con Smiley, y Miguel Palacio para Hoss Intropia.
Y, en su cierre, ayer, acogió la entrega del premio L'Oreal a la mejor colección de la 59ª edición. Fue, por segunda vez consecutiva, para Juan Vidal, que debutó la pasada temporada y encarna el relevo generacional en MBFWM. “Significa más esfuerzo para la próxima”, comentó casi entre lágrimas el creador de 33 años.
Con su quinto trabajo bajo el sello Elogy Colección, Juanjo Oliva consiguió ofrecer prendas comercializables en grandes almacenes sin corromper su discurso creativo. Los trajes de cóctel en neopreno, los vestidos rematados con cremalleras y la serie de plumíferos dorados así lo probaban. Oliva aseguraba que el desfile fue gestado en su taller de costura, pero, gracias al músculo productor de El Corte Inglés, las piezas oscilan entre los 40 y los 200 euros. “Todo ha sido fabricado en España”, aclaró. Los zapatos diseñados por Jeff Bargues se suman a la colección, que desde marzo tendrá salida internacional mediante una reformada tienda online.
Oliva seguirá presentando su primera línea en la feria parisina de Tranoï, una de las más importantes del mundo, pero tras su “flechazo” con este proyecto Prêt-à-porter dice que baraja replantearse su servicio a medida.
Tras una temporada ausente, Carlos Díez regresó en septiembre a la pasarela madrileña gracias a una colaboración con la compañía que gestiona la imagen del smiley, la carita sonriente icono de los noventa. El símbolo que se propagó por sus prendas como la varicela aparece ahora más contenido en bombers y chubasqueros de nailon dentro de una propuesta andrógina y árida. El acuerdo de Díez con la compañía comprendía dos colecciones, pero el diseñador es de naturaleza optimista: “Ha funcionado tan bien que la gente de Smiley se ha llevado parte del catálogo a un showroom de Londres y estamos estudiando la posibilidad de distribuir una línea comercial”.
Davidelfín también ha pasado una edición sin desfilar. Ayer volvió a la MBFWM y el tiempo pareció contraerse. Ahí estaban las faldas plisadas, los monos-esmoquin y unos coloridos velcros que unían las espaldas y abrazaban los vestidos en cintura y mangas. Una vez más, su colección tuvo un referente autobiográfico. No one surge como resultado de “un tráfico de influencias” entre el diseñador y Pelayo Díaz, con quién salió a saludar de la mano para rubricar su implicación en la marca. Si hubo un tiempo en el que Delfín hizo de la transgresión su sello y herramienta de marketing, ese capítulo está superado.
También María Escoté se presentó menos arriesgada que de costumbre. Debuta en Tranoï y busca hacerlo con un catálogo que recorra lo mejor de sus siete años sobre la pasarela: sudaderas en llamas, chaquetas de cuero preñadas de flecos y sus clásicos vestidos de lycra estampados por ella misma. El uniforme perfecto para lanzarse al rodeo.