La austeridad llega a la cultura
Más de 110.000 trabajadores eventuales del mundo del espectáculo luchan por no perder los subsidios que hacen de Francia una excepción europea.
En Cyrano de Bergerac, Edmond Rostand escribió este verso: “El que quiera morir que levante un dedo”. Estos días, después de la representación de la obra en el Teatro del Odeón de París, la compañía comandada por el sublime actor Philippe Torreton lee un texto que dice: “El que no quiera morir que levante el puño”.
La protesta de los actores, técnicos y figurinistas que hacen Cyrano trata de llamar la atención del público sobre la lucha de los intermitentes (eventuales) del espectáculo, una excepción cultural francesa creada en 1992 y que desde entonces ha sido atacada de forma recurrente por la patronal y por la derecha. El sistema beneficia en este momento a unos 112.000 trabajadores eventuales y precarios de los 200.000 que se dedican al espectáculo en Francia. El régimen consiste en que los empleados cotizan a la Seguridad Social mientras trabajan en una película o una función teatral, y cuando esta acaba cobran un subsidio mensual que en teoría les permite subsistir hasta el siguiente trabajo.
La Gran Recesión ha puesto en peligro la supervivencia de este sistema exportado con variantes a Bélgica y Suiza. El 22 de marzo, tres organizaciones patronales firmaron con tres sindicatos un acuerdo para reformar las reglas de cobro del subsidio de paro que afecta a 2,2 millones de desempleados. La reforma, que debe ser aprobada por el Gobierno a finales de este mes, tocará a los eventuales del espectáculo reduciendo en un 10% las ayudas del régimen especial, llamado UNEDIC, y dejando fuera de la protección a un 10% de los beneficiarios.
El líder de la patronal MEDEF, Pierre Gattaz, ha declarado que el ministerio debe aprobar la reforma del subsidio de desempleo “lo antes posible”, y sus negociadores amenazan con enviar una versión más dura del texto si se reabre la negociación. Los patronos consideran que ya han cedido demasiado; su intención de partida era acabar con el régimen especial del espectáculo alineándolo con el derecho común.
Desde el 22 de marzo, se suceden por todo el país las manifestaciones de los intermitentes. Tras conseguir una leve corrección del primer acuerdo, la lucha continuará, dicen los afectados, hasta que se garantice la integridad del sistema. “Nunca hemos estado en un riesgo tan alto”, cuenta Armelle, dibujante de películas de animación, de 40 años. “Yo trabajo con contratos de un mes, o como mucho de cuatro meses. Con el nuevo acuerdo y la política de austeridad de este Gobierno supuestamente de izquierdas, si me quedo en el paro y no he cotizado las horas suficientes, en solo tres meses me quedaría sin cobrar nada”.
La cultura aporta el 3,8% del PIB a la economía francesa, según los datos oficiales. Y los eventuales reivindican su importancia para la industria: “Nuestro modelo de excepción cultural es más rentable que los coches”, argumenta Armelle. “Pero los artistas tenemos mala fama entre los empresarios. Piensan que somos una tribu rara, unos aprovechados. No entienden que la cultura es lo que nos permite vivir con pasión y que las ayudas sociales sirven para mantener vivos unos oficios que, si no se protegen, desaparecerán”.
Músicos, bailarines, actores, pero también costureras, acomodadores o fontaneros están protegidos por el sistema UNEDIC. Los precarios deben trabajar un mínimo de 507 horas al año (72 jornadas de trabajo de siete horas) para tener derecho a un año de paro. Las ayudas oscilan hoy entre los 500 y los 4.000 euros netos mensuales, aunque solo 11 personas cobran la cuota máxima.
Los datos oficiales afirman que UNEDIC contribuye hoy en 300 millones anuales al déficit del Estado. Pero Denis Gravour, secretario general de la rama Espectáculos del sindicato CGT, relativiza esas cifras: “Todo el régimen especial cuesta unos 1.300 millones anuales, mientras que el conjunto de la protección social supone un gasto de 37.000 millones”.
Su central, excomunista, lidera la presión para que el Gobierno no promulgue el acuerdo parcial entre patronal y sindicatos, que de aplicarse supondría un ahorro de 100 millones anuales. La decisión del ministro de Trabajo, François Rebsamen, es espinosa, porque el ala izquierdista del Partido Socialista, con Martine Aubry a la cabeza, ha tomado partido por los intermitentes recordando que la defensa de los trabajadores del espectáculo es una seña de identidad socialista.
En 2003, las movilizaciones de los temporeros de la cultura contra el recorte de sus convenios colectivos desembocaron en la dimisión del ministro de Cultura y en la anulación de numerosos festivales, entre otros el de Aviñón. “Esta vez no será como en 2003, pero cuando los ministros vayan a los festivales de verano la cosa se va a agitar”, promete Denis Gravour. El sindicalista añade que la crisis y los recortes del gasto cultural “han precarizado más que nunca a los eventuales”, y enfatiza que “este año muchos solo han cotizado uno o dos días porque cada vez se hacen menos espectáculos en vivo”.
Cuando se le pregunta si los trabajadores franceses del espectáculo son unos privilegiados frente a los de otros países, Gravour afirma: “Todo el mundo debería tener una protección social mejor, pero Francia debe ser la vanguardia en la defensa de estos oficios especializados y sometidos a contratos cortos”.
Loic, dibujante de películas de animación, de 32 años, se siente amenazado por el clima de opinión: “Los medios hacen lobby a favor de la patronal, que quiere simplemente acabar con el sistema”, dice mientras agita una bandera ante la sede de la patronal MEDEF. “Pero es mentira que seamos una carga. Yo el año pasado cobré 1.300 euros de ayuda y 30.000 euros de salario. El problema es que la crisis es tan brutal que la cultura ha empezado a parecer un lujo y se hace complicado defenderla. En España eso lo saben bien, ¿no?”.
El dibujante añade que los ataques contra los eventuales “forman parte de un gran movimiento contra los derechos sociales de ese pensamiento único que considera un extremista y deja de lado al que se opone, y que sostiene que los europeos solo tenemos dos opciones: o nos convertimos en chinos o nos americanizamos”. A su lado, Patrick Desche-Zizine, músico y sindicalista, de 50 años, promete no rendirse: “La patronal sueña con abolir a los asalariados, pero los artistas hemos conquistado nuestros derechos con sudor y sangre. No solo trabajamos y comemos cuando cobramos, también cuando no lo hacemos ensayamos, mejoramos, practicamos… Detrás del trabajo que la gente ve hay muchas horas de esfuerzo invisible”.
Cambios anticrisis.
• El Gobierno de Hollande ha anunciado un recorte de 50.000 millones de euros en el gasto público entre 2014 y 2017.
• Las medidas incluyen la congelación de las pensiones, los salarios de los funcionarios y un tijeretazo de 10.000 millones de euros en sanidad.
• 200.000 personas se dedican al espectáculo en Francia. De ellas, unas 112.000 trabajan como eventuales.
Fuente El País (MIGUEL MORA | París): La austeridad llega a la cultura...