El mercado del arte quiere tomar los museos
Estos días, la ley de Gravitación Universal tira con enorme fuerza del mercado del arte. Nunca, en las últimas décadas, el mercado había copado tanto espacio. Cada dos semanas, más o menos, se celebra una feria en el mundo. Londres, París, Turín, Lima, Nueva York, Hong Kong, México, Los Ángeles, Miami, Basilea…
Casi no hay nación del planeta que no tenga su propuesta. Buena, mala o regular. Da igual. A esta avalancha habría que añadirle las subastas mensuales de las grandes casas de pujas. Christie’s, Phillips, Sotheby’s, Bonhams… ¿Entonces? ¿Cuándo el dinero lo copa todo, dónde se puede ver arte sin ese lastre? ¿Qué espacios de “resistencia” —como le gusta decir a Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía— quedan? Más aún cuando hay artistas que, sin ningún reparo, producen obras pensando exclusivamente en ferias o bienales. Pensando en lo “gusta” y lo que se “vende”; lo que encuentra fácil acomodo o rema a favor de la corriente.
Hemos buscado palabras y respuestas. Hemos empuñado la grabadora. Y hemos hablado con dos voces —que no suenan como otras mil— en el arte contemporáneo. Son Bartomeu Marí, responsable del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), y João Fernandes, subdirector del Museo Reina Sofía. Prestemos atención.
“Una de las principales preocupaciones en el sector museístico es la independencia de las instituciones con respecto al mercado. Nunca esta cuestión había tenido tanto relieve”, reflexiona Bartomeu Marí, y añade con preocupación: “El mercado, las casas de subastas, las grandes galerías nos imitan y, en muchos casos, usurpan nuestros instrumentos (el conocimiento) y nuestras formas (catálogos razonados, conferencias, cursos) además de las exposiciones. Las necesidades de financiación de las instituciones públicas nos hacen vulnerables a influencias ajenas o injerencias indeseables”.
Cuanta João Fernandes que hace poco andaba recorriendo los espacios de una conocida bienal (de la que no da el nombre). Reparó en una pieza que le interesaba. De pronto, como de la nada, apareció un joven. Se identifico. “Soy representante de la galería “X”; si está interesado en ver más obra o en conocer más acerca del trabajo del artista puedo...”. Era una conversación que bien hubiera podido escucharse en una sala de pujas o en cualquier galería. Las bienales —algunas— parecen haberse convertido en una suerte de brazo ejecutor del mercado y, a la vez, en una correa de transmisión de bastantes de las galerías más poderosas del mundo. Entonces, ¿qué espacios de resistencia quedan para el arte?
“El mejor lugar para ver arte fuera o lejos del mercado es en la mayoría de los museos”, apunta Bartomeu Marí. “Porque deben ser libres frente a los dictados del mercado. Ahora bien, el mercado no es el demonio; da de comer a los artistas, pero no debe dictar las políticas expositivas o de compras de las instituciones públicas”. Es más, incide el director del Macba, “el mercado excluye a los museos: al estar dedicados a las grandes fortunas del planeta y al haber desistido los poderes públicos de actuar en el ámbito de la cultura, ningún museo puede competir hoy con los grandes capitales, ni debe hacerlo”.
Ante la constatación de la realidad, hay que volver la mirada hacia los centros de arte y, sobre todo, a las iniciativas autónomas de los creadores. Ideas independientes, alejadas de los grandes circuitos. “El conocimiento generado por los artistas, de forma autónoma, resulta más interesante que el desarrollado por el mercado e incluso, en ocasiones, más enriquecedor que el de las propias instituciones”, reflexiona João Fernandes.
El problema —como reconocerá cualquier joven artista que intente dar visibilidad a su trabajo hoy en España— es que los denominados espacios independientes, gestionados por artistas o por personas no afiliadas a instituciones, casi han desaparecido de nuestro país; si bien es cierto que nunca llegaron a ser realmente relevantes. Y esto tiene profundos riesgos. “Las actuales políticas culturas que asocian la inversión pública con el éxito de ventas acabarán creando una cultura unívoca y bendecida por el comercio, en la que desaparecerá la excepción”, advierte Bartomeu Marí. Como narra el subdirector del Museo Reina Sofía: “Hay que atender a las incorporaciones de lo local dentro de lo global”.
¿Se imaginan un mundo del arte dominado por el discurso mayoritario impuesto desde las casas de subastas, las ferias, las galerías más potentes, ciertas bienales y los grandes coleccionistas, o sea, los privilegiados del capital? Debe de ser como soñar todas las noches con las pinturas de puntos de Damien Hirst. Una y otra vez. Una y otra vez. Al igual que en El día de la marmota. Una pesadilla.
Fuente El País (Miguel Ángel García Vega): El mercado del arte quiere tomar los museos...