Doce artistas contemporáneos «retratan» todos los rostros de Toledo
La antigua iglesia de San Marcos acoge la primera exposición del IV centenario de la muerte de El Greco.
«Negra, ruinosa, sola y olvidada,/hundidos ya los pies entre la arena,/allí yace Toledo abandonada». José Zorrilla dedica estos melancólicos versos a la ciudad castellana. Por ella pasaron –y fascinó a todos– Gautier, Gustave Doré, Bécquer, Galdós, Clifford, Buñuel... y, por supuesto, El Greco, quien pintó tres impresionantes retratos de la ciudad. Toledo fue un personaje más de las pinturas de El Greco. Y Toledo es el protagonista absoluto de la primera de las exposiciones programadas para conmemorar el 400 aniversario de la muerte del pintor.
En 2011 Elena Ochoa llevó a la Bienal de Venecia una exposición, «Real Venice», en la que 14 fotógrafos plasmaban su particular visión de la ciudad de los canales. Tres años después, cambia el escenario y son otros los artistas (solo repiten un par de ellos), que dirigen una mirada contemporánea a Toledo, o, como dice Elena Ochoa, comisaria del proyecto, «redescubren todas las identidades de Toledo». Organizada por Ivorypress y la Fundación El Greco 2014 en la antigua iglesia de San Marcos (hoy centro cultural), la exposición va encajando, en un montaje dramático (tanto como la propia ciudad y los cuadros de El Greco), las piezas de este complejo puzle: cada uno de los doce artistas ha visto y plasmado un Toledo distinto, su Toledo, siempre fotogénico y espléndido.
Artistas de las tres culturas.
Ochoa reconoce que ha sido «una labor extraordinariamente compleja, pero muy enriquecedora». Tenía claro que debían estar representados artistas de todas las culturas que han construido el Toledo de hoy (cristianos, judíos y musulmanes), siempre con un alto grado de excelencia. Aunque tenían carta libre, y no se les impuso la figura de El Greco, éste asoma por casi todas las propuestas de una manera u otra.
Hay quienes han descubierto un Toledo silencioso, poético, misterioso, espiritual. Es el caso de José Manuel Ballester, que recrea los cielos desgarrados de El Greco en bellísimas fotografías que semejan pinturas abstractas. El artista madrileño vacía de figuras los cuadros del cretense: una Crucifixión sin crucificado, una Ascensión sin Virgen, una catedral sin visitantes, que parece un Rothko... En una capilla contigua cuelga una pequeña gran joya. Su autor, el norteamericano Philip-Lorca diCorcia. Apenas estuvo unas horas en Toledo, pero le bastaron para hacer ocho Polaroids, ordenadas en forma de cruz. Arriba, la cabeza del Bautista en bandeja de plata. El resto, perspectivas de Toledo: la ciudad va evaporándose entre brumas. Para Elena Ochoa, se trata de una obra «sublime».
El caballero cambia de sexo.
En tres capillas laterales, la artista iraní Shirin Neshat, que confiesa su fascinación por El Greco y su obsesión con el uso que hace de las manos, recrea cuadros del artista con rostros de hombres y mujeres musulmanes. Incluso se atreve a cambiar de sexo a todo un icono: el caballero de la mano en el pecho. La artista japonesa Rinko Kawauchi descubre, casi escondido, un Toledo bucólico, plagado de luz, belleza y silencio. El brasileño Vik Muniz compone un multicolor collage a partir de la «Vista de Toledo», de El Greco, que considera «un prodigio atemporal».
El altar de la antigua iglesia lo ocupa una pieza espectacular de la artista israelí Michal Rovner, «La corriente de Toledo», con música del compositor alemán Heiner Goebbels. En una pantalla de grandes dimensiones se proyecta un vídeo hipnótico en el que diminutas figuras en movimiento se van tornando en una especie de «Cuadrado negro» de Malévich. Este hermoso altar contemporáneo es pura abstracción.
El «otro» Toledo.
Pero hay «otro» Toledo, tan real como aquél: un Toledo invadido por turistas. Es la ciudad de las cuatro culturas: se suma la asiática, representada por hordas de visitantes que, cámara en ristre, toman a diario la ciudad. En las salas de la planta superior cuelgan proyectos irónicos, sarcásticos, firmados por artistas como el argentino Marcos López, que recrea todos los souvenirs toledanos: figuritas de caballeros armados, espadas, mazapanes, camisetas customizadas... Massimo Vitali se adentra en la cultura de masas fotografiando la procesión del Corpus Christi; Dionisio González reflexiona sobre cómo sería Toledo si fuese invadida por la arquitectura contemporánea... A David Maisel, en cambio, le interesó fotografiar Toledo desde el cielo: sobrevoló durante muchas horas la ciudad en helicóptero. Toledo «mon amour», por dentro y por fuera.