El bosque de Oma de Ibarrola renace tras la restauración
Concluye la primera fase de recuperación de esta obra, que fue atacada por proetarras.
El bosque pintado de Oma, el gran espacio de libertad al que en los oscuros años ochenta Agustín Ibarrola dio luz en plena naturaleza salvaje de la reserva de la Biosfera de Urdaibai, Vizcaya, rebrota con toda su fuerza simbólica por primavera.
Los trazos de pintura multicolor en árboles y piedras a los que Ibarrola otorgó vida plena en este templo animado del «land art» acaban de recobrar toda la intensidad de sus tonalidades originales gracias a un proyecto de recuperación impulsado por la Diputación Foral de Vizcaya y la Universidad del País Vasco.
Las formas geométricas, humanas y animales que forman este gran lienzo palpitante de hectáreas de pinos y laderas irregulares, vuelven a estar desnudas y reconocibles a los ojos del espectador. Las figuras -unos labios que dan un beso de bienvenida, un rayo que no cesa, unos ojos en recuerdo a Picasso y Oteiza… ¿una cometa?- se fragmentan entre cientos de troncos en un múltiple juego de perspectivas que animan a hacer un camino distinto y personal en cada visita.
Atacado por los intolerantes.
Atrás ha quedado la maleza vegetal, pero también del hombre totalitario, que hace unos años intentó cortar las raíces de libertad que inspiran la obra del resistente Ibarrola en su propia tierra. Su obra y su vivienda, situada a tan solo unos metros de allí, en la aldea de Oma (Cortezubi), fueron diana de varios ataques de los intolerantes que entre gritos a ETA amenazaron de muerte al artista, fundador de Foro de Ermua y miembro de ¡Basta ya!
Un centenar de pinos del frondoso paraje sufrió el zarpazo de locura y odio de los proetarras, pero Ibarrola, referente del constitucionalismo vasco, blindó su compromiso frente a la barbarie y se quedó para resistir y vencer. Las instituciones vascas, aunque con notable desidia ante los violentos, se conjuraron para «defender» el bosque pintado de Oma, escenario único de nuestra geografía sentimental y cultural. «Un símbolo de paz y entendimiento» frente a quienes amenazan «la vida y la libertad», proclamó el Parlamento vasco en 2003. Un año después tuvieron lugar los trabajos de reparación de la obra dañada. Pero el paso del tiempo es implacable, también en el bosque sagrado de Oma, y sus coloridos habitantes habían ido perdiendo lustre. Ahora el conjunto ha sido remozado en virtud del proyecto trienal 2013-2015, que dirige un equipo de profesores de la UPV especialistas en conservación y restauración de bienes culturales.
«Un organismo vivo».
Ibarrola pintó sobre los árboles consciente de que el soporte utilizado «no es inerte como el lienzo, sino un organismo vivo», recuerdan desde la Diputación de Vizcaya, que ha dotado con 72.000 euros esta iniciativa, cuya primera fase, la del sector oeste, concluye ahora. Tres han sido las principales formas de deterioro detectadas: la desaparición de la policromía, la decoloración de las tonalidades y la ocultación de las unidades estéticas por la vegetación incontrolada. Tras el censo y catalogación de los árboles y la situación de desarrollo vegetal del bosque, se procederá a repoblar los pinos muertos pintados y se dará también un mayor difusión del conjunto artístico-natural de Oma, patrimonio de la libertad.
«Es un patrimonio de la Humanidad».
Agustín Ibarrola se mostró ayer muy satisfecho de cómo marchan las tareas de restauración del bosque de Oma. «El efecto es muy positivo porque se han recuperado los colores originales», comentó el artista, de 84 años, que revivió con emoción el estadillo de colores y formas que pueblan este bello museo al aire libre. Es su obra maestra, que comenzó a pintar en 1982 y siguió retocando hasta el cambio de siglo. «Es un patrimonio nacional vasco que tiene importancia en todo el mundo. Ya es de la Humanidad», dijo el escultor vasco. Ibarrola suele recorrer a menudo este paraje idílico.
Fuente ABC (ITZIAR REYERO / BILBAO): El bosque de Oma de Ibarrola renace tras la restauración...
