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Detenido un ejército de falsos "giacomettis"

Detenido un ejército de falsos

La policía se encontró un ejército de esculturas digno de un mausoleo imperial chino. Pero en lugar de la prolijidad naturalista de los guerreros de terracota, algunos de los bronces hallados en un almacén clandestino de Maguncia muestran las siluetas espectrales y los miembros escuálidos de los giacomettis más célebres y valiosos.


Las estatuas grandes y las piezas menores descubiertas en el almacén llevaban la firma de Alberto Giacometti y contaban incluso con el sello de los fundidores que fabricaban las obras para el artista suizo. Todo falso. El departamento de delitos artísticos de la policía criminal de Baden-Württemberg dio el golpe definitivo a una banda que estafaba cantidades millonarias en todo el mundo.


De haber sido auténticas, las más de 1.000 piezas -entre bronces y escayolas- decomisadas en agosto de 2009 habrían alcanzado un valor astronómico en el mercado internacional de arte. Sirva de referencia el precio que obtuvo hace un año uno de los seis vaciados de Hombre caminando I (L'Homme qui marche I), que se convirtió fugazmente en la pieza artística más cara nunca vendida en una subasta pública. La multimillonaria brasileña Lily Safra pagó por la escultura casi 75 millones de euros. Esta era auténtica.


Las de Maguncia, no. Uno de los cabecillas de la banda de estafadores era el conde de Wallstein, un supuesto aristócrata que se asoció con un corredor de arte para sacar al mercado una colección "perdida" de obras de Alberto Giacometti. Se inventaron que las había escondido su hermano Diego Giacometti, muerto en París en 1985. Para apoyar su bulo, el marchante y el conde Lothar Senke von Wallstein escribieron un libro que editaron a cuenta propia y titularon La venganza de Diego. Son 139 páginas que mezclan episodios de la vida real de Alberto Giacometti con imaginativas ficciones que apuntalan el cuento de la inexistente colección oculta de giacomettis.


A finales de febrero se dictaron las tres primeras sentencias en el complicado juicio contra el quinteto de embaucadores. Un marchante de arte de Wiesbaden, su cómplice en la capital de Hesse y la esposa del marchante de Maguncia se declararon culpables. El tribunal de Stuttgart que lleva el caso condenó a cada uno de ellos a dos años de prisión por estafa y falsificación de documentos. Quedarán en libertad condicional y tendrán que pagar cuantiosas multas. Los dos cerebros de la trama permanecen en prisión preventiva desde 2009. Se espera que el juicio termine antes del verano. Cuando comenzó el proceso, el pasado otoño, se necesitaron más de tres horas solo para la lectura de los cargos.


El marchante de Maguncia y su compinche trataron de vender 17 esculturas de Giacometti por valor de más de un millón de euros a un alemán muy interesado. Resultó ser un agente encubierto de la Policía Criminal (LKA) de Baden-Württemberg. La audacia de los falsificadores había llegado hasta Nueva York, donde intentaron colocar 300 piezas de bronce y 100 de escayola en una conocida galería. Pedían 50 millones de euros.


Los expertos en arte de la Policía Criminal conocían al marchante desde hace años. Junto a Wallstein había vendido en los últimos seis años una serie de esculturas, también falsos giacomettis, por casi 10 millones de euros. Eran, como las más de 1.000 obras de las que se incautaron los agentes de la LKA en 2009, burdas copias sin valor alguno. El marchante de Maguncia reconoció en febrero que sabía de la procedencia fraudulenta de sus esculturas y aseguró que no quería venderlas. Después se retractó. Von Wallstein mantiene, contra toda evidencia, que son auténticas. No se sabe cómo se repartían el botín entre los cinco implicados ni dónde está el que han obtenido hasta ahora.


Al parecer, estas se fabricaban en China y llegaban a Alemania vía Tailandia, disimuladas entre el gigantesco trajín de mercancías de los puertos nórdicos. El marchante los guardaba en su almacén hasta que encontraba un primo. Según apuntan los expertos en diversos medios, la calidad de las esculturas era nula. Sus fabricantes se orientaban por fotografías de obras famosas del artista suizo. Así, no solo les era imposible imitar bien la textura del material o los detalles de las piezas, sino que a menudo se tenían que inventar el lado de la escultura que no se veía en la foto. Bien atrás quedan los tiempos en que los falsificadores ejecutaban sus timos con la maestría de un Han van Mageeren. Del holandés se dijo que superaba a algunos originales, pero su mérito más celebrado fue colocarle un falso vermeer al criminal nazi Hermann Göring.


La millonaria venta de L'Homme qui marche I fue interpretada en 2010 como una señal de recuperación del maltrecho mercado del arte tras la crisis. Para destacar el mérito del suizo Giacometti, algunos recordaron el monólogo de Orson Welles en El tercer hombre, cuyo personaje comparaba la violenta Italia del Renacimiento con Suiza. De la primera "salieron Miguel Ángel y Da Vinci", mientras que en Suiza "500 años de democracia y paz solo han producido el reloj de cuco [que en realidad es un invento alemán]". Ahora, la estafa de los giacomettis descubierta por la policía alemana arroja nuevas sombras sobre el mercado artístico. Esté o no rehecho tras la crisis, los escándalos como este sugieren que en el mercado artístico prima el cálculo económico y el esnobismo sobre la calidad o el valor de las obras. Lo apetitoso del botín y la laxitud demostrada por algunos expertos permite sospechar incluso de las colecciones públicas.


La fundación Alberto y Annette Giacometti de París ha instituido un nuevo premio, el Annette Giacometti. Dotado con 10.000 euros, distinguirá a las exposiciones, los artículos periodísticos o las webs que mejor contribuyan a llamar la atención sobre la vulneración de los derechos de los artistas.


Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: elpais.com | Fecha: 23/03/2011 | Ver todas las noticias



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