Canto del cisne en el Niemeyer
Todo es dinero, la política también; todo es política, la cultura también. Con el primero de por medio, la tercera suele pasarlo fatal en las fauces de la segunda. Y suele acabar siendo pasto de esa fatalidad de las cosas no escritas pero inexorables. En resumen: malos tiempos, casi siempre, para la lírica.
También en Asturias, sobre todo en Asturias, donde Francisco Álvarez-Cascos ha logrado en cosa de medio año (el que va desde las elecciones municipales y autonómicas de mayo hasta ayer mismo) la hazaña de cerrar una ilusionante fábrica de contenidos culturales como es -como era- el Centro Niemeyer de Avilés.
Una isla urbana con cúpulas, moles y torres de hormigón blanco y curvilíneo que ayer recordaba demasiado a la decadencia precoz de esos lugares donde se intuyen ya los matojos emergiendo entre las losetas.