Vendida una tabla atribuida a Leonardo da Vinci por 54 millones de euros
La clave, dicen los expertos, ha estado en la bola de cristal que sostiene Cristo. Leonardo da Vinci (Italia, 1452-1519) tuvo una legión de imitadores y seguidores en el siglo XVI. Pero ninguno, aseguran varios estudiosos, podría haber pintado con tal destreza ese espacio transparente.
Su forma, sus brillos; el talento en la ejecución del trazo le delata. El genio florentino estaba obsesionado como los efectos traslúcidos en una pintura. ¿Cómo recrearlos con absoluta fidelidad? Ningún discípulo o imitador podría haber imaginado esa bola con tal maestría.
Ese ha sido uno de los argumentos para que una pintura, Salvator Mundi, atribuida desde el siglo XIX como copia de Boltraffio, un artista que trabajó en el estudio de Leonardo, y que en 1956 fue vendida por 45 libras, haya sido rematada en una transacción privada por más de 75 millones de dólares (54,4 millones de euros). La operación se cerró el año pasado, pero es ahora cuando ha trascendido la cifra. Se piensa que la pieza la ha adquirido un coleccionista estadounidense.
La tabla (65,6 x 45,4 centímetros), pintada al óleo alrededor del año 1500, se encuentra en unas condiciones de conservación malas. Ha sido objeto a lo largo del tiempo de restauraciones muy pocos adecuadas, que la han ido degradando. Solo hay que fijarse en el tratamiento del rostro. Aun así, conserva detalles muy leonardescos. Prestemos atención, por ejemplo, a los rizos que caen del pelo del Redentor. Todo un tratado de espirales y figuras geométricas al que Leonardo era tan aficionado. Además la túnica está ejecutada de una manera tan compleja que concuerda con un dibujo que guarda la Royal Library en Windsor y que bien pudiera haber sido un trabajo preparatorio.
Pues bien, la información de la venta, que estaba sujeta a un acuerdo de confidencialidad, la ha revelado uno de los intermediarios —junto con la casa de subastas Sotheby’s— de la transacción: el marchante londinense Anthony Crichton-Stuart.
“Es una pintura esencial de uno de los artistas más importantes”, apunta Crichton-Stuart en el periódico The New York Times. “Su comprometido estado de conservación se compensa con el hecho de que es uno de los nombres más significativos y mágicos del canon del arte Occidental y, desde este punto de vista, el precio parece justo”.
La tabla, que en su día perteneció al rey Carlos I, nos enfrenta al hecho de que hay tantas obras de Leonardo conocidas como pérdidas. Leda y el Cisne, un provocativo desnudo, fue probablemente arruinada por un ultrareligioso y muy “ofendido” miembro de la familia Real francesa. La Batalla de Anghiari fue destruida o se oculta (¿quién sabe?) detrás de La batalla de Scannagallo, pintada por Giorgio Vasari en 1565, en el palacio Vecchio, sede del Ayuntamiento de Florencia. Y a la obra Salvator Mundi se le había perdido el rastro durante muchos siglos.
Aunque no todos los expertos estén seguros de la atribución del salvator, lo cierto es que la tabla fue incluida en la muestra de la National Gallery de Londres de 2011 titulada Leonardo da Vinci: Painter at the Court of Milan y, posteriormente, en 2012, la obra se prestó al Museo de Dallas quien, por cierto, intentó comprarla. Infructuosamente.