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La España remota vista desde Japón

La España remota vista desde Japón

Las fotografías de Teruo Sekiguchi recuperan la ruta de la primera embajada japonesa en España. Hasta el 15 de agosto en la Real Academia de San Fernando.


El listín telefónico de Coria del Río, a un par de kilómetros de Sevilla, incluye a menudo el apellido Japón. El motivo corre a cuenta deHasekura Tsunenaga, o un veterano samurái que, a la cabeza de la primera delegación nipona en Europa, desembarcó en la localidad andaluza en el otoño de 1614. Era el punto de partida de las relaciones hispano-japonesas y, sobre todo –relata el fotógrafo y académico Teruo Sekiguchi–, la cima de un viaje inmenso. El mismo que cuatro siglos después llevó al propio Sekiguchi tras los pasos del itinerario cubierto por Tsunenaga y que, desde hoy y hasta el 15 de agosto, expone la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. «La España de hoy aún se parece a la de Tsunenaga», concluye el fotógrafo.


De Acapulco y Veracruz a Sevilla, Madrid y Barcelona para recalar en Roma y retornar a Madrid, Tsunenaga exploró Occidente junto al franciscano español Luis Sotelo. El eclesiástico, que le introdujo en la fe católica, secundaría al diplomático en un periplo cuyo motivo –más allá de aquella España imperial que doblegaba al sol– era trabar contacto con el poder católico, el papado y Felipe III, que desde 1549 evangelizaba Japón bajo pabellón jesuita.


La cámara de Sekiguchi, reacia a sobreiluminar y atenta a «qué y cómo veían las gentes de la época», se suma así a la clausura del año dual España-Japón 2013-2014. Y lo hace a través de una propuesta algo romántica, atenta a las ruinas de un país fantasmal –el barroco y los avisos del declive– que, como sucede hoy ante la figura del fotógrafo nipón, asistió al tránsito del inesperado Tsunenaga.


Sekiguchi, en cualquier caso, limita su mirada al tramo hispánico del viaje, España y México, y de ahí que emplease cerca de dos años –«buscaba acercarme lo más posible al personaje»– en rastrear personalmente la ruta del embajador nipón sobre suelo peninsular. Su objetivo revela un mundo nuevo que, en ciudades y otras estaciones del viaje, «suplanta» y destituye a esa España de polvo y crucifijos que transitó Tsunenaga; pero que, en ocasiones, descubre pistas del territorio mítico que sueña el fotógrafo: tabernas despobladas, yermos castellanos, lejanos pastores en medio de alguna trashumancia.


Precisamente es la figura del pastor la que fascina a Sekiguchi, que detecta en su errar –«un pequeño filósofo»– a ese embajador insólito que, como el Cándido de Voltaire y otros ingenuos, militó en un épica inusual y a veces castigada: la curiosidad por los otros.


Tsunenaga se quedó sólo.

Y el desenlace es algo más oscuro. Alertado por el giro anticatólico de los Tokugawa –que intuían en la corona española un peligroso depredador–, Felipe III ordenó expulsar del país a la peculiar comitiva, ajena al juego político nipón en un mundo de cartografías en curso y trayectos inagotables. Cuando la nao del samurái amarraba en el puerto de Sendai, al noreste del archipiélago, corría el verano de 1620 y la comunidad cristiana huía de un Japón azotado por el fanstasma del aislacionismo feudal.


El franciscano Sotelo fue quemado vivo al desembarcar y a Tsunenaga, enviado a prisión, la historia le pierde la pista para emerger dos años más tarde en una tumba próxima a Miyagi, la capital de Sendai. Nadie sabe qué narró a la vuelta. A eso, al viaje y sobre todo su crónica, se encomiendan las imágenes de un Sekiguchi cuyo trabajo tantea una certeza. Las Ítacas de este mundo, antes que en el regreso, cobran sentido en el relato.


Fuente ABC (CARLOS ABASCAL PEIRÓ | MADRID): La España remota vista desde Japón...
Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: ABC (CARLOS ABASCAL PEIRÓ | MADRID) | Fecha: 16/07/2014 | Ver todas las noticias



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