La Bienal de Venecia se rebela contra los arquitectos estrella
La gran cita creativa cambia el rostro de la Ciudad de los Dogos y, bajo el comisariado del holandés Rem Koolhaas, apuesta por examinar el pasado y leer el futuro.
Una solida y pintoresca nube de hombres y mujeres vestidos de negro conventual y con gafas de gruesas monturas de pasta llenan tanto el Arsenale como los Giardini de Venecia: son los arquitectos venidos de todas partes del globo a la preinauguración, ayer, de la 14ª Bienal de Arquitectura, la cita mundial de más solera y de referencia en el sector. Abundan los rostros orientales (ya hoy a los inveterados japoneses hay que sumar cada vez más a coreanos y sobre todo, chinos) que se mezclan con el paso fugaz de los arquitectos estrella, si es que vienen. Esta vez es precisamente uno de ellos, Rem Koolhaas (Rotterdam, 1944) el comisario de la edición. Y en una de sus primeras formulaciones ha dejado claro que no hay ni un solo pabellón nacional dedicado a un arquitecto en solitario, sino que se habla de arquitectura. En la contraportada de voluminoso catálogo hay solamente esta lectura: “Architettura non architetti”. Así que... blanco y en botella.
Koolhaas se tomó su tiempo para aceptar la proposición de Paolo Baratta de dirigir esta Bienal. En una primera conversación le dijo que no, y después, que sí, pero con condiciones. La primera: necesitaba dos años en vez de uno, que suele ser lo habitual en estos casos. También exigió que se hablara del pasado y del futuro y que no se centrase solo en el presente.
Koolhaas ideó un título para los pabellones nacionales, una especie de guía temática: Absorbing modernity, esto es: cómo se ha asimilado y procesado este siglo de modernidad (1914-2014). Algunos países siguieron esas indicaciones disciplinadamente, Otros no hicieron ni caso. España, por ejemplo, sí se centró en el argumento de los interiores, con una espléndida exposición dirigida por Iñaki Ábalos donde reúne proyectos actuales con referentes históricos extraídos de una rigurosa investigación documental. Luminosa o con monumentales fotografías, la muestra española se completa con secciones a tamaño mural de los nuevos proyectos, lo que facilita una lectura a los no iniciados.
Koolhaas además tenía dos focos espaciales: la nave de Corderie en Arsenale y el Pabellón Central de I Giardini, donde está la exposición Elementos de arquitectura, un riguroso recorrido que sirve en sus enciclopédicos contenidos no solamente para profesionales, sino para el hombre contemporáneo en general. Se trata de un ilustrado viaje a la génesis y desarrollo de cosas con las que convivimos: puerta (con cerradura, bisagra y picaporte), ascensor, balcón, corredor, muro, urinario o escalera, entre otros.
Cada elemento ocupa una sala, en un relato comisionado a un arquitecto o un equipo (las fachadas, por ejemplo, están presentadas por Alejandro Zaera-Polo). Esfuerzo titánico y costoso, ha precisado en muchas ocasiones traer los módulos constructivos, las muestras reales, como sucede en la parte de los ascensores. Allí se encuentra la cápsula usada para la liberación de los mineros chilenos atrapados en 2010. En el conjunto, destaca el viaje fascinante por la colección de Charles Brooking, un hombre que guardó cuanta ventana se encontró. Entonces, nadie se lo tomó en serio. Hoy es un referente mundial.
A Koolhass se le vio satisfecho en la conferencia de prensa, siempre con el tono lineal y discreto que caracteriza al arquitecto holandés, premio Pritzker en 2000: “La modernidad es un proceso doloroso, algunos países han estado obligados a modernizarse aceleradamente”. Este efecto traumático del siglo, esa herida abierta, esta presente en las tensiones políticas actuales y en pabellones como los de Japón, Corea, Rusia y Suiza. Portugal reparte un periódico en papel reciclado con cabecera a cinco columnas y sin mayúsculas: homeland (lugar de origen).
Nadie parece estar en las nubes, a pesar del aire distante y el estilo lujoso que perfuma el ambiente. Los estudiantes ponen la nota de color, ayudan y se ocupan de todo lo imaginable. El vigor de la empresa colectiva se impone (ahí está la ideología de Koolhaas), y la muestra del pabellón central es una especie de master obligado del que se sale pensando: si esto hemos construido, esto debemos conservar y transformar. “No es solo una muestra del pasado, de lo que hemos perdido, sino de lo que hemos ganado, de la respiración de la arquitectura del futuro”.
En Corderie (donde se fabricaban los muy diversos tipos de sogas necesarias en la fabricación de barcos y de atraques, una industria que se remonta al siglo XVI y que ya era moderna en su tiempo) Koolhaas ha ideado Mondoitalia. Dice Koolhaas: “El Arsenale es largo como la propia península italiana, nuestra lectura empieza en el sur y acaba en el norte. Invité a 40 arquitectos, muchos de ellos italianos, a participar en esa idea. Para mí, Italia es crucial en la historia y en el mundo, no solo por sus tesoros en el arte, sino por su genio potencial probado”. El hilo conductor es un gran telón o cortina transparente estampada con un mapa antiguo. “En la intención de Mondoitalia está la tensión contemporánea”, dice Koolhaas. Entre otros temas, hay un delicioso y documentado texto de Beatriz Preciado en un folleto que voló enseguida de mano en mano: Cómo Pompeya inventó la pornografía, donde relata la génesis de los gabinetes secretos, o el apartado de Cinecittà dirigido por Ignacio G. Galán, con una maqueta ejemplar y una lectura que engancha al espectador.
En el utópico pero a la vez posible plan prospectivo de Baratta se da este un tanto desconcertante programa mixto: crear y estabilizar ese tejido de vasos comunicantes entre bienales (Artes Visuales y Arquitectura) y los festivales anuales (música, danza, teatro y cine). El resultado es de una dinámica que no deja mucho tiempo para el reposo.
Entre otros anuncios bastante espectaculares para los tiempos que corren, la Bienal de Arquitectura se extiende a seis meses (del 7 de junio al 23 de noviembre), siguiendo el formato de éxito de la de Artes Visuales y habrá 17 fines de semana seguidos con eventos especiales sobre los escenarios creados por Koolhaas y su equipo.
Un total de 95 días que se prometen intensos de debates, seminarios y actuaciones performativas que se unen a una idea adicional del arquitecto holandés: el Free Port donde tendrán cabida propuestas extraordinarias de cualquiera de los 66 países participantes. La Bienal de Arquitectura cambia también sus horarios; los viernes y los sábados se empezará desde las diez de la mañana hasta las ocho de la tarde, una flexibilidad que permitirá ver los programas continuados de música y danza. Ahora es el turno de la danza hasta el 29 y en octubre le toca ocupar esos escenarios a la música contemporánea, según el programa preparado por Ivan Fedele (Lecce, 1953).
Virgilio Sieni (Florencia, 1947), director de la división de la danza, y Rem Koolhaas hablaron mucho para la concepción de los seis escenarios que se encadenan a lo largo de la imponente nave de Corderie; Koolhaas mostró una especial sensibilidad (vale la pena recordar que fue el proyectista del estupendo teatro para baile del Nederlands Dans Theater de La Haya en 1980) ante esta propuesta de Baratta, presidente de la Bienal, de hacer convivir en tiempo y espacio, la colaboración puntual con los festivales de música, danza, teatro y cine. La danza, con casi 300 participantes, llena ahora los espacios en una compleja y dispersa sinfonía contemporánea.
Fuente El País (ROGER SALAS | Venecia): La Bienal de Venecia se rebela contra los arquitectos estrella...