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El Museo Thyssen revisa los mitos del Pop

El Museo Thyssen revisa los mitos del Pop

Veintidós años después de la muestra que le dedicó el Reina Sofía, una nueva exposición en Madrid vuelve a abordar las claves de este célebre movimiento.


En 1956, un artista británico, Richard Hamilton, realizó un collage que tituló «Just what is it that makes today’s homes so different, so appealling?» (¿Qué es lo que hace que los hogares de hoy sean tan diferentes, tan atractivos?) En él, un culturista luce músculos y porta un chupa-chups en el que aparece la palabra Pop. Se halla en la sala de una casa rodeado de un televisor, un cómic, un magnetofón, una aspiradora... La sociedad de masas, de consumo, había irrumpido y con ella nacía uno de los movimientos artísticos más célebres del siglo XX. Hamilton, padre de la criatura, a quien el Reina Sofía dedicará este mes la mayor antológica de su carrera, definió el Arte Pop así: «Popular, efímero, prescindible, barato, producido en serie, joven, ingenioso, sexy, divertido, glamuroso y un gran negocio».


Muerta la alta cultura, el trono lo ocupa la cultura popular. Aunque ya antes que los artistas pop un tal Duchamp había logrado colar un urinario en museos y galerías de arte, es en estos momentos cuando el arte abre sus puertas a los objetos de consumo, los souvenirs, las marcas publicitarias, los cómics, los medios de comunicación de masas, las nuevas tecnologías... Cualquier cosa es susceptible de convertirse en obra de arte.


Rastreando sus fuentes.

Pese a que vivimos un revival del Pop y su gurú, Warhol, arrasa en el mercado del arte, hace 22 años que no se dedica en Madrid una exposición a este movimiento. La última, en 1992 en el Reina Sofía. Ahora es otro museo, el Thyssen, el que revisa los «Mitos del Pop». En los últimos años los grandes museos internacionales se han interesado por explorar las huellas del pop en el arte contemporáneo. Así lo hizo el Metropolitan de Nueva York en 2012 («Regarding Warhol») y así lo hará a finales de este año la Tate («Transmitting Andy Warhol»). El Thyssen, sin embargo, ha optado por rastrear sus fuentes. No en vano, la colección de la pinacoteca acaba cronológicamente con este movimiento.


La comisaria de la exposición, Paloma Alarcó, explica su discurso a través de un centenar de obras, que abarcan desde los orígenes británicos de este movimiento (Hamilton, Paolozzi), hasta el boom del Pop en Estados Unidos (Warhol, Lichtenstein, Rauschenberg, Jasper Johns, Wesselmann, Rosenquist, Alex Katz) y sus coletazos en Europa, España incluida.


Años 60. Los hippies se echan a las calles, muere Marilyn, Kennedy es asesinado, estalla la guerra de Vietnam... y el márketing publicitario inunda las vidas de los norteamericanos. En el supermercado del Pop hallamos sopas Campbell, cigarrillos Lucky Strike, detergente Brillo... Objetos de consumo diario, pero también iconos pop. La estrella fetiche del movimiento, una humilde Coca-Cola. Su eslogan (la chispa de la vida) se convierte en refrescante símbolo del estilo de vida americano. Una botella pintada por Warhol fue vendida el año pasado por 51 millones de dólares. Su fascinación aún se mantiene intacta. Jasper Johns se pregunta si su obra es una bandera o un cuadro, mientras Claes Oldenburg esculpe tartas, helados y hamburguesas y Robert Indiana reparte amor (LOVE) por todos los rincones.


Collage, publicidad y cómic.

Paradójicamente, un movimiento tan rupturista como el Pop mantiene un pie en la tradición artística, revisándola. Algo que se aprecia a la perfección en esta exposición. Ya al comienzo del recorrido hay un guiño: cuelga la «Venus» de Botticelli en versión warholiana. La santísima trinidad del Pop (collage, publicidad y cómic) va apareciendo en cada una de las salas del Thyssen. Tras los collages de Hamilton y Paolozzi vemos cómo se aproximan a los cómics Warhol y, sobre todo, Lichtenstein. De este último se ha conseguido un préstamo excepcional: «Look Mickey», de 1961, cedido por la National Gallery de Washington. Un emblema pop: es la primera vez que el artista utiliza en su carrera un cómic. El Pato Donald se mira en el agua (en clara alusión al mito de Narciso), en presencia de otro icono Disney, Mickey Mouse. En la pared de enfrente, dos versiones del famoso ratón firmadas por Warhol y el Equipo Crónica. Hay tres estupendos ejemplos de las «mujeres» que Lichtenstein pinta en sus celebérrimas viñetas, poderosas pero tremendamente infelices.


La muestra despliega a continuación todo un catálogo de eslóganes y marcas publicitarias. «Slip it to me», reza una pieza de un provocador Hamilton («Epifanía», 1987-89), que recuerda a las tradicionales chapas. Siguiendo el juego del padre del Pop, el Thyssen recrea estas chapas en las cartelas de las salas. El museo ha apostado por un montaje muy popero (grandes rótulos sobre fondo amarillo). Pero si algo define a este movimiento es la pasión que sentían sus miembros por los mitos, bien musicales (los Beatles, los Stones), bien estrellas de Hollywood:Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Marlon Brando, James Dean... Solo los artistas pop se atreverían a hacer parejas imposibles: James Dean con Rimbaud (Ray Johnson) y el santo grial proustiano, «En busca del tiempo perdido», con los zapatos (Warhol). El Pop murió de éxito y acabó siendo un mito en sí mismo.


Este movimiento revisa los géneros tradicionales: el retrato (Hockney, Peter Blake, Warhol), el desnudo (Wesselmann, Rosenquist, Polke, Richter, Warhol..., que está en todas las salsas), la pintura de historia, la naturaleza muerta... Los suntuosos bodegones holandeses del XVII son sustituidos por tortitas, salchichas, batidos y Coca-Colas. La comisaria quiere romper viejos tópicos sobre el Pop. Se suele tildar a estos artistas de superficiales. Pero esa, dice Paloma Alarcó, es una mirada muy distorsionada:«Detrás de cada obra hay una idea, una reflexión crítica, mordaz e irónica». No solo se deslumbraron por las estrellas de Hollywood y los productos de consumo; también fueron cronistas de su tiempo:Warhol pinta la muerte de Kennedy con el retrato de su viuda (Jackie, otro icono pop), la llegada del hombre a la Luna...


El Pop en España.

En España llegó el Pop en unos años complicados, de ahí que la política se cuele en las propuestas de Darío Villalba («Jones-Raya Roja»), Eduardo Arroyo («Blanco White amenazado por sus seguidores en Londres»), Juan Genovés («El abrazo», un símbolo de la Transición en nuestro país)... La exposición se cierra con la mirada del Arte Pop a los maestros del pasado: Lichtenstein evoca la picassiana mujer que llora del «Guernica», el Equipo Crónica revisita a «Las Meninas» y Arroyo «mata» al padre: pone boca abajo el mundo del arte con su «Vestido bajando la escalera», en el que parodia irreverentemente el «Desnudo bajando la escalera», de Duchamp.


Recuerda Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, que muchos creyeron ver en el Pop la muerte del arte, con Warhol en el papel de verdugo: «Esa supuesta muerte fue en realidad una transformación para sobrevivir. No fue una rendición, sino un contraataque».


Fuente ABC (NATIVIDAD PULIDO | MADRID): El Museo Thyssen revisa los mitos del Pop...
Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: ABC (NATIVIDAD PULIDO | MADRID) | Fecha: 06/06/2014 | Ver todas las noticias



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