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El genio y la locura

El genio y la locura

Una exposición en el Museo de Orsay de París reivindica la vigencia de los dos genios mediante los cuadros de uno y los textos de otro.


¿Qué tienen en común Vincent van Gogh y Antonin Artaud? En el plano espacio temporal, poca cosa. Los dos creadores no llegaron jamás a coincidir ni conocerse personalmente puesto que, cuando el primero murió en Auvers-sur-Oise, a los 37 años, el segundo todavía llevaba pantalón corto en su Marsella natal.


Sin embargo, ambos fueron artistas dotados de un extraordinario talento y una visión diferente del mundo, cuyas personalidades inquietas y atormentadas les provocaron una febril actividad productiva, en medio de crisis depresivas y constantes visitas a sanatorios mentales. Hombres que volcaron sus vivencias en una obra insobornable, adelantada a su tiempo, henchida de lucidez y de fantasmas, que ha influido a las generaciones siguientes más de lo que ellos mismos pudieron nunca imaginar. Enemigos de los convencionalismos, exploradores de lenguajes nuevos, abanderados de la modernidad, adictos al exceso, malditos e incomprendidos, irremediablemente abocados a la autodestrucción.


Bajo el título de 'Van Gogh / Artaud: le suicidé de la société', el Museo de Orsay parisino acoge, hasta el 6 de julio, una exposición que reivindica la permanente vigencia de estos dos genios iluminados e hipersensibles, mediante los cuadros de uno y los textos de otro. ¿Se trata de una de esas muestras tan en boga últimamente que nacen del capricho de un comisario? Para nada.


El subtítulo de la expo en cuestión, 'El suicida de la sociedad', no es otro que el de un ensayo que Artaud escribió en 1947, por sugerencia del galerista Pierre Loeb, acerca de una amplia retrospectiva de Van Gogh inaugurada el 24 de enero de aquel año en el Musée de l'Orangerie de la capital francesa. Por entonces, el autor de 'El teatro de la crueldad' acababa de salir del sanatorio mental de Rodez (Aveyron), dejando atrás tres años de duro internamiento, para instalarse en la casa de salud del Doctor Delmas en Ivry-sur-Seine, bajo los cuidados de una joven internista en Psiquiatría llamada Paule Thévenin.


Tenía varios proyectos literarios entre manos y Gallimard le acababa de comunicar su intención de editar sus obras completas. Además, en julio se había comprometido con Loeb a exponer en su galería sus últimos retratos y dibujos. Así que no le hizo demasiado caso al consejo.


Pero en la 'maison de Santé' de Delmas cayó en sus manos Du démon de Van Gogh, de François-Joachim Beer, uno de los muchos libros escritos sobre el artista holandés desde una perspectiva vagamente psiquiátrica, que le exasperó profundamente. Así que, el 2 de febrero, decidió visitar la exhibición de L'Orangerie, en compañía de Thévenin, y entre el 8 de febrero y el 3 de marzo, escribió y dictó 'Van Gogh, le suicidé de la société', que sería publicado en diciembre.


En aquel texto reivindicativo, el poeta, dramaturgo, director escénico y actor galo no sólo se oponía ferozmente a la manida tesis sobre la alienación de Van Gogh, sino que se empeñaba en demostrar que la extremada lucidez del pintor holandés molestaba tanto a las conciencias ordinarias que éstas, tratando de impedir que emitiera todas esas "verdades insoportables", terminaron empujándole al suicidio.


"Lo que me consuela es que empiezo a considerar la locura como una enfermedad como cualquier otra y acepto la cosa como tal", escribe el artista a su hermano Theo en una de las cartas que forman parte de la expo. Pero, más que un demente, el autor de 'La noche estrellada' es, para Artaud, alguien sin miedo a mostrar la realidad: un artista que podía "escudriñar la cara de un hombre con una fuerza tan abrumadora, diseccionando su refutable psicología como un cuchillo".


"Nadie nunca ha escrito, pintado, esculpido, modelado, construido o inventado excepto para salir del infierno", dejó escrito el literato, apenas tres meses antes de fallecer víctima de una sobredosis de hidrato de cloral. "En el momento de escribir estas líneas veo el rostro color rojo sangre del pintor venir hacia mí, en medio de una pared de girasoles reventones y una gran conflagración de polen de jacintos y brotes de lapislázuli", prosigue unas páginas más allá.


Para el actor predilecto de Gance o Dreyer, Van Gogh debe ser considerado, ante todo, como "un pintor de lo ordinario, de las pequeñas cosas y los objetos cotidianos", aunque sus pinturas "asemejan bombas atómicas cuyo ángulo de visión habría sido capaz de perturbar gravemente el conformismo larval de la burguesía del Segundo Imperio".


Apoyándose en esa singular visión, la conservadora jefe del Museo de Orsay, Isabelle Cahn, ha concebido una exhibición muy particular, en la que nos invita a contemplar la obra de Van Gogh a través de los ojos de Artaud, a lo largo de 40 cuadros del pintor, así como una selección de dibujos y cartas, que se completa con los citados textos del poeta, pintados en la pared, y 15 obras gráficas suyas, inequívocamente influidas por el loco del pelo rojo.


"Lo más interesante del texto de Artaud es que contradice todas las teorías existentes sobre Van Gogh y el diagnóstico de su locura", señala Cahn. "Creo que las emociones que nos transmite son humanas", prosigue. "En cuanto a la angustia del pintor, viene a explicarnos que son los artistas quienes soportan nuestra angustia, la angustia de la sociedad de su época, e incluso nos enseñan cómo superarla".


Nada más comenzar el recorrido, el visitante se da de bruces en la segunda sala con cuatro autorretratos del neerlandés, colgados juntos pero realizados en distintas etapas de su carrera, entre 1887 y septiembre de 1889, que muestran el camino que va de sus años en París a su internamiento en Saint-Rémy de Provence, así como la evolución en su manera de pintar y su actitud ante la vida.


Las telas son en su mayoría muy conocidas y proceden del Museo de Orsay, el Van Gogh Museum de Amsterdam, el Metropolitan de New York, el Kröller-Müller de Otterlo, la National Gallery de Washington o el Folkwang Museum de Essen, aunque también hay unos pocos lienzos menos famosos, cedidos por coleccionistas privados. "Pero eso no ha de suponer un problema", comenta el crítico de arte de Le Monde Philippe Dagen, "ya que, incluso vista por enésima vez, la obra de Van Gogh permanece inagotable e imprevisible. Y lo mismo se puede decir de la de Artaud".


Efectivamente, los dibujos de este último mantienen el tipo puestos al lado de los coloridos óleos del maestro post impresionista. Los que factura durante su periodo de reclusión en Rodez (1943-1947), en el cual recibió medio centenar de electroshocks, resultan tan enigmáticos como inquietantes. Con sus cabezas y otras partes del cuerpo humano taladradas por clavos o sumergidas en manchas de tinta, transmiten con una inusitada intensidad la insoportable sensación del tormento. En cuanto al trazo obsesivo y convulso de Van Gogh, su clarividente exegeta se refiere a él como "un momento de salud entre dos crisis febriles".


Todo el texto de 'Le suicidé de la société' parece un ajuste de cuentas de su autor con la psiquiatría, personalizada aquí en el Doctor Gachet, que trató a Van Gogh durante sus últimos días en Auvers-sur-Oise. "En todo psiquiatra hay un sórdido y repugnante atavismo que le hace ver en cada artista a un enemigo", denuncia Artaud, pensando acaso en Jacques Lacan, eminente teórico francés que le diagnóstico que jamás volvería a escribir y viviría 80 años.


¿Cómo podía entender tan bien a Van Gogh y sus crisis de discernimiento el padre del teatro moderno? "Probablemente, por haber experimentado angustias similares en relación con la enfermedad y su tratamiento", apunta Cahn. "Fue después de una conversación con Gachet que Van Gogh volvió a su habitación, como si nada hubiera pasado, y se suicidó", escribe Artaud, para indicar después que sabe muy bien de lo que habla. "Pasé nueve años en un manicomio y nunca tuve la obsesión de suicidio", comenta. "Pero recuerdo que cada conversación que tenía con un psiquiatra, por la mañana, en el momento de la visita, me daba ganas de ahorcarme, sintiéndome impotente por no poder estrangularle".


O sea, una historia de locos.


Fuente El Mundo (JUAN MANUEL BELLVER | París): El genio y la locura...
Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: El Mundo (JUAN MANUEL BELLVER | París) | Fecha: 26/03/2014 | Ver todas las noticias



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