Cuando el museo no está fuera de juego
El Reina Sofía analiza en una exposición cómo el arte ha repensado y redefinido el espacio público a través de lo lúdico.
Una de las críticas más extendidas a los museos de arte contemporáneo es que se han convertido en parques temáticos: se exhiben vestidos de los diseñadores de moda, motocicletas, los hay que instalan millones de pipas para rebozarse entre ellas y enormes toboganes por los que deslizarse y disfrutar como niños. Incluso algunos centros proponen a los visitantes auténticas yinkanas. Y ello sin tener en cuenta el merchandising que inunda las tiendas de los museos, sus cafés... Ir a un museo hoy es mucho más que una experiencia artística. Claro que en algunos casos esa experiencia se parece, perversamente, a la que tienes cuando visitas unos grandes almacenes.
El Reina Sofía propone una interesante tesis en su nueva exposición. Ha investigado a conciencia sobre los espacios lúdicos, de juego, pero desde muchos y variados puntos de vista. Bajo el título «Playgrounds. Reinventar la plaza», la muestra aborda temporalmente desde la Comuna de París de 1871 hasta los movimientos sociales que arrancaron en 2011 y se han extendido por todo el mundo y analiza cómo el arte ha ido repensando y redefiniendo en todo este tiempo el espacio público. No siempre ambos conceptos (juego y espacio público) han ido de la mano. Son muchos los conflictos, las tensiones que han provocado, tanto social como políticamente.
Lo lúdico y el arte.
Lo lúdico siempre ha estado muy ligado al arte. Basta con echar un vistazo al surrealismo, un juego en sí mismo donde Dalí, Breton y compañía se divirtieron de lo lindo. Esta ambiciosa investigación, que reúne tres centenares de piezas y aborda todos los formatos (pintura, escultura, fotografía, vídeo, cine, documentos...), habla de conceptos como el ocio, el derecho a la pereza, el carnaval, el «homo ludens»... El recorrido arranca con una reflexión sobre lo carnavalesco: el mundo se vuelve del revés, se juega a ser otra persona, a transgredir, a ser grotesco e irreverente. Se ilustra la tesis con obras de Goya, Ensor, Solana, Maruja Mallo... Todos ellos grandes pintores de carnavales.
En 1880, Paul Lafargue tituló un ensayo «El derecho a la pereza». Toda una declaración de intenciones. Si uno de los grandes derechos del hombres es el del trabajo, también tenía que serlo el del tiempo libre. El hombre reivindica el juego, conquista el ocio, que ya no está en manos de las elites. En España tuvimos que esperar hasta 1919 para que aprobaran las ocho horas de trabajo diarias. En Estados Unidos llegó mucho antes: en 1866. Y con la conquista del tiempo libre surgen las actividades deportivas, el consumo, el turismo, las atracciones de masas... Cartier-Bresson inmortalizó con su cámara «Las primeras vacaciones pagadas» en el río Marne, Francia (1936-46), mientras Weegee retrataba el 21 de julio de 1940 a una marabunta humana en Coney Island en una jornada playera. Ya apuntaba el infierno de la masificación vacacional. No en vano se dice que los turistas son los trabajadores modernos.
Mirada ácida al turismo moderno.
Con un tono muy ácido y crítico y con mucho sentido del humor, como es habitual en ellos, Fichli & Weiss y Martin Parr inciden en este turismo moderno en trabajos presentes en la muestra. Los artistas suizos inundan toda una habitación forrada de negro con cajas de luz en las que se pueden ver fotografías de los principales destinos turísticos del mundo. Despliegan en vitrinas su particular catálogo de paquetes vacacionales. La descarnada mirada de Parr se centra en un parque acuático. Xavier Ribas se centra en «los domingueros», una especie que surge entonces con fuerza.
Otra de las secciones de la exposición («En los desechos del mundo, un nuevo mundo») se centra en los descampados de los suburbios, lugares marginales ruinosos o bombardeados, convertidos en parques infantiles de aventuras. Son los años del neorrealismo, el cine documental y de denuncia. Junto a fragmentos de películas de directores como Pasolini y Rossellini, admiramos imágenes de guerras y entreguerras firmadas por Agustí Centelles, Joan Colom, Cartier-Bresson, Catalá-Roca...
Mayo del 68 y la Primavera Árabe.
No faltan las ciudades concebidas como tableros de juego de Giacometti y Noguchi, así como las visiones contrapuestas de arquitectos como Le Corbusier y Aldo van Eyck. Este último llegó a construir en Ámsterdam hasta 734 parques infantiles entre 1947 y 1978. Hay también espacio para la utopía, como la Nueva Babilonia ideada por Constant. La exposición, que permanecerá abierta hasta el 22 de septiembre, se cierra con la vertiente más política de este juego en los espacios públicos. Ya en Mayo del 68 se tomó la plaza. Y desde 2011 y la Primavera Árabe, muchas plazas de todo el mundo volvieron a reinventarse y a tomarse: la plaza Tahrir de El Cairo, la Puerta del Sol de Madrid, la plaza Syntagma de Atenas, la plaza Taksim de Estambul...
Fuente ABC (NATIVIDAD PULIDO | MADRID): Cuando el museo no está fuera de juego...