El arte renace de entre las bombas
El Museo Nacional de Irak reabre tras una década de su saqueo. Pero no es el único damnificado por la violencia. Países en situación de conflicto como Afganistán, Egipto o Malí se enfrentan a la destrucción de sus obras más valiosas.
La guía se para solemne ante el rostro impávido de la Dama de Warka. “Aunque fue robada tras la invasión estadounidense, se recuperó y ha sido restaurada”, explica. La llamada “Mona Lisa sumeria” es una de las joyas del Museo Nacional de Irak que, según sus responsables, está a punto de reabrir al público. Se trata del segundo intento en cinco años. Después de tres décadas de guerras, Irak quiere recuperar un pasado más glorioso sobre el que enraizar su futuro.
“Vamos a fortificar el alma nacional de los iraquíes porque aquí se guarda la historia y la civilización de Irak”, asegura a EL PAÍS Qais Husein Rashid, un especialista en arqueología islámica que ha sido nombrado director hace apenas un mes. “Es un paso muy importante, también para los estudiosos y los turistas que nos visitan”.
Pero esos buenos deseos despiertan suspicacias en un año electoral. Las instalaciones parecen haber cambiado poco desde la última visita de esta corresponsal en 2009, justo en vísperas de su reapertura a bombo y platillo por el primer ministro, Nuri al Maliki. Como entonces, solo dos salas cuentan con un sistema de iluminación moderno, paneles divisorios y carteles informativos. Las demás mantienen el mismo aspecto de abandono que el resto del país, a pesar de que los conservadores se afanan sobre algunas piezas. “Apenas abrió una semana”, admite el responsable sin entrar en detalles.
El temor a un nuevo robo o un atentado debido a la inseguridad del país llevó a limitar el acceso a visitantes extranjeros, diplomáticos o grupos escolares. La entonces directora, la arqueóloga Amira Edan al Dahab, revelaba con su escaso entusiasmo las dificultades que afrontaba el proyecto sin los fondos ni medios de seguridad necesarios. Sobre todo, debido a las interferencias políticas.
Al igual que Sadam Husein quiso utilizar el museo para arabizar la historia del país, algunos especialistas han acusado a los actuales dirigentes iraquíes de “seguir una agenda islámica radical en la preservación de las antigüedades”. El ministro de Turismo, Liwaa Semeism, de quien depende la Organización de Antigüedades, ha reducido el poder de esta y se ha mostrado reacio a la presencia de arqueólogos extranjeros en el país. Los islamistas recelan de la arqueología, el objeto del museo que se inauguró en 1926, a instancias de la exploradora británica Gertrude Bell, y que guarda el legado de los orígenes de la civilización, desde la invención de la escritura hasta las primeras ciudades.
El nuevo director evita entrar en polémicas y se declara “muy feliz” ante la próxima reapertura de la galería. “Será a mediados de este año, aunque no puedo darle una fecha exacta”, se disculpa. “En total van a abrirse 15 salas, ordenadas de forma cronológica de la prehistoria al periodo islámico”, avanza. En la visita posterior, este último pesa proporcionalmente más que los 4.000 años precedentes, en términos tanto de espacio como de presentación, pero de momento solo se puede acceder a siete salas.
Rashid subraya que las esculturas “están en buen estado de conservación” y que “se han recuperado la mayoría de las piezas que fueron robadas” a raíz de la invasión estadounidense y con anterioridad. “Vamos a dedicarles una sala especial”, anuncia.
Nunca ha llegado a saberse con exactitud el alcance de aquel saqueo. Se estima que se han rescatado 9.000 de las 15.000 piezas que los conservadores echaron en falta, pero algunas de las que inicialmente se dieron por robadas aparecieron más tarde en los sótanos, donde esos funcionarios intentaron salvaguardarlas. No obstante, la turba que asaltó el museo llegó a abrir el almacén principal, destrozó algunas figuras de 2.000 años de antigüedad y se llevó miles de sellos, tablillas y artefactos de valor simbólico como la citada Dama de Warka.
Esa cabeza de mujer esculpida en mármol hallada en 1938 en Warka, el lugar de la antigua Uruk, fue recuperada meses después en una granja por los soldados estadounidenses. Su devolución al museo se convirtió en emblema de los esfuerzos por cerrar la herida que causó el asalto ante la pasividad de las fuerzas ocupantes. Pero el expolio de antigüedades en Irak precede con mucho a la invasión y ha continuado después. En el sur del país, que fue el centro de la antigua Mesopotamia, ya venía produciéndose desde finales de los años noventa del siglo pasado y adquirió proporciones alarmantes entre 2004 y 2005.
“Las piezas más relevantes se han recuperado", insiste Rashid, quien agradece la ayuda de España para la devolución de nueve tablillas y varios collares de la III dinastía Ur, uno de los periodos más brillantes de la cultura sumeria. Las 22 piezas fueron robadas en 2003 en la localidad iraquí de Urusagrig y localizadas por la Brigada de Patrimonio Histórico en una casa de subastas madrileñas en 2011.