La Bienal sitúa a Marrakech en el mapa del arte
Edificios abandonados, performances en el desierto, piezas de videoarte proyectadas entre las ruinas de una antigua fortaleza árabe. No se trata de un festival de arte alternativo, sino de la Bienal de Marrakech.
Una cita relativamente joven, que llega a su quinta edición con un reto: convertir la antigua capital de Marruecos en el centro artístico y cultural más relevante del norte de África. Un esfuerzo que se suma al del Festival Internacional de Cine de Marrakech que lleva desde 2001 atrayendo a las grandes estrellas del celuloide.
A Marrakech han llegado más de 100 creadores entre performers, directores de cine, artistas y escritores. El lema de esta Bienal es 'Dónde estamos ahora?'. Una pregunta abierta que admite muchas respuestas, reconoce la joven directora artística del festival, Alyia Sebti, "por eso hemos pedido a los artistas que reflexionen sobre este concepto". El contexto económico y social de Marruecos está en plena ebullición, explica Sebti, y eso se refleja también en en el plano creativo. Algo común entre los países emergentes desde India, Turquía a Nigeria. Muchos de estos artistas viven en Europa o en Estado Unidos, pero todos tienen sus raíces creativas arraigadas en la cultura de sus países de origen.
Esta mezcla tiene como consecuencia la presentación de propuestas que se sitúan en extremos opuestos: desde una habitación redecorada por el colectivo Z'bel con basura recogida de los contenedores de la ciudad a la instalación en el desierto al puro estilo 'hollywoodiense' del artista ucraniano Alexander Ponomarev.
Marrakech, dentro y fuera.
La Bienal de Marrakech nace en 2004 como un punto de encuentro artístico en un entorno sociocultural muy complicado que tiene como contexto el mundo post 11 de septiembre y el miedo a una fractura insanable entre Oriente y Occidente. Entre los que apostaron por el diálogo es está Vanessa Branson, hermana del multimillonario inglés dueño de Virgin Galactic.
La galerista ha sido la promotora de la construcción de este puente cultural entre culturas. Pero dar visibilidad a los artistas árabes y abrirse un hueco entre las otras citas internacionales del mundo del arte no es tarea fácil. Edición tras edición la Bienal de Marrakech ha ido creciendo. "Hemos puesto mucha atención a los lugares públicos y a que las obras ocupen diferentes espacios de la ciudad", continúa explicando la directora. Así, las performances y las actuaciones musicales se integran con la ciudad y sirven para conectar los diferentes espacios expositivos.
Muchos de estos lugares han estado cerrados al público hasta ahora. Como la antigua sede del Banco de Marruecos -afincado en plena Plaza de Jamaa El Fna- o el bloque residencial L'Blassa, una joya arquitectónica del art déco marroquí. Aquí los artistas han tenido mano libre para diseñar instalaciones que se adapten y transformen las estancias vacías de estos edificios abandonados. Como el pueblo tradicional bereber recreado en el sótano del edificio L'Blassa por el artista Hamid El Kanbouhi. O el lujoso motor de un Mercedes hecho a mano por artesanos marroquíes con materiales pobres como hueso y barro del artista argelino Éric Van Hove, al centro de la ex Banca Marroquí.
En el Museo Dar Si Said, las piezas de los artistas de la Bienal se alternan con las joyas, tapices y armas tradicionales. Los amplios espacios de la antigua fortaleza de Palais Badii acogen instalaciones sonoras y visuales que se camuflan entre las ruinas de la antigua fortaleza árabe.
Fuente El Mundo (GIULIO M. PIANTADOSI): La Bienal sitúa a Marrakech en el mapa del arte...