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De la chabola al chalet

De la chabola al chalet

La Transición fue una época apasionante, tanto desde el punto de vista de los cambios políticos como sociales. En este último aspecto se centra el libro del fotógrafo Paco Elvira La Transición (Editorial Lunwerg). Un testimonio valioso de cómo era España y lo mucho que ha progresado


Las fotos de España de hace 30 y 40 años reflejan un país que poco tiene que ver con el de hoy, por muy vapuleado por la crisis que esté. Ni el blanco y negro suaviza los rostros y los paisajes de una sociedad que, no hace tanto, fue pobre: con niños que jugaban en descampados o trabajaban recolectando basuras, madres que parecían abuelas, perros abandonados, calles sin asfaltar, pueblos sin agua y casas sin calefacción.


Imágenes como estas las tomó durante años el fotógrafo Paco Elvira. Pero no se dio cuenta de su valor hasta el 2000, cuando recibió una llamada de uno de los cronistas más respetados de la ciudad de Barcelona, Josep Maria Huertas Clavería. Le pedía una foto de Bellvitge, un barrio de periferia (pertenece al municipio de L’Hospitalet), que data de 1970. Elvira rebuscó en su archivo y encontró la imagen adecuada: se tomó en esa fecha y muestra la construcción de la que fue una de las primeras ciudades dormitorio de España. Bloques de pisos sin demasiada voluntad estética, levantados en unos terrenos agrícolas. Frente al gran cartel que anuncia la creación del barrio, un pastor flaco con su rebaño de ovejas: un recuerdo de la España rural y pobre que todavía predominaba, pese al incipiente desarrollo urbanístico de aquellos años.


Elvira empezó a trabajar como fotorreportero en la década que vería la muerte de Franco y, tras ello, el inicio de la transición española: el periodo en el que el país pasó de la dictadura a la democracia, de la represión a la libertad, del aislamiento a la apertura. Durante ese tiempo, fotografió para publicaciones como Interviú y Primera Plana las muchísimas noticias que se sucedían, pero también hechos más cotidianos como la foto del pastor en Bellvitge. “En general, fotografiaba manifestaciones, actos políticos, funerales por víctimas de ETA… Estas otras imágenes sociales eran retazos, cosas más anecdóticas. Las hacía porque me interesaban. No me daba cuenta del valor que tendrían más adelante, como documento”, señala.


La relectura que Elvira hizo de la foto de Bellvitge le impulsó a buscar en su archivo otras parecidas, que contaran cómo era la vida en los años comprendidos entre principios de los 70 y 1982, cuando, con la victoria del PSOE, algunos historiadores dan por finalizada la transición. La búsqueda resultó fructífera. Tanto, que derivó en un libro, de la editorial Lunwerg. La premisa para confeccionarlo fue centrarse en el aspecto sociológico: en aquellas imágenes que reflejasen cómo era la España de esos años y, también, cómo ha cambiado, tanto y tan rápidamente.


Las fotos muestran situaciones muy precarias, tanto en el campo como en la ciudad, difíciles de creer para los que no las vivieron, acostumbrados a las últimas décadas de bienestar, pero que otros, como el periodista Mariano Guindal, recuerdan muy bien. “Lo más alucinante de esa España silenciosa, esa gente de las fotografías, era que se mataban a hacer horas extra para formar a una generación que, literalmente, hemos salido de la chabola al chalet”, señala.


Guindal, uno de los periodistas económicos de mayor prestigio de España, que desarrolló gran parte de su carrera profesional en La Vanguardia, acaba de publicar El declive de los dioses (Planeta), un libro donde desvela los vericuetos de la transición económica. Sin olvidar los importantísimos cambios que se llevaron a cabo en el ámbito público, Guindal quiere resaltar el papel de la vida privada: “El milagro económico de esos años era mi madre, quien se puso a trabajar tras enviudar y me dio una carrera, lo mismo que hizo la madre modista del que fue ministro de Economía Carlos Solchaga”, explica el periodista. “Eso fue una auténtica revolución, el esfuerzo y salto social que implicó es brutal. En dos generaciones, España ha avanzado más que en toda su historia: a nivel político, social, de bienestar económico y de libertad. Las posibilidades, la eclosión, han sido brutales”, remarca.


La socióloga Eulàlia Solé, quien también ha publicado hace poco un libro sobre la transición (Con y contra Suárez, Ed. Flor del Viento), destaca otras cosas clave que se hicieron bien durante esos años: “Para empezar, el paso de la dictadura a la democracia sin derramamiento de sangre”.


Eduardo Punset, quien como político tuvo un papel destacado en la transición (entre otros cargos, fue ministro de Relaciones para las Comunidades Europeas en el gobierno de Suárez), opina que la principal reforma que se hizo para cambiar el país “fue, en contra de lo que cree mucha gente, la de su apertura al exterior”. Por su parte, el sociólogo Javier Elzo, catedrático emérito de la Universidad del País Vasco, pone de relieve la unidad política de esos años: “Hubo un intento de buscar lo que nos unía en vez de, como se hace ahora, escudriñar hasta el último detalle lo que separa. Había lo que se llegó a llamar un espíritu de la transición que era, simplemente, una forma de a ver cómo, entre todos, se construía una sociedad democrática”.


Los expertos coinciden en dar una buena nota a un proceso que transformó el país de forma radical –las imágenes de este reportaje son la mejor prueba–. Un proceso del cual hay motivos para estar orgullosos y que, incluso, podría servir como un referente para salir adelante en la actual coyuntura. Porque, como remarca Mariano Guindal, “cuando la gente dice que esta es la peor crisis de hace 80 años, yo les recuerdo que esta es la crisis de un país rico, lo otro era la crisis de un país pobre…”. Pero lo cierto es que hoy el desánimo impera. En opinión de Eulàlia Solé, este descontento se podría concentrar en dos puntos: el económico y el identitario. “En los inicios de la transición, sí existía orgullo en gran parte de la ciudadanía. Tanto por las reacciones del exterior, ensalzando el proceso, como por los avances sociales y políticos conseguidos en comparación con la dictadura de la que se procedía”, señala. Ha sido el paso del tiempo el que ha ido poniendo al descubierto “las limitaciones” del cambio logrado.


Unas limitaciones de índole variada, como la pérdida de ese espíritu de unidad que menciona Elzo, reemplazado por una atmósfera de enfrentamiento muy poco constructiva. De entre los errores cometidos durante la transición, Punset y Solé subrayan la ley electoral (que favorece el bipartidismo y las listas cerradas) y lo que la socióloga describe como “el invento del Estado de las autonomías, instaurado por Adolfo Suárez, para contraponerlo a las reivindicaciones de las llamadas nacionalidades históricas: Cataluña, Euskadi y Galicia”. El resultado de aquel invento, concluye, “lo vemos traducido en la insatisfacción de unos y otros”.


Durante la transición también se dotó de muchos poderes a las administraciones locales, pero, a la vez, de pocos medios. Esto, en palabras de Punset, “las dejó prácticamente sin dinero y con la única posibilidad de conseguirlo recurriendo a proyectos urbanísticos”. Una mina de oro en potencia sobre la cual Mariano Guindal recuerda que los que recalifican “son el alcalde y el concejal de urbanismo”. En su libro, el periodista escribe sobre la burbuja inmobiliaria que hizo tan solvente el país tan rápidamente y propició tantos pelotazos.


Guindal es muy crítico con los excesos cometidos, a todos los niveles. “Nos hemos comportado como nuevos ricos: hemos pasado del 600 al AVE en menos de dos generaciones y no hemos sabido manejarlo. Hemos despilfarrado”, sentencia. Javier Elzo también es de la opinión de que, en los últimos años, los españoles han vivido por encima de sus posibilidades: “Y no sólo porque la banca cometió excesos y errores, sino porque ha habido mucha gente que se ha endeudado de manera increíble. Se han pedido créditos hasta para pagar la primera comunión y para ir de vacaciones. ¡Era normal irse a Cancún!... Ha habido una incitación por parte de la banca, sí, pero también mucha irresponsabilidad”, resume.


Otro cambio importante respecto a la transición es que si entonces se confiaba en los políticos, hoy esta confianza está bajo mínimos. ¿Los mandatarios han adquirido demasiados privilegios? Eduardo Punset cree que sí y que “movimientos como el 15-M lo que han hecho es llamar a la puerta desde fuera de una fortaleza donde la gente de dentro se había dormido o distraído”. Por el contrario, Eulàlia Solé opina que cuando un político trabaja bien, no puede considerarse que tenga privilegios, dado que su labor es de gran responsabilidad: “Lo que ha denigrado a la política han sido los casos de corrupción –puntualiza–, en este punto se debería tener en cuenta que los políticos corruptos son minoría y que la democracia logra que sean descubiertos”.


Otro cambio clave respecto a la sociedad reflejada en las fotos de Paco Elvira es que esta ha perdido muchos complejos. En especial, los jóvenes españoles, que hoy están más formados que nunca, hablan idiomas y se pasean por el mundo con soltura. Pero su preparación no se ajusta al panorama económico que hay aquí. “La tragedia es que los hemos formado muy bien pero no hay trabajo para darles”, señala Guindal. El poder secular del amiguismo frente a la meritocracia es otro de los obstáculos para que las nuevas generaciones lleguen a puestos de responsabilidad. Algo fundamental, según Punset, para tirar adelante: “Porque cada vez que ha habido una crisis, se ha acudido a la juventud. El que podía arremangarse y cruzar el río era el joven. Ahora, pese a que hay exuberancia, ilusión, los jóvenes no lideran nada”.


Así, el reto, en los próximos años, va a ser estar a la altura de la sociedad que se ha construido a partir de la transición. Y, para ello, como señala Javier Elzo, no hacen falta fórmulas mágicas sino algo tan sencillo como la seriedad. “Eso es algo que tenemos muy pendiente”, afirma. “No es posible tanto cachondeo, tanto juerguismo, tanto je me’n foutismo para que luego el responsable siempre sea el otro (la administración, básicamente). No es posible no comprometernos con algo tan simple como es el cumplimiento de la ley”. Para Elzo, es urgente recuperar lo que denomina “el nervio ético”: la responsabilidad ciudadana que existió durante la transición. Su ausencia, advierte, “es lo que destroza a un país”, convirtiéndolo en un reino de farándula.


Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: www.lavanguardia.com - Eva Millet | Fecha: 02/01/2012 | Ver todas las noticias



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