La guerra del IVA revoluciona ARCO
Ni es acontecimiento artístico, ni evento vanguardista, ni cita con las revelaciones. ARCO es un gran centro comercial del arte contemporáneo, donde no se va a formar el juicio estético ni a educar el gusto crítico. Tampoco es ARCO el recinto en el que la sorpresa ríe tras las esquinas, a la espera de un sustito. La selección de los artistas, y los artistas, caminan desde hace un lustro contra el desconcierto y la extrañeza.
Sobria, tiesa y recia, la feria que se inaugura hoy y se clausura el domingo, es la quintaesencia de la corrección, la imagen de la vuelta al orden. El éxito de la taxidermia y la confianza. Han llamado a los cuarteles y los negocios no están como para jugársela con experimentos. El viejo tira y afloja sobre lo espectacular para el pueblo y lo conservador para los galeristas ha quedado finiquitado: los galeristas han venido a vender, no a exponer.
¿Y los artistas? A lo que sus galeristas digan.
¿Y qué dicen los galeristas? Que al otro lado de su pasillo, frente a su stand, hay una galería alemana que comparte con la española la representación de tres artistas. Con una diferencia dura de asumir: ellos, los empresarios alemanes, tributan al 7% y los españoles aquí al 21%. De las 219 galerías que han comprado sus metros cuadrados para vender su material, hay 68 galerías españolas. Del resto de Europa han venido 108 galerías, la mayoría con el IVA mucho más bajo que el español. De ellas, 28 son alemanas (madrileñas hay 33). Como verán, la revolución del nuevo ARCO es el IVA. El país invitado es Finlandia.
La desventaja es estridente y la guerra comercial está declarada. En realidad, este será otro año más en inferioridad competitiva, porque la situación impositiva ha sido una queja recurrente en estos pabellones. Pero este año escuece un poquito más porque hace tan sólo tres semanas, el Consejo de Ministros anunciaba una rebaja del IVA de los artistas, no de los galeristas.
Los galeristas se revuelven. “Venderemos como podamos, con o sin”. Lanzan críticas contra el Gobierno por la confusión que han creado en el sector. “Ahora los coleccionistas no saben qué impuesto les vamos a aplicar, si el 21% o el 10%”. Pero, en realidad, la norma lo dejaba muy claro: “La aplicación del tipo reducido de IVA permitirá fomentar la venta de obras de arte directamente a particulares y a través de galerías españolas. De esta manera se apuesta por potenciar la producción de nuestros artistas”.
Todavía hay galeristas que siguen asegurando que la nueva disposición no está del todo clara. Cuando leen eso de que se quiere fomentar que el artista venda directamente sin contar con ellos les saltan los plomos: “Si lo hacen, a la calle”, tajante Juana de Aizpuru, en su stand. “La gente tiene ganas de que la crisis sea pasado. Mi caballo de batalla es luchar por el IVA cultural, porque el arte dejaría de ser un artículo de lujo para convertirse en un bien cultural. Es injusto pagar esos impuestos por proteger el patrimonio artístico y cultural de este país. El Estado no se puede hacer cargo de su patrimonio porque no tiene dinero ni gente especializada”. La legendaria galerista tributará, como todos, a un 15,5% (21+10/2).
La caída de visitantes en los últimos años es elocuente, la dirección no espera llegar a los 100.000, pero en los buenos años duplicaba esa cifra. “Recuerdo aquellos fines de semana en los que no se podía ni caminar por los pasillos”, cuenta una galerista con alivio. Efectivamente, el público ha sido expulsado de la feria, porque el tejido de infraestructuras culturales –o lo que queda de él- ha paliado la falta de referentes que los primeros años hicieron de la feria todo lo que no es hoy.
ARCO también es la feria sin cifras. Nunca hay balance de resultado, porque no se puede calcular. Es el sector invisible, el mundo sin facturas. El cometido de la dirección es cuidar la selección de las galerías y multiplicar la oleada de coleccionistas… Los galeristas pagan 10.000 por el stand más pequeño y 40.000 por el más grande. No extraña que quieran ventas, no visitas.
Otra de las peleas históricas de ARCO sucede lejos de lo prosaico, en las pequeñas parcelas del artista, entre el arte formal y el conceptual. Tal y como se entienden las ferias debería primar lo formal, lo impactante, lo que llame la atención –sea coleccionista o turista-, pero eso ha pasado a segundo plano hace tiempo. El pasado año los protagonistas fueron los artistas que leían por encima de las posibilidades del arte y convertían a éste en un reflejo de lo que ocurría dentro de él, no fuera.
En ese sentido, una de las piezas más sutiles de la muestra es la de Liliana Porter. “Untitled Shadows” es una serie antigua revisada para la ocasión, en la galería Espacio Mínimo. Tres sombras pintadas sobre la pared del stand. Nada más. Nada ruidosa. Cerca de ella, en el stand de la galería T20 Yann Letto ha preparado su Topless Congress, del que ya dimos cuenta aquí hace una semana. El contraste es lo más entretenido de ARCO.
Más allá, Daniel Andújar, en la galería Casa Sin Fin, muestra la falsedad de las transparencias gubernamentales, gracias al archivo desclasificado, tachado y transcrito de Bengasi. Lino Lago, en la galería Álvaro Alcázar, ha atacado con el color amarillo una reproducción pintada por él de Las Meninas de Velázquez. Es el primer día, pero ya podemos seleccionar al stand más irónico de todos, el finlandés Riiko Sakkinen. Vive en España desde hace 10 años y ha preparado un tinglado en el que asegura que para pedir trabajo hay que escribir a Papa Noel. “Claro, Olli Rhen”, dice con mucho humor el artista. También tiene un óleo que es el anuncio de una galleta rellena de deliciosa crema sabor a fresa, llamada “Amor”. “A veces, la realidad supera la ficción. ¡Los capitalistas han registrado hasta el amor!”.
Son sólo algunos artistas de una feria que se ha entregado en cuerpo y alma a la pintura. La escultura ha quedado prácticamente extinguida, dejando paso al dibujo y los cuadros. Cuadros y más cuadros. Es un ARCO de mucha pared y poco suelo.