Un paseo por Mies van der Rohe
En 2014 se cumplen 45 años de la muerte del padre de la arquitectura y 95 años de la fundación de la Bauhaus, que dirigió entre 1930 y 1933.
Se trata de uno de los arquitectos más relevantes del siglo XX, cuya obra marcó un antes y un después en la historia de la Arquitectura y sentó las bases de lo que ha dado en llamarse Arquitectura Moderna. Unas líneas puras, siempre en busca de un lenguaje esencial fruto de una ardua labor de síntesis, culminaron en unos edificios que hoy, casi cien años después, siguen siendo de una vigencia rabiosa y de una modernidad tan silenciosa como elegante.
Nacido en 1886 en Aquisgrán, hijo de un negociante de mármoles (lo que quizás marcó su interés por los buenos materiales), Ludwig Mies van der Rohe empieza a desarrollar su carrera primero en Werder (a las afueras de Berlín) y después en los Estados Unidos, dónde se trasladó a vivir en 1938 y dónde murió en 1969, dejando un importante legado arquitectónico en ese país y sin haber pasado de hablar un inglés bastante rudimentario.
Barcelona es una de las ciudades europeas dónde la obra de Mies está mejor representada y todavía más valorada. De ahí que en 1983 el ayuntamiento barcelonés decidiera crear la Fundación Mies van der Rohe, una institución que nació con el objetivo de reconstruir el Pabellón Alemán (diseñado por Mies van der Rohe para la Exposición Universal de Barcelona de 1929) e impulsar además el debate, la difusión y la sensibilización sobre temas de arquitectura y urbanismo contemporáneos.
Giovanna Carnevali (Milán, 1974), arquitecta formada en las universidades de Génova y Barcelona, gran estudiosa de la obra de Mies y directora de la Fundación desde octubre de 2012, afirma que "la fundación tiene como meta el preservar el legado del gran arquitecto alemán y el fomentar la cultura arquitectónica desde Barcelona, a través de acciones como el Premio de Arquitectura Mies van der Rohe (uno de los más prestigiosos actualmente) y de promover eventos internacionales para difundir y potenciar la cultura arquitectónica europea, además de gestionar el archivo europeo de arquitectura más importante de Europa".
Según Carnevali, "Mies van der Rohe teorizó muy poco acerca de su obra, siempre dijo que sus edificios hablaban por sí solos. De hecho su frase menos es más, que tan famosa se ha hecho, no fue un estandarte ni una declaración de intenciones, sino algo que pronunció casi de pasada en alguna de sus conferencias". Y continúa diciendo que siempre, desde que era una estudiante de primer curso de carrera, se sintió atraída por la arquitectura de Mies "por ser clara y rigurosa. Él defendía que el buen arquitecto tenía que representar la mezcla perfecta entre valor intelectual y valor práctico, así como que la arquitectura de calidad había de tener la tecnología a su servicio para ser duradera, confortable, rigurosa y práctica. Sus edificios representan a la perfección todos esos valores".
Carnevali señala como edificios que marcaron un punto de inflexión en la carrera del arquitecto alemán la Villa (1928, en Brno, la antigua Checoslovaquia, una de sus obras maestras e inspiradora de la novela La casa de cristal, de Simon Mawer), el campus del nuevo Illinois Institute of Technology de Chicago y sus edificios (1938), la casa Farnsworth (1950, Illinois) y el Seagram Building en colaboración con Philip Johnson (Nueva York, 1958).
Pero por encima de todos ellos destaca el Pabellón Alemán (1929, Barcelona) que Mies construyó en solo ocho meses por encargo de la República de Weimar para representar la modernidad y las ideas aperturistas del estado alemán en la época y lo destaca porque "reúne de forma magistral su visión de la arquitectura como generadora de orden en medio del caos. Ese espacio es absolutamente armónico y sosegado, y el propio Mies escogió el lugar que iba a ocupar, en un lugar algo apartado de la montaña de Montjuïc, lejos del ruido y la aglomeración. Se trata de un reducto vacío delimitado a base de paneles que parecen flotar suavemente gracias a una gran investigación tecnológica que el visitante no percibe como tal pero que provoca una gran sensación de ligereza. Las proporciones son exactas y armónicas, la luz entra a raudales, el uso del cristal es magistral y desde el interior se percibe perfectamente el exterior, uno de sus grandes retos. El valor intelectual y de significado de esta obra han perdurado en el tiempo y representan el valor de la buena Arquitectura".
Para dicho pabellón Mies construyó también el mobiliario, cuya pieza más representativa es la Silla Barcelona, concebida para dar asiento a los monarcas españoles durante la ceremonia e inspirada en la antigua sella curulis, utilizada por los magistrados de la Curia romana. Convertida en un icono del diseño, fue construida con cuero y perfiles tubulares de acero inoxidable y aún hoy en día sigue en producción.
Fuente El Cultural (VIS MOLINA): Un paseo por Mies van der Rohe...