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Arte contemporáneo y embrollo fiscal

Arte contemporáneo y embrollo fiscal

La 33ª edición de Arco arranca en medio de las dudas sobre el IVA que los galeristas han de aplicar. "La UE debería tener una normativa común”, clama el presidente del Consorcio de Galerías.


El mundo del arte en España ha consumido en los seis años de la crisis todas las etapas del célebre modelo Kübler-Ross que describe las fases del duelo por un ser querido (el mercado): negación, ira, negociación, depresión y, finalmente, aceptación. Así que aquí estaba ayer el sector, reunido en pleno, aceptando que Arco vuelve a celebrarse otro año más —hasta el domingo— en Ifema. Y si todas las ediciones se recuerdan con sus apellidos correspondientes (“la del desplante de las galerías”, “la del primer año de recesión”, “la de la subida del IVA”...) esta podría pasar a los anales como “la del embrollo fiscal”.


Porque en la crónica de apertura de la cita, que vivió su día para coleccionistas y profesionales, que hoy inauguran los Príncipes de Asturias en presencia del ministro (esta vez sí) y del secretario de Estado y que desde mañana permitirá el acceso al público general, las cinco W del periodismo (qué, quién, cómo…) quedaron relegadas por el cuánto. ¿En cuánto se queda entonces la rebaja del IVA del arte al 10% anunciada por el Gobierno y que fue recibida por el sector como un maná para después caer en la cuenta de que no había para tanto? Las respuestas no eran ayer precisamente unánimes. Hasta hubo quien, como Álvaro Alcázar, confesó que ni su contable se aclara con el misterio.


Carlos Urroz, director de la feria, zanjó el asunto con un “hemos decidido que se va a aplicar un 15,5% más o menos”. Esa cantidad sale de sumar y luego dividir entre dos el 21% (tipo general) que afecta a la relación entre el galerista y el coleccionista y la que grava la comisión de intermediación del primero y el 10% que rige entre artista y un comprador cualquiera, sea galerista o no.


Aunque José Martínez, mitad de Espacio Mínimo, es de los que no se creen las cosas hasta que las ven. Y así lo explicaba ayer ante una exquisita pieza de la argentina Lilianna Porter, que invita al coleccionista a adquirir su propia sombra: “Aplicaremos el 21% a las ventas hasta que la ley nos demuestre lo contrario”. Juana de Aizpuru, por su parte, añadiría después que había sopesado la posibilidad de hacer que sus artistas facturasen directamente a los compradores, pero que luego desestimó la idea al darse cuenta de que ella debía seguir gravando con un 21% su comisión de galerista…


Un lío morrocotudo, vamos, que condujo a la veterana marchante a una defensa cerrada del IVA cultural. “No es tanto por el negocio, sino porque significaría un reconocimiento a que el arte no es un bien de lujo y a que los coleccionistas hacen una labor de mantenimiento del patrimonio”.


Eso, aplicar un 4% como en los libros, contribuiría a mejorar las expectativas, qué duda cabe. O como mínimo, a aclarar el embrollo impositivo. Un jaleo fiscal en toda regla que fue la tónica general durante un día por lo demás dominado por el optimismo y por el exitoso programa de invitados internacionales de categoría. Aunque, ya se sabe lo que dicta el refranero: “Cada uno cuenta la feria como le ha ido”.


Según eso, a Helga de Alvear le fue fenomenal. “Hemos vendido un montón y he comprado cinco piezas”, explicaba a mediodía la galerista y coleccionista alemana afincada en España. El resto de los consultados, muchos de ellos recién llegados de Zona Maco, en México, se movieron en los grises que van de las transacciones notables al “habrá que esperar a ver cómo evoluciona esto. Y sobre todo en qué queda la cosa esa del IVA”.


Visto el lío monumental originado en torno al impuesto sobre las transacciones de obras de arte en Arco, una llamada al Ministerio de Hacienda al final de la mañana trató de arrojar luz fiscal. “Todo queda como hace dos años. Si el galerista vende acogiéndose al régimen general, lo hace al 21%. Si opta por el régimen especial, se combinan los tipos y se grava con un 15,5%”, explicó un portavoz desde el otro lado del hilo telefónico.


“En esa argumentación falta un supuesto. Si tú le vendes a una empresa, esta podrá desgravar el IVA, así que entonces se aplica el 21%”, afirmaba luego el presidente del Consorcio de Galerías de España, Alberto de Juan, de Max Estrella. “Lo que no se entiende es que no haya una normativa común en la Unión Europea sobre esta cuestión”.


Y tanto que no la hay. Levy, veterano galerista berlinés con una memorable exposición en torno a Meret Oppenheim, explicó que en Alemania se tributa un 19% desde que el Gobierno decidió ceder a la presión europea y subió el viejo y tan favorable 7% (que aún rige para los artistas). Los finlandeses, país invitado en esta edición, añadían que ellos pagan un 7% si la pieza es nacional y un 17% si es extranjera, mientras un marchante belga juraba que en su país llevan pagando el 21% “una larga temporada”. ¿Y los franceses? Bueno, ellos son, cómo no, la excepción (cultural): tributan un 6%.


Mientras tanto, de vuelta en la España del sainete político (reflejado en un retrato hiperrealista de la ministra de Empleo y Seguridad Social Fátima Báñez, obra del artista peruano Miguel Aguirre), comenzaba una de las atracciones más esperadas del día. Un peep show aguardaba en el espacio de los murcianos T20 tras una cortinilla y entre toneladas de expectación (masculina). El título, en letras de neón: Congress Topless. El artista, Yann Leto, explicó que la política española le parecía últimamente “tan casposa como un club de striptease”. Así que ha puesto a una señorita a hacer lo propio a razón de cinco pases diarios.


¿Y del resto? Bueno, tratar de hallar un hilo argumental en una feria de arte como esta es como pretender encontrarlo en las baldas de un centro comercial. Hay muchas obras que emplean ladrillos o discos de vinilo o juegan con elementos autorreferenciales sobre la historia del arte. Y parece que triunfa la pintura, o al menos la bimensionalidad. ¿Será que se venden mejor las cosas que cuelgan de las paredes? Quién sabe...


Dan Graham, leyenda del arte estadounidense de visita en Arco para tratar de colocar uno de sus célebres pabellones transparentes (330.000 euros), creía haber dado con la respuesta: “Los estands son pequeñitos y las piezas, tirando a baratas. Las cosas siguen sin ir demasiado bien por aquí, ¿verdad?”.

Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: El País (IKER SEISDEDOS | Madrid) | Fecha: 20/02/2014 | Ver todas las noticias



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