La RAE rescata un sueño incumplido de Azaña
El presidente de la República Manuel Azaña quiso iniciar en abril de 1936 una Biblioteca con los clásicos de la literatura en español. Ya estaba decidido hasta su director: Ramón Menéndez Pidal. Aquel plan, que se apoyaba en antiguas pretensiones de los académicos esbozadas a mediados del siglo XIX, fue finalmente abortado poco tiempo después por el estallido de la Guerra Civil. Otro sueño más de la cultura que se iba al traste por las pistolas.
Este viejo deseo de Azaña quedó ayer desempolvado tras la presentación que hizo Víctor García de la Concha, expresidente de la RAE, del nuevo proyecto editorial de la Academia tras la reciente aparición de la Ortografía: la Biblioteca Clásica. En total, 111 títulos imprescindibles que serán editados por Galaxia Gutenberg durante los siguientes 15 años. La primera tirada será de 4.000 ejemplares. El proyecto goza de una aportación de la Obra Social de La Caixa de 700.000 euros y cada libro tendrá un coste en la librería de entre 20 y 26 euros. A pesar de estos precios, los académicos se apresuraron ayer a señalar que "no hay una pretensión comercial". "Poco a poco iremos haciendo ediciones más baratas", aseguró García de la Concha.
La intención de los académicos es publicar ocho títulos al año. Los primeros serán el Cantar de Mio Cid, Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo; Gramática sobre lengua castellana, de Antonio de Nebrija, y La vida del Buscón, de Francisco de Quevedo. El Quijote no está incluido en el primer listado, pero está prevista una edición especial por parte de la RAE para 2015, "ya que coincide con el aniversario de su segunda parte", señaló Francisco Rico, director de la Biblioteca Clásica.
El canon básico
¿Por qué estos títulos y no otros? "Estos primeros cuatro títulos tienen una relación especial con la Academia. La edición del Mio Cid de Tomás Antonio Sánchez fue publicada por primera vez en 1779 por esta casa, que la hizo popular. "Tampoco podíamos dejar de lado al miserable de Quevedo, que en El Buscón nos demuestra que la maldad moral y social no tiene nada que ver con la creación literaria", explicó Rico. El resto de títulos forman parte del canon de la historia de la literatura española, desde Don Juan Tenorio, de Zorrilla a Miau, de Benito Pérez Galdós.
Están excluidos los que podrían llamarse clásicos contemporáneos Antonio Machado o Pío Baroja, por ejemplo por criterios de derechos de autor (sus obras aún no están en dominio público) "y porque un clásico siempre necesita cierta distancia", aclaró el académico Darío Villanueva.
En la ejecución de este proyecto, que en tiempos de internet podría parecer un tanto anacrónico la Biblioteca Cervantes Virtual y la Biblioteca Nacional ya tienen digitalizados estos títulos y disponibles de manera gratuita, también hay dos motivos de índole más filosófica: mostrar que aún no ha llegado la muerte del libro ni la de la literatura. Como recordó Villanueva, "en 1968, al hablar de la aldea global, el filósofo Marshall McLuhan predijo la muerte del libro en 1980. Lo único que ocurrió ese año fue que murió el propio McLuhan". Para el académico, "todos los augures del fin del libro se han equivocado", si bien "este proyecto no tiene nada que ver con el numantinismo. No nos queremos encerrar en nuestros muros, por lo que también se lanzará una versión en pantalla para todo tipo de dispositivos".
Manuscritos dañados
Con respecto a la muerte de la literatura, Villanueva se refirió a la figura de Alvin Kernan, quien ya en 1990 advirtió de este exterminio con la llegada de la red y el final de los cánones literarios. "Esta Biblioteca es una manifestación de que la literatura está viva. De todas formas estos 111 títulos no son una composición autoritaria, pero había que poner unos límites".
Los académicos sí desean que la edición de cada uno de estos títulos sea prácticamente definitiva. Para ello, han acudido a los manuscritos originales, algunos conservados en mal estado, como el Cantar de Mio Cid, dañado por los ácidos que utilizó en su día Menéndez Pidal para su conservación. "Hemos hecho un análisis espectométrico del Cantar e incluso hemos descubierto que en los márgenes aparecen monigotes tras lo que nosotros creíamos que eran manchurrones. Eran dibujos que hicieron los propios lectores mientras leían", confesó Alberto Montaner, autor de la nueva edición del Cantar.
Otra curiosidad es la selección del texto de El Buscón que comienza con "Yo señora" y no con "Yo señor" como aparece en otros manuscritos. "En el manuscrito más cercano al original comienza así. Por eso la elegimos", zanjó Rico. El proyecto de Azaña comienza así a andar.