“50% de negocio, 50% de arte”
Grazyna Kulczyk muestra su colección de arte contemporáneo por primera vez fuera de Polonia. La empresaria acumula el repertorio privado más importante del país del Este.
“Mi filosofía empresarial es la del 50/50. Cincuenta por ciento de negocios y cincuenta por ciento de arte”. No estamos en un simposio de una escuela de negocios ni en las entrañas de algún convenio para la fusión de dos compañías. Grazyna Kulczyk (1950), la autora de estas palabras es, efectivamente, una empresaria, y las pronuncia en la Ciudad Financiera del Banco Santander en Boadilla del Monte (Madrid). Pero la mujer de negocios polaca se ocupa hoy de su otra faceta: la de coleccionista. Su pequeño tesoro, la Grazyna Kulczyk Collection —la compilación privada de arte contemporáneo más importante de Polonia y una de las más relevantes de Europa del Este— se expone por primera vez en el extranjero hasta el 15 de junio en la Sala de Arte de la Fundación Banco Santander.
El nombre de la muestra, por supuesto, no es baladí. Everybody Is Nobody for Somebody (Todos somos nadie para alguien) hace referencia a la incursión de los artistas polacos de los que hace gala Kulczyk, desconocidos en Europa Occidental. Pero también —cabe suponer— a la propia mecenas, anónima en España pero una de las personas más influyentes de Polonia: ocupa el puesto 12 en la lista Forbes de las personas más ricas del país y su apellido (también el de su marido, el número 384 entre las personas más ricas del mundo) genera más de dos millones de resultados en Google.
La muestra es heterogénea hasta el extremo, con una curiosa mezcla de pequeñas obras de célebres autores internacionales (Tàpies, Gego, Valie Export) y numerosas y grandes obras de artistas polacos no tan conocidos (las formas casi humanas de Alina Szapocznikow, la imponente videoinstalación de Katarzyna Kozyra o los inquietantes lego de Zbigniew Libera). Si, como asegura el comisario de la exhibición, Timothy Persons, “cada colección refleja el alma del coleccionista”, es inevitable mirar a la de Kulczyk, estrechamente unida a este tapiz que une feminismo, poesía concreta, arte mínimo y luces led.
“Para comprar arte hay que tener dinero”, explica Grazyna Kulczyk, abogada de formación, empresaria de profesión. Así responde a una periodista que le pregunta por el secreto para compaginar sus aspiraciones artísticas y monetarias. Lo que en otro contexto podría parecer una obviedad, se convierte en una revelación aquí, en el cuartel general de una de las firmas españolas más poderosas, la Ciudad Financiera del Santander, una megalópolis construida de un plumazo y de la que que el banco es inquilino desde 2009, cuando se deshizo de la propiedad por 1.900 millones de euros. El habitual lugar de residencia de la muestra está también en el corazón comercial de Poznan, la Stary Browar, antigua cervecería reconvertida con éxito por la mecenas en una mezcla de centro comercial y galería.
La apuesta de la coleccionista se basa en reunir a autores con un perfil más o menos bajo: mientras que la la colección cuenta con más de 30 obras del casi desconocido Jerzy Nowosielski, las del más célebre Tadeusz Kantor suman tan sólo 22, y las de Roman Opalka, 12. La mecenas y empresaria ha apostado, según Anda Rottenberg, exdirectora de la Galería Nacional de Arte Contemporáneo de Varsovia y prologuista del catálogo de la exposición, por artistas "que ya se están haciendo un hueco (o lo están recuperando) en la historia del arte europeo", esperando su revalorización.
Dar forma a la colección de Kulczyk, compuesta por las obras más cercanas a su apreciación estética y su manera de entender el mundo, ha corrido a cargo de Persons. El comisario ha optado por dividir la exposición en dos partes. La primera, a la que se accede a partir del lienzo Recuerdos de la canadiense Agnes Martin (1912-2004), está tintada por un tono feminista, en un sentido amplio del término. En la colección este va desde obras en torno a la identidad femenina (la relación con su propio cuerpo y su enfermedad de Alina Szapocznikow; la reinvención de las figuras clásicas asociadas a la mujer, como la Madona de Katarzyna Górna o la Piedad de Bettina Rheims) a piezas abiertamente combativas y politizadas, como la instalación La melodía infinita/única de las cuerdas de Valie Export, que cuestiona tanto el rol social de la mujer como el papel que en él tiene el capitalismo, o las armas de peluche de Annette Messager. La segunda trata de enlazar por temáticas o estilos artísticos en un recorrido desde las intervenciones conceptuales de Edward Krasinski (1925-2004) al letrero de neón de Hubert Czerepok (1973), que revisiona el lema "El trabajo os hará libre", colocado cínicamente por los nazis en los campos de concentración, convirtiéndolo en un irónico "No solo el bien viene de arriba".
Como presentación de la exposición y joya de la corona, la reflexión sobre el paso del tiempo y el viaje hacia la muerte del artista francés de origen polaco Roman Opalka (1931-2011). Hasta su muerte, el artista grabó el paso del tiempo mediante su meticuloso sistema de pintura: dibujar números en lienzos de 196 por 135 centímetros que capturaran el incensante paso del tiempo. Comenzó en el número cero y consiguió llegar hasta el 5.603.153. Los autorretratos periódicos que realizó Opalka durante todo el proceso, que evidencian el paso del tiempo también por su cuerpo, presiden la muestra. Con Opalka, la idea de que el mestizaje artístico y cultural Este-Oeste lleva años fraguándose. La presencia de Grazyna Kulczyk en Madrid, en el 25 aniversario de la independencia de Polonia es otro signo de apertura. Aunque la magnate ha confesado que, en esta ocasión, no asistirá a la muestra ni, por lo tanto, efectuará ninguna compra (ni siquiera la bajada del IVA del 21% al 10% la ha convencido). Con respecto a otros posibles negocios en España, Kulczyk espera ofertas.
Fuente El País (CLARA MORALES | Madrid): “50% de negocio, 50% de arte”...